Con 'C' de Cádiz

«La clientela de Cádiz siempre será buena y el servicio, mejor»

Diego Gil Castro. jubilado

Veterano camarero gaditano, Diego comenzó sirviendo en El Pescador, un mítico bar en manos de un montañés que le abrió las puertas de una profesión que siempre le encantó desde que dejó su Vejer natal

Diego Gil es un asiduo a Motos Pelayo, donde la tertulia está servida. L. V.
Alfonso Carbonell

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La gente humilde es sana y todo lo que es sano es bueno. O eso dicen. También más aburrido. O no. Bueno, a lo que vamos. El caso es que acercarse a Diego Gil Castro (Vejer de la Frontera, 2-5-1959) es hacerlo a una persona llena de vida bien vivida, pero también sufrida. Sus inicios no pudieron ser más jodidos después de quedarse sin madre a los cuatro años, algo que aún lo tiene marcado al fuego lento de los recuerdos. Levantarse no fue fácil, pero él lo supo hacer a base de trabajo y dedicación a una profesión que siempre le encantó a pesar de proceder de un padre carpintero, el mejor de Vejer.

Trotamundos de la bandeja, Diego Gil se fue haciendo camarero a paso lento y seguro. Así, dejó su Vejer natal para ponerse a currar con quince años a la vera de un montañés, uno de esos grandes emprendedores que minaron Cádiz de prósperos negocios. Tras hacer la mili, alternó bares con hoteles y siempre lo hizo bajo una atenta mirada al bienestar del cliente. Pasados los años, ahora disfruta como uno más de un Cádiz que se conoce a las mil maravillas después de haberlo pateado, trabajado y disfrutado. Eran otros tiempos, pero para Diego los amigos de entonces siguen siendo los de ahora y eso, para tertuliar, siempre es bien.

Y en esas estamos, en mitad de las motos de Pelayo junto a una copa de vino y otra de cerveza y entre muy buenos amigos. Son fechas íntimas, las de la Navidad, esas que regalan momentos inolvidables a base risas, recuerdos e historias que por más que se cuenten siguen teniendo la misma o más gracia que siempre. Diego las cuenta a manojitos y, por eso, le hago un aparte para que enumere a bote pronto las que desee. Toca escuchar y, después, brindar por gente como él.

-¿Cómo era una infancia en Vejer esos años?

-La mía fue muy dura; mi padre fue carpintero y mi madre murió de parto, muy joven; tenía yo cuatro años. La pobre se fue con un parvulito que tampoco vino; ambos se quedaron

-¿Cómo es crecer sin una madre en esa época tan dura?

-Mi abuela, que era una madre. O más que una madre..

-Y su padre, a trabajar.

-Se dedicaba a la carpintería fina, de gran categoría. Era el mejor carpintero que había en Vejer en esa época. Lo que pasa que al quedarse viudo tuvo que doblar los esfuerzos.

-¿Cómo se llamaba?

-José Gil Domínguez.

-Grande, don José. ¿Y hasta que año se pasa usted en Vejer?

-Hasta los quince. La infancia fue muy triste, aunque no conocí la posguerra, fueron años duros.

-¿Conoció el hambre?

-No, no. No conocí nada de eso, lo que pasa es que me faltaba mi madre y todas esas cosas que se pierden de una madre cuando eres un niño. Mi niñez fue lo que fue. Y punto. No es que fuera tan triste, pero es verdad que a nivel sentimental se me quedaron marcadas muchas imágenes jugando en la calle. Por ejemplo, tú estabas jugando a la pelota con otros niños y veías como una madre le decía a uno '¡niño, a merendá!' Y me quedaba pensando que yo no tenía a una que me dijera eso.

-Ya, ya. Con eso me lo ha dicho todo. ¿Cuántos hermanos eran?

-Siete, más el parvulito que se llevo y dos abortos más.

-¿Qué posición ocupaba usted?

-Yo soy el penúltimo.

-¿Y por qué dejó Vejer?

-Me voy porque mi familia estaba un poco tirada a nivel económico y tuve que venirme aquí, a la capital, a buscarme la vida en la hostelería.

-¿Tenía algún tipo de contacto en Cádiz para empezar del tirón?

-Tenía una hermana casada, que se casó aquí con un camarero de El Faro. Entonces, empecé a vivir en su casa y eso me ayudó los primeros días.

-¿En qué año fue eso?

-Eso fue en el 75, cuando murió Franco.

-Ya que lo dice, ¿qué recuerda de ese día que murió Franco?

-Pues yo me levanté en la pensión donde dormía; viví con mi hermana nada más llegar, pero al poco mi jefe me dio una habitación en una pensión.

-Qué bien. ¿No sería Gonzalo ya?

-No, no, Yo no trabajé en El Faro, yo estaba en el nuevo bar El Pescador, que era José García Astollo, montañés. Sería lo que hoy es La gorda te da de comer; en ese local empecé a trabajar yo con quince años.

-Ahh, ok ok. Y me hablaba de la muerte de Franco.

-Pues mira, me levanté y me dijeron en la pensión: '-Ha muerto Franco. -Bueno, y qué hago. ¿Yo también me voy a morí?'

-Jajajajajaja

-Eso recuerdo. Y me fui a trabajar.

-¿Cuántos años estuvo trabajando en El pescador?

-Seis años, los mismos que estuve en el hostal al tener apalabrado con mi jefe. La pensión estaba en la calle Plocia y le llamaban Pensión Las Cuatro Naciones.

-¿Cómo eran esos años trabajar en la hostelería de Cádiz y ese ambiente que se respiraba?

-Muy bonitos. Se trabajaba mucho y se disfrutaba de la vida mucho también; salía, entraba y tenía dinero. Yo era muy joven y qué se le va a pedir a una persona tan joven; pues que trabaje y se divierta.

-¿Era ligón o qué?

-Sí, sí. No se me daba mal, jeje.

-¿Donde se ligaba entonces?

-Entonces iba yo al Club Holiday, el del Paseo Marítimo. Allí me eché mi primera novia y después me fui a hacer la mili.

-¿Dónde la hizo?

-En Cartagena, la naval, en el CEIM, Centro de Infantería de Marina.

-¿Cómo recuerda ese año?

-Un año, no. Estuve tres meses. Después me pasaron al TEA, el Tercio de la Armada, de infantería, que eso ya lo hice en San Fernando.

-¿Le iba la vida militar como para hacer carrera o no?

-No, no, no. Yo quería volver cuanto antes a la hostelería. Me encantaba y me encanta.

-¿Cuándo acabó la mili

-En el 79-80.

-¿Y dónde se enrola otra vez?

-Me enrolo en el Sin nombre, el bar Caleta, en San Juan de Dios, donde se decía '¡Alberto, una de ajillo'. Eso se puso famoso en 'Cádi'. Alberto era el cocinero. En ese bar era donde más gambas al ajillo se vendía en 'Cádi'.

-Empezó en El Pescador, hizo la mili y regresó a San Juan de Dios. Resuma su trayectoria profesional.

-Después me fui al hotel Salymar, en San Fernando, a dar desayunos en tiempos donde se juraba bandera; recuerdo que tenía que preparar los desayunos desde bien antes. Allí estuve seis meses. Y de ahí me fui a Salou, Tarragona, donde estuve seis meses también en el Hotel Europa Park.

-¿Y qué tal con los catalanes?

-De categoría. Hice unas grandes amistades e hice muchas cosas bonitas estando allí.

-¿Y por qué se vuelve?

-Porque me meto a trabajar en el Playa Victoria, donde estuve casi de jefe de camareros. Diez años allí.

-Entiendo que todo lo aprendido es por libre, de la vieja escuela sin escuelas.

-Exacto. Todo lo que sé es por experiencia. La verdad que esos años en el viejo hotel Playa estuve de categoría, como en mi casa. Me trataban muy bien. En el hotel estuve hasta poco antes de entrar el euro, que fue el 2002 creo. También inauguré El Corte Inglés a nivel de comidas para los empleados que venían a aprender; estuve en el coffee-break, donde daba de desayunar a cerca de 300 niños que venían de aprendizaje de toda la provincia. Pues en esos inicios yo fui el que organicé todo el tema. Después estuve en Paradores dando dos años servicios extras, como catering. También pasé por Bahía Sur, en San Fernando. Y en Cádiz he trabajado en El Delfín Azul, dos años en el bar de Columela que hace esquina con Topete, el Bar Andalucía, con Ernesto y José Luis como jefes. En definitiva, en muchos sitios y también dando mucho catering y pasando por muchos hoteles.

-¿Con qué se queda de su profesión?

-Pues mira, me quedo con ser un buen profesional que atienda al personal dando un buen servicio.

-Ahora que hay casi que hay más guiris y gente de fuera que de Cádiz, ¿qué prefiere como camarero: atender a gente de Cádiz o a extranjeros?

-A mí me da igual, yo a todos los he tratado muy bien, entre otras cosas, porque ambos merecen su servicio y mi respeto.

-Ahora desde la barrera, ¿cómo ve las cosas, ha ido a peor o mejor el servicio?

-Ahora parecen correos, 'lleva - trae, lleva - trae'. Hay dos organizadores dentro, uno en cocina y otro en la caja, que es el que manda 'a esta mesa, a la otra, trae esto, lleva lo otro...' En los hoteles es otra cosa a un bar, que es más sacrificio. Antes, echabas las horas que echabas, y en los sitios por los que he pasado, se ganaba más dinero y se trabajaba más porque se iba a porcentaje según lo que se hiciera de caja. Ahora, quizás, eso ha podido cambiar. Pero no sé.

-En general, ahora como cliente, ¿cómo ve la hostelería gaditana?

-Yo la veo bien; mucho turismo, mucha variación a nivel de comida, muchos restaurantes con sabores de fuera de España, nuevos. La veo perfectamente.

-¿Y qué es peor, la clientela o el servicio?

-La clientela siempre será buena y el servicio, mejor.

-Jaja. Bien salido. Vayamos con la fotito.

-Vamos.

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