con 'c' de cádiz
«Al día siguiente de mi llegada a Cádiz, hace 25 años, ya tuve una entrevista para trabajar»
milton eduardo rodríguez espinosa. hostelero
Llegó a España con la peseta y ahora sufre el euro tras 25 años en un país donde comenzó como chófer para convertirse en empresario sin olvidar su paso por la pintura, tanto de brocha gorda como de autor
Milton Eduardo Rodríguez Espinosa (10 de junio de 1972, Guayaquil, Ecuador) tiene sellado en su rostro una sonrisa permanente que ensombrece a medida que comienza a hablar del futuro. A pesar de su carácter emprendedor y optimista, presagia años negros para un país que se ha metido de lleno a costear a todo aquel que no genera riqueza para, por el contrario, entorpecer las aventuras empresariales que sustentan la clase media de cualquier sociedad que pretenda ser liberal y no liberada.
Como autosuficiente que es, Milton no para de maquinar ideas en su cabeza por si «la cosa se pone más negra» y ya tiene pensada una salida de un país en el que ha sido y es feliz pero donde teme estancarse tras 25 años progresando en él. Lo conocerán por sus Cantinas Cantinflas, una pequeña cadena restaurantes mexicanos que tiene en la calle Javier de Burgos (junto al Palillero) a su buque insignia. Ir a comer a una de sus casas es sumergirte de lleno en rancheras y música popular del país azteca y, cómo no, en su sangría, marca de la casa y causante de no pocas risas y no menos resacas.
Acudir a una de sus cantinas y coincidir con él es premio asegurado. Trabajador nato, honesto, justo y agradable a la par que dicharachero, ocurrente, cordial y simpático. Vamos, que Milton es un taco, como esos que el personal se lleva a la boca para bajarlos por el gaznate con una sabrosa y no menos 'peligrosa' sangría. La película de la vida de este empresario comienza en su país, donde desde muy pequeño pintaba. Iba para artista, pero como no se le caen los anillos pasó a la brocha gorda. La dolarización de Ecuador deprimió a la economía del país y no se lo pensó dos veces. Se vino a Cádiz, donde a golpe de jornal y de simpatía se fue abriendo paso en una sociedad que ahora no sabe lo que se le viene encima. Pasen y conozcan al personaje porque merece la pena. ¡Ándale, ándale!
-Así que de Guayaquil. Suena a playa.
-Sí, Guayaquil es costa, que la tenemos a una hora.
-¿Cuántos años lleva en España?
-Voy a hacer veinticinco. Llegué en 1999, con 26 años.
-¿Del tirón a Cádiz o antes pasó por otras ciudades españolas?
-Sí, a Cádiz, a El Puerto de Santa María.
-Hágame un resumen de su vida en Ecuador antes de emprender aventura a España.
-Yo en Ecuador era pintor; a los 16 años descubrí que era un artista en hacer dibujos.
-Artista ya le digo que lo es porque le conozco de hace tiempo y son muchas las risas que hemos echado; dicho eso, yo estaba convencido de que era pintor de los de brocha gorda por un amigo común que tenemos.
-Te explico. Desde pequeño se me dio pintar bien rostros, paisajes; era un pintor artístico. Después me dio por meterme en una empresa de pintura y fue ahí que el jefe descubrió mi vena artística y me metió en una empresa de publicidad. ¿Pero qué pasa? Que fue ahí donde ya también aprendí a pintar chalets, casas, fábricas, de todo. Pero yo ejercía las dos profesiones.
-Vamos que igual era un artista que un currito.
-Eso es. Yo era pintor de brocha gorda que le llaman, pero también de publicidad; controlaba todo lo que era letra gótica, dibujos, detalles, slogans... Todo eso. Así que me monté una empresa pequeña teniendo 18 años y uniendo trabajos de brocha gorda con otros de decoración y publicidad. Hacíamos todo. Entonces, por medio de un amigo que era ingeniero me contrató una empresa muy importante y que es la segunda exportadora de mi país y que se llamaba Reybanpac. Una vez dentro comencé a pintar de todo; oficinas, empacadoras, vallas publicitarias... El empresario dueño de Reybanpac, Segundo Wong Mayorga, hijo de chino pero nacido en Ecuador, se dedicaba a exportar banano a Europa.
-¿Plátanos, no?
-Sí, sí, banano y plátano es lo mismo. Entonces, este señor contacta con una empresa europea para venderle los plátanos y traerlos en buques. Esta empresa europea exigía que estuviera todo limpio y señalado desde Ecuador a Europa. Pero todo, todo, desde los buques a las empacadoras donde se cultivaba el banano, en la hacienda de Quevedo, que es otra provincia de Guayaquil y donde estaba la fábrica de bananos. Entonces, los europeos supervisaban que todo estuviera bien limpio, los furgones que llevaban el banano hasta el puerto marítimo y, obviamente, los containers donde navegaban hasta Europa. Yo fui el responsable de pintar y adecuar todo eso para que las ventas se hicieran sin problemas.
-O sea, que estaba considerado en la empresa.
-Sí, yo estaba muy bien, pero entró la dolarización en el país mediados los 90 y comenzó a escasear el trabajo; bajó todo y ya me suspendieron de empleo. Fue en ese momento en el que me animé para venirme a España.
-¿Y por qué España?
-Yo tenía una amiga que era de mi misma provincia y que llevaba un tiempo viviendo en El Puerto de Santa María.
-¿Y se viene para acá en qué estado civil?
-Yo tenía un compromiso con dos hijos ya mayores y luego otro compromiso, y con un niño de tres años.
-Joder con las pinturas. Vale, vale. ¿Y llega a El Puerto con qué idea?
-Llego con la idea que llegamos todos, el sueño de triunfar, de trabajar y de lograr las metas que uno trae en mente.
-¿Pero en ningún momento viene con la idea de trabajar en la hostelería?
-No, no. Además, supuestamente yo venía para cinco años nada más.
-¿Y eso por qué?
-Porque yo venía con la idea de hacer dinero para montar en mi país algo después.
-¿Y cuál fue su primer trabajo en España?
-Yo conocí la peseta y lo ganaba en pesetas; el primer trabajo fue con en la casa de una señora que estaba vinculada a la hostelería.
-¿Y a cuál va a parar usted a servir o a pintar?
-No, no, espera. Cuando yo llego a El Puerto, al día siguiente ya me puse a buscar en el periódico este que se llamaaaaaa...
-¿El Cambalache?
-¡El Cambalache! Que es muy famoso y que todavía existe. Y hace años, en el 99 que yo llegué, lo abrías y se leía mucho SE NECESITA, SE NECESITA... ¡Había trabajos para elegir! No como ahora, que más bien se lee SE OFRECE, SE OFRECE. Y tal como mi amiga me dio el Cambalache busqué y encontré que necesitaban chófer y cuerpo de casa. Y como yo traía un carnet especial por el que se puede conducir en cualquier parte del mundo; tiene un nombre pero no me acuerdo. Total, que yo me traje ese carnet, que duraba tres meses, pero lo vas renovando con quince días de antelación antes de caducar si lo vas pidiendo en tu país. Fui a la entrevista.
-¿Para chófer y para cuerpo de casa también?
-No, no, te explico. Yo iba de chófer pero también se necesitaba para limpiar la casa, el jardín... Me citó a la entrevista a las nueve de la mañana del día siguiente a mi llegada; le caí bien y empecé a trabajar.
-¿Dónde estaba la casa?
-En VistaHermosa.
-Y la entrevista me ha dicho que de lujo.
-Sí, yo fui y le agradé a la señora; me dijo que había tenido anteriormente chófer boliviano y de otros sitios y que le gustaba trabajar con gente de afuera porque éramos muy honrados y trabajadores. Y nada, me contrató. Y a los dos meses traje a mi mujer porque se le jubilaba la mujer que había tenido toda la vida para el cuerpo de casa. Como yo le dije que mi mujer tenía la intención de venirse de Ecuador me prestó para el billete de avión y se vino. Fue un gran detalle de la señora. Allí estuvimos los dos un año.
-¿Por qué sólo un año?
-Pues mira, como la señora era muy mayor no podía hacernos los trámites para quedarnos en España y tenía que hacérnoslo su único hijo, que también falleció. Pero este señor, que era hostelero, tenía mil cosas que hacer y no pudo tramitar los papeles. Yo averigüé todo lo que había que hacer porque fui varias veces a la delegación de la calle Acacias; lo tenía prácticamente todo pero no me echó cuentas. Ante esto, busqué otro trabajo y acabé con la familia Copano.
-Otra mítica de Cádiz y dedicada a la medicina, particularmente.
-Claro, un doctor muy famoso como Juan Antonio Copano. Me salió esa oferta y la acepté.
-¿De qué?
-Pues para lo mismo; además necesitaba también un matrimonio. Ellos vivían en una casa grande de Valdelagrana. Todavía tengo relación con él; me quiere como a un hijo y yo a él como a un padre.
-¿Y cuánto tiempo se lleva con los Copano?
-Otro año. Él me prometió que me iba a hacer los papeles y me los hizo. Cumplió. Pero después ya me salió un restaurante para trabajar, la Cantina Zapata de El Puerto, cerca de VistaHermosa. Entré como camarero y mi mujer como cocinera. Dejamos ya el servicio doméstico y entramos a trabajar en la hostelería. Estuve como cinco años, pero a los tres meses de llegar el jefe me vio espabilado y me eligió encargado, el metre del Cantina. Yo comenzaba a llevarle las cosas y él empezaba a trabajar ya menos. Aquello sería finales de 2.001.
-Pero a ver, se me escapa una cosa. Según tengo entendido, usted pintaba casas en El Puerto. ¿Cuándo fue esa época?
-Claro, claro. Eso es lo de tu compañero José María (Aguilera, periodista de LA VOZ), que era cliente del Zapata. Él era un chaval y venía a comer de vez en cuando y entre una cosa y otra nos hicimos amigos hasta que un día salió la conversación de que yo en mi país era pintor. Entonces, como surgió el tema, pues quedamos en que le pintase la casa a sus padres y es cuando ya hicimos más amistad.
-En definitiva, que hizo ese servicio más por favor que como trabajo.
-Al principio, sí, pero hubo un tiempo que compaginé mi trabajo en la Cantina Zapata con una pequeña empresa de pintura que monté aquí.
-No pierde una, usted.
-Jeje. Entonces, también comencé a pintarle a los militares de la base naval de Rota. Por lo que veía, a estos militares el Estado americano les pagaba todo y les daban chalets, con lo que había muchos por pintar.
-Entiendo que como con mi amigo José Mari, esos americanos le llegaban porque los atendía en la Cantina, ¿no?
-Eso es. Iban mucho a comer al Zapata y por ahí yo me fui enrollando porque soy una persona muy abierta. Me fui haciendo amigos de muchos americanos que hablaban bien el castellano hasta que conocí a otro amigo que era militar ecuatoriano y que trabajaba en la base naval de Rota. Y fue a raíz de esta amistad donde comencé ya a conectar más con los chalets de estos americanos.
-Vamos, que ensanchó el círculo sin necesidad de que sus clientes pisaran la Cantina.
-Exactamente.
-¿Y cómo da el paso a ser su propio jefe?
-Mucha gente ya me comentaba que por qué no me atrevía a montar algo mío. Y como soy una persona muy emprendedora y ahorrativa pues me animé.
-Lo de ahorrativo lo confirmo porque no sé yo si a lo largo de tooooodos estos años que he venido con los amigos apenas le habremos 'mangado' como mucho una jarra de sangría, eh.
-Jajajajajajaj. ¡Han sido más!
-No sé yo qué decirle, Milton. Jajaja. Bueno, y va por libre.
-Eso es porque no lo recuerdan Jajaja. Total, que empecé a ahorrar y ahorrar y hace 18 años, que cumplo este 14 de diciembre, me instalé aquí en la Cantina de Javier de Burgos. Este fue el primer restaurante que monté mío propio. En 2.005 dejé el Zapata y abrí el Cantinflas de cerca del Palillero.
-¿Estaba el local vacío cuando se instala?
-Te cuento. Este local fue el mesón El Candil, después hubo otro restaurante español que no me acuerdo y cuando yo llego estaba La vaca verde, un restaurante vegano que era de un argentino amigo mío y que estaba en bancarrota. Él no podía llevarlo y hablamos para montar una sociedad civil y montamos el mexicano... Pero la sociedad duró solo seis meses.
-¿Y eso?
-A él le gustaba trabajar más bien poco jeje; vamos, que el que lo trabajaba el negocio era básicamente yo. Él confiaba en mí, pero se desaparecía del negocio y me quedaba solo, con las cuentas, las mesas... Llegó un momento en el que me dijo que se iba a Dinamarca; y hoy por hoy sigue estando allí y le va muy bien como empleado. Recuerdo que me dijo: 'Milton, dame la parte del dinero que yo he invertido y te quedas con el negocio porque al final tú eres el del mexicano; tú eres el que sabe de esto junto a tu mujer. Yo no sé nada de nada'. Y eso hicimos y así fue. Pedí un préstamo a La Caixa de 15.000 euros para dárselos y me quedé con el negocio hasta el día de hoy.
-¿El negocio comenzó yendo bien desde el principio?
-Comenzó bien desde el principio, entre otras cosas, porque muchos clientes del Zapata me siguieron por la amistad que yo había cogido con ellos en la Cantina de la Avenida de Cádiz, donde también trabajé un año y medio. Me considero una persona muy abierta con los clientes, con los que tengo mis bromitas y mis cositas; y eso le gusta a la gente. ¡Y más a los gaditanos, sabes?
-Vamos que sí lo sé; como que doy fe.
-La gente solita me buscó; yo solo dije que iba a abrir en el Palillero y todo el mundo me siguió. Tengo una clientela muy grande.
-Hagamos un resumen. ¿Cuántos Cantinflas hay abiertos?
-El primero que monto es el del Palillero, en 2.005. Después en 2.008 monto Cantina Cantiflas 2 en Conil.
-¿Ese sigue estando?
-No, ya no. Lo tuve tres años, pero pasó que el dueño del local, como vio que yo vendía mucho en verano, me subió el alquiler 1.000 euros. Él, que es amigo mío, me quiso hacer un contrato de diez años pero no me quise arriesgar y lo dejamos en tres. Después me arrepentí porque allí vendía tela. Pero cuando caducó el contrato de tres años me quiso subir de golpe mil euros y yo ya pagaba 3.000. Mi renta del año era 36.000 euros, que ya era mucho. Me subió y ya no llegamos a un acuerdo. Me fue muy bien porque Conil es un sitio turístico donde se vende muy bien cuatro meses, pero a él se le abrieron los ojos y me subió el alquiler y tuve que desocuparlo.
-Entonces seguía con este de Javier de Burgos y...
-Yo seguía teniendo este, pero cuando dejo de trabajar el de Conil, al cabo de unos años, en el 2.012, monté una discoteca en El Puerto; era un pequeño bar de copas que se llamaba Latinos.
¿Y qué tal esa experiencia en la noche?
-No duró mucho, unos dos años; la verdad, no me fue bien. Pero después de eso monté otra discoteca ya más grande que se llamaba Salsoteca, en la plaza de toros. Era una discoteca de salsa, merengue, bachata...
-¿Y esa duró?
-Esa duró tres años, la cerré porque ya no iba bien la cosa. Dos discotecas que he tenido y dos que no me ha ido bien. Parece que no atino a lo que es el trabajo por la noche. Como que no me suele ir bien a mí las discotecas, no. En El Puerto tengo otro Cantina Cantinflas, en la calle Perdiz.
-Lo bueno es aprender de los errores.
-Claro, pero bueno, no me arrepiento porque se pasó bien.
-¿Y después de las aventuras discotequeras?
-En 2.017 monté el restaurante de la Avenida, la Cantina Cantiflas 3.
-En el local del mítico El Brocal.
-Así es. Muy buenas carnes. Manuel (Montero) estaba al mando; eran dos hermanos que siguen viviendo en Cádiz. Allí se llevaron más de treinta años. Yo llegué a conocer a Manuel por medio de una amiga que me dijo que se iban a jubilar y que su intención era alquilar el local. Y es ahí cuando entro y ya voy para siete años.
-¿Es cosa mía o a ese Cantinflas de Telegrafías le costó más arrancar que este de Javier de Burgos?
-Lo que pasó es que en los dos primeros años costó un poco más porque allí también estaba la competencia, la Cantina Zapata, pero ahora puedo decir que va muy bien.
-¿Hay diferencia entre el cliente de PuertaTierra al del centro?
-No, entre otras cosas, porque la clientela viene a ser la misma. Lo que sí pasa es que muchos de mis clientes nos dicen que les gusta más el del Palillero porque es más antiguo y como más acogedor, con más historia y con más ambiente. Aparte, también está en el casco histórico y eso ayuda. Se reparte la clientela.
-¿Sigue teniendo la oferta de los miércoles en Palillero y los jueves en Carranza?
-Sí, sí. El Miércoles de Tapas es aquí en el Palillero y los Jueves de Locura en la Avenida.
-¿Cuántos trabajadores tiene?
-Entres los tres Cantinflas (dos en Cádiz y otro en El Puerto) tengo 16 trabajadores.
-Y una plantilla de lo más heterogénea.
-Sí. Tengo cuatro españoles, una italiana, un marroquí, venezolanos, otro de Honduras, de Brasil y yo que soy de Ecuador.
-Más que un mexicano esto es la ONU.
-Jejeje.
-¿Cómo ve el negocio?
-Pues mira, la verdad que he notado un cambio desde la pandemia a aquí. Cuando nos encerraron, aproveché los tres meses para pintar todo el local de Javier de Burgos, que este 15 de diciembre cumplirá 18 años. Lo acondicioné y lo puse más guapo, sobre todo, para no aburrirme en casa.
-Que poquito le gusta estar en casa, eh.
-Jajajaja. En mi casa estoy muy poco, esa es la verdad. Me gusta estar aquí, en mi negocio.
-Bueno, lo pinta y...
-Lo pinto todo y cuando nos dijeron ya que podíamos abrir con los límites horarios y las restricciones que había, y la verdad que al principio como que nos costó volver a la normalidad porque la gente tenía miedo de contagiarse y eso. La confianza no volvió hasta un mes o dos después, eso sí, se notó para bien. Porque te digo una cosa, del 2.021 al 2.022 ha sido una muy buena venta. Porque claro, la gente llegaba y consumía rápido porque teníamos que cerrar. Y se consumía mucho porque la gente, después de haber estado encerrada, venía a gastarlo. Hacíamos buenas cajas y para colmo trabajábamos menos por las restricciones; volvíamos pronto a casita porque teníamos una hora limitada; no echábamos a la gente, pero es que esta sabía que se tenía que ir porque nadie podía estar en la calle a partir de de las doce. Eso nos ayudó bastante y las ventas crecieron muchísimo. Eso sí, la única venta que yo he visto que ha sido mala ha sido este año 2.023; para mí por lo menos, no ha sido buena venta.
-¿Comienza a ver demasiadas curvas?
-Sí, porque las medidas no ayudan al empresario ni tampoco se incentiva trabajar. Me ha pasado que cuando quiero contratar a un cocinero y un ayudante de cocina me han respondido que solo aceptan si les ofrezco un contrato a media jornada porque no les interesa la jornada completa ya que perderían la ayuda del Estado que tienen. Cosas así acaban lastrando un país y, claro, yo lo que necesito son dos trabajadores a jornada completa. Todo se ha vuelto muy complicado.
-Una pregunta más, ¿qué le echa a la sangría para que el personal salga de aquí como pelotitas de goma?
-Tequila, Cointreau, Bacardi, Martini blanco y un licor especial que yo tengo.
-Que no me dirá porque podría ir a la cárcel, ¿no?
-Jajaja. Ese es el que le da color a la sangría. Y también lleva brandi, por eso la gente sale colocada de aquí. Pero vuelven otra vez porque les encanta. Y la margarita también gusta mucho porque está buenísima.
-Jajajaja. Para ir terminando, ¿se ve mucho tiempo en España, para siempre o su idea es volver algún día a su país Ecuador?
-De momento, no he pensado volver a vivir a mi país; mi idea era la de quedarme aquí, incluso jubilarme aquí. Eso, de momento, porque las cosas en mi país todavía están muy difíciles y ahora se están poniendo mucho más complicadas con la delincuencia. La cosa en los países sudamericanos se ha puesto fatal; la economía muy mal y la delincuencia peor. Pero, claro, yo ahora que voy a cumplir 18 años desde mi primera apertura de los restaurantes mexicano, si te soy sincero, me siento un poco agobiado por la situación económica que está pasando España. Como te dije, ya este 2.023 lo he notado mucho con cajas muy normalitas, muy por debajo de las que se hacían hace tiempo. A esto hay que unirle la subida de los impuestos y los seguros sociales; la verdad es que ya no es como antes que tú trabajabas y por lo menos te podías comprar esto, lo otro... O podías planificar cualquier cosa que querías hacer. Ahora todo lo que entra es para pagar, tío.
-Lo imagino, lo imagino. Hay que mantener a mucha gente; políticos, funcionarios, paguitas, subvenciones. Mucha tela, Milton.
-Exacto. Aunque no me lo creas, todo lo que entra es para pagar. Es increíble; te queda muy poco dinero porque todo se va a Hacienda, seguros sociales, el seguro de la empresa, las nóminas, los proveedores, los arriendos... Todo está por las nubes. Entonces, claro, si esta situación sigue como está aquí en España estaría pensando en tirar para Suiza. Allí tengo muchos amigos que me dicen que si montara un mexicano allá me podría ir perfectamente bien; los horarios son otros... Sería el día y la noche en comparación con esto porque por la noche está todo cerrado en lo que es hostelería. Eso también me gusta y otra, lógicamente, es que se gana más. Así que si la economía de España sigue en 2.024 igual, creo que sería mi último año aquí. Traspasaría los negocios y si puedo montar algo en Suiza, lo montaría. Si ya he cruzado el charco de Ecuador a España hace ya 25 años, no me importaría irme a otro sitio de Europa. Tengo 50 años y aún puedo hacer algo más. Aquí la economía va muy mal, pero claro, tengo mi casa que estoy pagando y ya con el tiempo si me va bien en Suiza, pues alquilaría mi casa y cuando tenga 60 años a lo mejor me vendría a vivir a España, pero ya no a montar un negocio porque aquí ya lo poco que uno gana se lo chupa el Estado. Esta la situación muy mala; lo digo como empresario y lo estoy viviendo. Esa es la verdad, el Gobierno te ha ganado y España se va a poner difícil. Es mi forma de pensar y lo que ya estoy pensando. Soy un tío emprendedor y al que no le gusta quedarse en el mismo sitio si la cosa no va bien.
-Queda tan claro como feo el futuro. Esperemos tirar hacia delante. Muchas gracias.
-Gracias a ti.