Con 'C' de Cádiz

Raquel García: «El arranque del negocio fue emocionante porque éramos un grupo de amigos»

Raquel García López. Propietaria del grupo Muelle

Con cerca de treinta años en la hostelería, esta empresaria gaditana ha logrado un sello único en bares y pubs donde aburrirse en tarea imposible

Raquel, en la puerta de La Bocatería, uno de sus cuatro negocios hosteleros. Antonio Vázquez
Alfonso Carbonell

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Su gente le llama cariñosamente la faraona y no es para menos porque Raquel García López (Cádiz, 1975) se ha puesto el mundo por montera desde que prácticamente era una niña y ya zapateaba las tablas de las diferentes escuelas de flamenco por las que pasó siendo una cría y no tan cría. Dicho arte lo conoció en Cádiz y lo siguió practicando en Madrid. Ella dice que a modo aficionado, pero no todo el mundo puede decir que ha bailado acompañando a Lidia Cabello en el Falla. «La gente iba al gimnasio y yo al flamenco», bromea esta madre empresarial del Muelle Uno, La Bocatería y Aguatapá, los tres buques insignias del Grupo Muelle, que llegó para quedarse en el 12. A veces, entre amigos, se sigue arrancando, aunque «ahora menos por la pierna», lamenta recordando un pequeño accidente cotidiano que le ha obligado, única forma de pararle, a estar más de un año con muletas y del que aún se recupera.

Viajera empedernida y emprendedora de nacimiento, Raquel pertenece a una estirpe de empresarias a la que se incorporará su hija Abril, la mayor de sus pasiones. Pudo haberlo tenido mucho más fácil de seguir los pasos de su padre, también empresario, pero no de la hostelería, una profesión de la que ella hizo su forma de vida con apenas veinte años. Estudió las prácticas de enología en Francia y disfrutó unos años de un país que ama, Marruecos. Una mujer de mundo con la que es un deleite recrearse en historias, que ella cuenta como si las hubiera vivido ayer mismo.

Torbellino de ideas, su lesión le ha frenado un tanto en sus idas y venidas a países y rincones en busca de nuevas risas y futuros proyectos, pero esta empresaria gaditana no para quieta mientras en su cabeza bulle a saber qué nuevo negocio relacionados con una profesión que le ha llevado a vivir una vida tan frenética como envidiablemente satisfactoria. Su trabajo le ha costado. Mujer guerrera, libre e independiente por la que siempre es un honor poder formar parte de su disfrutona clientela. ¡Caña aquí!

-¿Cómo recuerda su infancia?

-Nací en Cádiz, pero con 14 años falleció mi madre y, entonces, mi padre, que también era empresario, pero no hostelero, decidió que nos fuéramos a Madrid a vivir; él quería crecer y creció tanto que montó una gran empresa.

-¿A qué sector se dedicaba?

-De Servicios; tenía múltiples (construcción, vigilantes de seguridad, un poco de todo). Era una persona muy inquieta. Nos fuimos a Madrid y llegó a tener hasta 150 empleados. Lo que pasa es que a mí me gustaba mucho la hostelería y por ella me decanté; empecé a estudiar enología allí en Madrid.

-Espere, espere, que me va muy rápido. Madrid, finales de los 80, la movida... ¿Recuerda algo?

-Me la perdí porque yo, con la movida, era 'mu' pequeña, pero vi en el metro tela de cosas.

-Jajaja. Cuente, cuente.

-Yo veía todas las tribus urbanas; los punkis, los mods, que eran otros que iban así en plan Eduardo Manostijeras; luego estaban los pijos, que iban con los pantalones pesqueros, con la chaqueta de Mafalda, de Snoopy, con rombos en los calcetines... Todo eso lo veía yo, pero lo que pasa es que a mí me cogió muy pequeña. Antes de ir a vivir ya habíamos viajado mucho a Madrid, pero cuando me fui para quedarme recuerdo esa ciudad tan inmensa...; en esos primeros días me acuerdo de ver por primera vez a un punki.

-¿Cómo es quedarse sin madre a los 14 años?

-Mi madre murió de una enfermedad que tenía de nacimiento, la poleo, y con la que batallamos mucho desde siempre.

-Una enfermedad, por desgracia, muy arraigada en esa época.

-Eso es, había un brote. Ella era muy joven cuando murió. Yo vengo de familia joven y también fui madre joven. En parte, procedo de una estirpe de empresarias porque mi madre era una persona que hacía sus pinitos con negocios, pero en pequeño formato, ¿no? Ella vendía ropa, vendía sus cositas, lo que se le ocurría hacer. También tuve una tía que tuvo un negocio muy duradero.

-Una madre emprendedora a pesar de los pesares, una mujer con la fuerza que veo que le ha transmitido.

-Jeje. Mi madre hacía de todo. Pese a la discapacidad que tenía, era impresionantemente fuerte, impresionantemente orgullosa. Yo he tenido dos ejemplos de gente muy emprendedora. En mi casa siempre había un negocio, siempre se estaba hablando de negocios, de ideas.

-Ha dicho que fue madre muy pronto. ¿Cómo afectó eso a sus estudios?

-Estaba con un grado superior, pero como fui madre a los 18 años tuve que suspender los estudios un tiempo para tener a mi hija; luego los retomé porque eso fue una de las cosas que mi familia me metió en la cabeza, no dejar los estudios. Yo es que fui muy adelantada siempre jejeje. Me fui a vivir con mi pareja con 17 años, me casé con 18 y tuve a mi hija con 18. Jejeje.

-Y por lo que veo y por cómo me lo dice, ni un ápice se arrepiente.

-No, no me arrepiento. Además, como mi mente es tan inquieta y siempre he tenido que estar haciendo algo, pues como que ser madre también me apetecía.

-¿De qué año hablamos?

-Pues en el 93 nació mi hija.

-¿Y cuándo retoma los estudios?

-Yo hice el bachillerato y después, como era tan inquieta, pensaba que estar cinco años en la universidad para mí era como darme un golpetazo en la cabeza. Yo no recuerdo sacar menos de sobresaliente, pero en el colegio es que me aburría. Hice FP, pero al poco comencé a aburrirme y a pensar 'a mí esto no me gusta. Por qué me he metido aquí'. Mira, hasta tuve una época en que hice ser periodista. Te lo voy a decir. Jajaja.

-No sabe de lo que se estaba librando. Aunque, bueno, en esos años no estaba la cosa tan mal como ahora.

-Me libré, me libré. Y mi padre estaba súper ilusionado, lo que pasa que luego pensé: 'pero si a mí la universidad me aburre, a mí esto me aburre; yo quiero terminar antes los estudios...' Entonces hice FP, pero en el intermedio conocí a mi pareja de esa época y tuve a mi hija. Luego ya retomé los estudios.

-En esos años, con tanto puritanismo y demás. ¿Cómo fue ser madre tan joven a los ojos de la gente?

-Como la gente del instituto no sabía si yo tenía pareja o no, pues los insultos eran múltiples, claro.

-¿¿¿¡¡¡¡En serio????!!!!

-Figúrate, en el 92, cuando me quedé embarazada de Abril cómo podía ser la forma de pensar de determinada gente de un instituto. Por supuesto, mi familia me apoyó y si me quedé embarazada fue porque tenía una pareja y decidimos los dos ir para adelante. No me arrepiento en absoluto, pero bueno, reconozco que era chocante ver a una madre joven. O iba en el metro y me miraban con el embarazo como diciendo '¡Ay, pobrecita! Pero si es una niña...' ¿Sabes? Jajaja. Ahora mi hija tiene 31 años y somos las mejores amigas, vamos.

-Olé.

-Hombre, no siempre hago de amiga, eh. Jaja. También de madre. Ella está orgullosísima, por supuesto, de mí. De hecho, ella, creo que con el tiempo, ahora porque vive fuera, montará su negocio como corresponde a la estirpe de empresarias a la que pertenece jeje. Y por supuesto, cuando quiera regresar formará parte del Grupo Muelle.

-¿Echa de menos Madrid?

-No, pero Madrid me dio muchas oportunidades. Y las aproveché. Madrid es una ciudad..., bueno, mi hija Abril es madrileña. Siempre será mi segunda ciudad. Pero, claro, yo venía a Cádiz porque aquí tengo a toda mi familia. Tíos, primos, abuelos...

-Vamos, que durante su estancia en Madrid solía bajar mucho, ¿no? Que no se desprendió de lo suyo.

-He hecho auténticas locuras. Me he venido, cuando en aquella época el Socibus era lo más barato [Interrumpo].

-Ni me lo recuerde, por favor. Ni me lo recuerde. Yo he llorado dentro de ese autobús, eh. Secorbus fue luego... Uff, qué dolor. Me saqué el carnet solo para evitarlo.

-Yo en esa época no tenía todavía carnet. Si me venía un viernes, me volvía para allá un sábado por la noche, un domingo por la mañana. Si me venía un sábado, me iba el domingo por la noche, ¿sabes? Yo no me he perdido nunca una erizada, un carnaval, una Semana Santa, ningún festejo en Cádiz. Y los veranos, por supuesto, pues claro que también venía. Además, mi hija se quería quedar aquí y tenía que venir a recogerla más tarde. En fin, que Cádiz lo he tenido yo siempre muy dentro; incluso viviendo en Madrid siempre he intentado no perder las expresiones de aquí, el acento, la forma de ser. Siempre he llevado a Cádiz por bandera. Y creo que lo he hecho bien porque mi hija dice que ella es gaditana, no madrileña.

-Bien ahí. Va superando etapas y cómo llega al mercado laboral.

-Pues mira, mediante contactos, estuve trabajando en un restaurante de un centro hípico muy importante de Madrid. Se llamaba El Cinchuelo, y estaba en Brunete. Antes de eso, hice lo típico: trabajar en un bar un fin de semana, algún catering, eventos... El caso es que empecé poco a poco trabajando en este centro hípico hasta que el propietario me vio con bastantes cualidades, sobre todo ambiciosas, y me propuso ser encargada con 23 años.

-Andá.

-Empiezo a hacer cursos de barista de tema café, coctelería y, además, me empiezo a interesar por la enología porque este señor, que era el dueño del centro hípico y de muchos otros negocios en Madrid, me empieza a llevar a eventos de vinos porque ve que me empiezo a interesar por ese mundo. Él era un apasionado del vino y empezamos a ir a muchas catas y tal hasta que decidí estudiar un grado superior de enología. Ahí empiezan mis primeros pinitos en la hostelería. Mi padre estaba súper sorprendido porque él me propuso infinidad de veces trabajar en la oficina de su empresa. De hecho, estuve un tiempo, pero me aburría estar quieta. Eso serían los finales de los 90 con los 2000. Ahí estuve bastantes años. Además, poco a poco, fui adquiriendo más responsabilidades hasta encargarme prácticamente de todo el centro hípico (contabilidad, restaurante, servicios del club...). Estaba cómoda en esa época. Además, me separé del padre de mi hija y fui una madre soltera muchísimos años en las que estuvimos las dos genial.

-Totalmente emancipada con 23 años.

-Bueno, yo me emancipé faltándome un mes para la mayoría de edad muy a pesar de mi padre, que no me dejaba, pero yo me encabezoné jajajaja. Desde entonces, nunca he vuelto a vivir en casa de mi padre y cuando me separé, pues me alquilé una casa.

-¿Cuántos años estuvo en el centro hípico?

-Cinco. Lo dejé porque enfermó el propietario y, además, mi padre me pidió que le echara un cable en la empresa y volví otra vez. Con mi padre estuvo un añito y ocho meses, más o menos, lo que mis nervios y me paciencia me dejaron jajaja. A ver, como es normal, siempre he estado en contacto con la empresa de mi padre y cada vez que me pedía algo pues no dudaba en ayudar. Si había que echar un cable, se echaba. De siempre he sido muy buena relaciones públicas, entonces mi padre me decía que me acercara a una reunión cada vez que había que hacer un contrato importante o algo. Pero a mí de siempre lo que me ha gustado es hacerlo todo por mí misma y meterme en cuantos 'fregaos' he podido.

-Cuénteme alguno.

-Pues mi primer negocio lo hice cuando también trabajaba en la hípica. Precisamente, en el club hípico conocí a una clienta que era socia del Gran Wyoming. Ellos tenían una discoteca, una sala de fiesta que se llamaba Café del Mercado en la Puerta de Toledo. Entonces, la clienta, que tenía caballos en club, me dijo: 'Raquel, quiero hacer unos catering'. Ellos tenían un sello discográfico o una productora y querían un sitio para presentar eventos, ruedas de prensa, películas. Pues ahí me metí yo a servir picoteos, copas; monté un equipo y servíamos un catering habitualmente con cada evento que daban en la sala de fiesta. Y entonces, claro, ¿cómo les iba a decir yo que 'no' si esa palabra la debería de usar más?

-¿Cuál?

-A decir que no a trabajar, jaja.

-Ahhhh, entiendo, entiendo. Jajaja.

-Entonces le dije que sí. Y me llevé a una amiga mía, que tenía una panadería, para que ella llevara el tema de los 'salaítos', los canapés y el picoteo. También me llevé a mi prima Eva, que tú la conoces porque trabaja aquí en La Bocatería.

-Home, por favor. Una crack.

-Pues hicimos un equipo muy bonito y ahí estuvimos un tiempo en lo que fue mis primeros pinitos como hostelera. Fue una experiencia muy chula. Tendría yo ya 27 años o por ahí.

-Y todo eso a caballo, nunca mejor dicho, con el centro hípico. Vaya locura.

-Pues sí, una pequeña locura. Pero, en fin, yo siempre he tenido un trabajo que lo compaginaba con otro los fines de semana, de hostelería casi siempre. La época en Madrid fue genial, la aproveché a tope; hice muchísimas más cosas antes del club hípico. Estuve también en varios hoteles trabajando los fines de semana, entre ellos, recuerdo el Carlton. Como a mí me gustaba tantísimo la hostelería, desde que pude intentaba trabajar en todo lo relacionado a ella.

-Desde los 14 años viviendo y desde los 23 trabajando en Madrid. Ok. ¿Cuándo se le enciende la lucecita de querer volver a Cádiz?

-En el 2006. Los años en los de la sala de fiesta yo vivía en Brunete, y trasladarme a Madrid era cosa así de una hora.

-Lo conozco, lo conozco. Cerca de Villanueva de la Cañada, lejos de Madrid, sí.

-Pues eso, en el 2006 se me está haciendo un poquito bola Madrid, ¿sabes?

-¿A quién no, eh?

-Porque Madrid está muy bien cuando eres joven, pero luego... A ver, de Madrid guardo muy buenos recuerdos vividos. Te cuento uno: yo fui militar.

-¡¿Cóóóóóóóóóóóóóóómo?!

-Jajajajaja. No te lo vas a creer, pero es verdad. Me pasó en el intervalo de dejar el centro hípico y trabajar con mi padre; tendría 25, 27 años, no sé. Lo que sé es que fue una apuesta con mis amigas. Salíamos una mañana de una discoteca, porque Madrid en esa época las discotecas abrían tarde y cerraban por la mañana; así que salíamos de marcha y lo normal era irnos a desayunar churros a San Ginés, en la calle Arenal.

-Buah, cerca vivía yo. Grandes recuerdos. No me diga la discoteca, se la digo yo. O el Palacio de Gaviria o la Joy Eslaba.

-Jajajajaja. Sí. Ohh, esas maravillosas plantas y salones del Palacio de Gaviria. Pero esa mañana salíamos de la Joy, y nos fuimos a San Ginés; cuando acabamos de desayunar y nos marchábamos por Arenal de camino al metro nos reclutaron para el Ejército Profesional unos muchachos muy guapos que estaban apostados en mitad de la calle con un camión que ponía Ministerio de Defensa. La verdad es que eran 'mu' monos y nosotras, que estábamos solteras, íbamos también 'mu' guapas y muy divinas jajaja; teníamos nuestro público, eh.

-No me cuesta nada creerlo.

-Jaja. Total, que nos dieron unos folletos, quedamos con ellos y aprobamos el primer examen dos de las tres. Otro día, claro, no ese que salimos.

-Hombre ya, jajaja. No le veo de ejercicios militares de empalmada, jaja.

-Jajaja. Tampoco te creas que yo he sido de mucho beber; algún vinito eso sí, pero nunca me ha gustado beber mucho. Bueno, ese primer día entregamos las tres los DNI y todo el jaleo y superamos el primer examen dos, yo y otra; yo en el Ejército del Aire y ella en el de Tierra.

-Jajajajaja ¿Qué dice? ¿Y qué hizo tras aprobar? ¿Dónde estaba el cuartel?

-En Cuatro Vientos, y allí estuve tres 'mesesitos'. Superé todas las pruebas físicas.

-Jajajajaja. No me joda, ¿de verdad? ¿Todo por una apuesta?

-Claro. Porque te manda una carta el Ministerio de Defensa de que tienes que estar sí o sí.

-Jajaja. ¿En serio?

-Jajaja. Claro que va en serio.

-¿Y en qué momento se dice 'esta gracia hasta cuándo va a durar'?

-Jajajaja. Claro, claro. Pero me lo pasé genial, eh. Fue una experiencia increíble esos tres meses en Cuatro Vientos; salíamos los fines de semana. Recuerdo una carta que me recomendaban llevar horquilla, un chándal, un no sé qué, un no sé cuánto y la hora a la que tenía que estar en la parada de autobús que te llevaba al cuartel.

-Bueno, lo importante. ¿Qué pasó con esos muchachos tan monos que os reclutaron, cayeron o no?

-Nooooo, jajajaja. Que vaaaaa. ¡Si ni los volvimos a ver! Jajaja. Ya todo quedó en la apuesta que hicimos entre las amigas. No seguí porque había que irse a Zaragoza a hacer la instrucción y, bueno, mi hija Abril era pequeña y lógicamente no quería separarme de ella.

-Vamos, que este país se perdió una gran militar.

-Efectivamente. Me gustaba y, además, se me daba bien el tema. Jaja. En serio, eh. La verdad es que me lo pasé muy bien.

-Bueno, justo antes de esta genial vivencia, me decía que ya se estaba cansando de Madrid, que no es lo mismo de joven que ahora y en eso coincido.

-Sí, a ver, me encanta porque sigue siendo 'multiculti', pero es verdad que en nuestra época, al menos sería mi sensación, la gente tenía muchas ilusiones; ahora, cuando vas, hay sitios que ya no reconoces o que no te reconoces en ellos.

-Qué gran verdad. Y se viene a Cádiz.

-Empiezo a echar mucho de menos Cádiz, muchísimo de menos. Cominezo a cansarme de las distancias, del jaleo que supone moverte para lo que sea, el colegio de la niña, el trabajo, ver a los amigos que están lejos...

-Y supongo que cada vez que venía a Cádiz su cabecita bullía de ideas.

-Sí. Y me vine. Dejé mi casa, vendí los muebles, lo dejé todo; me lie la manta a la cabeza y me vine con mi hija para acá con cuatro muebles..

-¿Tenía ya una idea de negocio?

-Vine con ahorros y con el paro entero porque nunca me lo había cogido. Nada más llegar aquí, pensé tomarme un tiempo y el primer año me lo puse de prueba. Me dije que 'si en un año no me va como espero, pues me vuelvo para Madrid'. A mí nunca me ha dado miedo empezar de nuevo. Eso decía entonces, ahora ya..., ahora ya me he vuelto más comodona jajaja.

-¿Y cómo fue ese año?

-En principio me lo iba a tomar sabático mientras veía cositas y tal, pero a través de una amiga me salió un trabajo en la Renault, en Saina, en la Zona Franca. Estaba en una oficina en control de calidad.

-Cambio radical. ¿Cómo le fue?

-He sido aplicada y la verdad es que estuve bien esos cerca de dos años, un año y ocho meses, para ser exactos.

-De la locura de la hostelería a unos horarios casi que de funcionarios y de lunes a viernes. ¿Cómo llevó eso de estar encerrada en una oficina?

-Eso era lo peor, jajaja. Llegué a hablar hasta con el propietario para vender coches, salir fuera, lo que fuera para moverme. Jaja. Ya ves, no podía estar dentro de una oficina y ahora, 'pa' colmo, me he montado una oficina en mi casa y tengo otra en el centro, pero bueno, tengo que hacerlo aunque tenga a una administrativa.

-¿Y qué hacía los fines de semana acostumbrada a trabajarlos casi que desde niña?

-Claro, pero yo era madre de una hija que siempre estaba pegada a mí, eh. Pero, sí, tenía tanta energía que parecía que me recargaba con pilas Duracell; ya no, pero antes... jejeje. Así que empiezo a trabajar los fines de semana en el pub Buccan poniendo copas los fines de semana. Y vuelvo a retomar el contacto con la hostelería que durante casi dos años había dejado.

-No fuera a descansar un poco...

-Jaja. También estuve de azafata de congresos y de eventos, pero eso no hace falta que lo pongas.

-Cómo que no, todo vale en las hoja de servicio.

-Entré en el Buccan, donde estuve muy bien; aprendí muchísimo y me gustó trabajar porque nunca lo había hecho en un café bar irlandés. Me encantó. Entonces, un día hablando con mi jefe, le conté un poco mi experiencia en Madrid y como él iba a abrir el Islazul.

-Hombre, el gran Emilio.

-Sí, Emilio y Juan Antonio, que eran los socios. Y hablando con ellos, que tenían que elegir un encargado, vieron posibilidades en mí. Y nada, fui unos pocos de años encargada del Izlazul y muy bien, la verdad.

-¿Y el concesionario?

-Ahí ya lo tuve que dejar cuando empecé de encargada porque se requería más tiempo por mi parte; una encargada se tiene que implicar mucho más. Dejo el concesionario, y yo feliz como una perdiz en Islazul. Posteriormente, se fue el encargado que había en Buccan, y ya fui encargada de Islazul y de Buccan, de los dos. Entonces ya empecé a pensar que era hora de ir tomando forma a la idea que tenía cuando me vine y tal. Porque con mi experiencia, tanto en Madrid como aquí, se me ocurrían cosas. Aparte, yo viajo mucho a Madrid, porque todavía tengo ahí asuntos y una familia a la que tengo que a ver de vez en cuando.

-Viajes donde sigue cogiendo ideas, imagino.

-Sí. Y entonces decido montar mi propio local. Y contando con el Muelle Uno, con el que llevo trece años ya, pues ya llevo 28 dedicándome a la hostelería.

-¿El Muelle Uno fue su primer local en Cádiz?

-Eso es.

-¿Qué era antes del Muelle Uno?

-La antigua librería Omega. En 2011 cogí el local y empiezo manos a la obra hasta que lo abro en el 2012.

-¿Cómo que le dio por ese local?

-Yo empecé a mirar anuncios, a ver inmobiliarias, informarme, veía muchas cosas. Me iba todos los días por Canalejas, observaba el muelle, veía los barcos que llegaban...; empiezo un poco a estudiar el mercado.

-¿Y la librería cerraba por jubilación como tantas otras o estaba en alquiler el local?

-Estaba cerrada. Eso lo tenía una inmobiliaria y yo lo alquilé; la librería Omega llevaba años cerrada. Así que llamé a la inmobiliaria, pero claro, para meterte en un negocio así tienes que contar con un dinerito adelantado, presentar un aval porque te lo piden. Así que me fui al banco, pedí un préstamo y dije, 'si el banco me concede el préstamo es porque el local está para mí'. Lo pensé sin agobiarme. Pero es verdad que yo veía el local mil millones de veces. 'Si no, sigo como estoy y ya está, no pasa nada', me decía para no agobiarme. Y me llamó el banco, que me habían concedido el préstamo. Me volví loca perdida. Llamé corriendo a la inmobiliaria y a mi abuela. Porque aquí tengo que hacer una mención muy importante para ser justa y agradecida. Para pedir el préstamo al banco, antes también me ayudó económicamente mi abuela, que se ha muerto hace poco la pobre.

-¿Por parte de madre?

-Por parte de madre, sí. Ella siempre me ayudó mucho. Entonces, con el crédito, mis ahorros, la ayuda de mi abuela y mis amigos echando una mano se sacó adelante.

-Muchos nervios. ¿Para bien o para mal?

-Para bien, para bien, era una ilusión.

-Vamos, que tenía claro que eso iba a funcionar.

-Sí, sí, sí. Yo cuando tengo algo claro soy muy cabezona.

-Una cabezota, pero con buen ojo.

-Bueno, hasta la fecha creo que sí. Jejeje.

-Toquemos madera.

-Eso, eso. Aquello fue una aventura porque éramos novatos. Y digo éramos porque las personas que empezamos ese proyecto, aunque yo fuera la propietaria, sentíamos que todos éramos un grupo de amigos. El Grupo Muelle comenzó siendo un grupo de amigos.

-¿Cuánto duró la obra, más o menos, para convertir una librería en un bar de copas?

-Empezamos en octubre del 2011 y se abrió el 2 de marzo del 2012.

-¿Quedaban algunos libros?

-Pues no había libros, pero sí que estaban todavía unas estanterías blancas ancladas por fuera, en la calle; esas las quitamos nosotros. Creo que nos quedó bonita la obra. De hecho, las fotos que tenemos en el frontal del Muelle Uno la hizo un amigo mío, que se subió conmigo en lo alto del edificio del Fénix para hacer la foto.

-¿Cómo recuerda ese arranque?

-Pues el arranque fue muy emocionante porque en esa época tendría yo 35 años o más o menos. Todos los que empezamos lo hicimos con mucha ilusión y, además, en el 2012, que fue un año muy bonito para Cádiz.

-El nombre casi que llegó por inercia, ¿no?

-Pues no te creas. Muelle Uno fue porque, cuando yo vivía en Madrid, siempre que quedaba con alguien decía 'nos vemos el Muelle' o 'nos vemos en Canalejas' o 'enfrente del Muelle' o 'a la altura de tal', ¿no? Para mí era una palabra muy de aquí, pero de repente, cuando hablaba con amigos de Madrid me empezaron a decir 'nos vemos en el puerto' y yo les contestaba que nada de eso, que es el muelle. Entonces, como te dije, los años que pasé en Madrid yo siempre intentaba no perder ni mi acento, ni el dialecto gaditano, nuestras palabras, nuestro diccionario, nuestro vocabulario. Porque yo he amado profundamente a Cádiz. Me fui a Madrid un poco a mi pesar al ser menor de edad y porque no me quedaba otra. Luego allí lo disfruté y lo aproveché, pero me fui a mi pesar, ¿no? Entonces, como yo como defendía tanto las palabras de Cádiz, por eso le puse el muelle. Porque me daba coraje que la gente le dijera el puerto al muelle.

-¿Y lo del Uno?

-Le pusimos Muelle Uno porque yo ya tenía pensamiento de crecer. Lo que pasa es que luego, con el tiempo, no vi factible poner Muelle Dos al resto de mis locales.

-Ya que estamos, cuénteme cómo fue ese crecimiento de Grupo Muelle.

-El secreto creo que ha sido estar bien rodeada por unos buenos profesionales como son mis encargados, como Daniel Romero, por ejemplo, que el otro día fue entrevistado por atender a la Princesa, jeje. Él lleva conmigo desde el Islazul y es mi fiel compañero. Después, también está Mónica, que es su mujer y es la encargada del Aguatapá. Ten en cuenta que llevamos una amistad ya de 20 años. Fue un poco como una aventura. Si te digo la verdad, no me hubiera imaginado en mi vida que creciera tanto. Lo que un principio era un bar cómodo, de maderitas, que aquí gusta mucho, y para que la gente estuviera a gusto y tal, de pronto empezó a crecer abismalmente. Empezamos con seis mesas en la terraza.

-Es verdad que con el tiempo se unió la terraza trasera de Joselito.

-Sí, cuando salió la oportunidad, lo cogimos y ampliamos el bar.

-¿En qué año fue esa ampliación?

-Yo esperé un poquito hasta que me atreví a ampliar la terraza en 2019. Es que realmente en el Muelle Uno había colas; no dábamos abasto. Así que decidimos abrirla aportándole montaditos y algo para tomar con la cervecita y tal.

-Y en esas que la familia empresarial crece y traspasa las Puertas de Tierra.

-Fue al poco de abrir al lado de Muelle Uno que vino Félix, un buen cliente y amigo, y me dijo que quería soltar La Bocatería. A mí siempre me gustó este sitio. Cuando quería desconectar yo venía aquí mucho con mis compañeros, amigos o sola. Siempre fue un local que no sé el por qué y creo que sigo sin saber el por qué. Vamos, me gusta a mí y os gusta a todos vosotros jajajaja.

-Tampoco lo sabemos. Bueno, sí, el servicio y la clientela. Que se lo pasa aquí uno bien, vaya.

-Ya, ya. Jaja. Quiero hacer reforma, pero me da miedo porque todo el mundo me dice 'no cambies ná, así está bien'. O sea, le dimos un lavadito de cara, pintamos, cambiamos botellero y cosas. Pero bueno, creo que ya para el año próximo va a tocar hacerle algo más.

-Y de esto (La Bocateria)a lo otro (Aguatapá).

-Claro, lo de Aguatapá fue una oportunidad que se dio prácticamente al siguiente año. Fue muy difícil al principio porque tuvimos también que aprender un poco del tipo de restaurante que queríamos que fuera Aguatapá, enfocado al pescado, al marisco, enfocado un poco a Cádiz, ¿Pero qué pasó? Que a los seis meses pasó la pandemia. Entonces lo pasamos un poco mal.

-Ufff. Y recién llegados. Qué putada mi brigada.

-En la pandemia lo pasé fatal, como todos los hosteleros y como todos los empresarios. En la obra tiramos el local entero para abrir las cristaleras, porque dijimos, 'qué pena, ¿no? Con el mar en frente y no verlo'.

-¿Cómo se llamaba antes?

-El Cotinusa. Y Arena, antes.

-Un mítico.

-Mítico, sí. Que era un tipo pub-discoteca para estar de noche. Abrí todo para aprovechar las vistas, pero claro, la pandemia con tanto...

-Veo que la pandemia paró en seco sus hipotéticas ganas de expandir el grupo Muelle.

-A ver, es verdad que yo cada vez que voy paseando por Cádiz siempre voy mirando arriba, abajo, al centro y 'pa' dentro jajaja. Voy mirando por todas partes locales. Lo que pasa es que también la pandemia nos dio un mazazo fuerte y ahora ya, afortunadamente, estamos recuperados. La verdad que salir como salimos con los cuatro negocios adelante es para sentirse orgullosos.

-¿Cuántos trabajadores tiene el Grupo Muelle?

-Trabajadores tengo treinta y uno ahora mismo. Empezamos cuatro o cinco. En esa época estaba yo... Bueno, hasta hace dos años he estado detrás de la barra.

-¿Y qué piensa en un futuro?

-A mí me gusta ir sobre segura. Aunque parezca que soy impulsiva, que lo soy, también le doy vueltas a las cosas. Y, claro, como salir de la pandemia fue problemático al no tener socios, que tampoco los quiero porque me va bien así. Pero eso significa también que recae todo sobre mi espalda. Me voy a tomar un tiempecito mientras reformamos la parte antigua del Muelle Uno, que lo haremos en este mes.

-¿Y se cierra mientras?

-No, dejamos abierta la parte continua, la nueva y toda la terraza. Lo que se cierra es la parte antigua, que no va a perder su esencia. Va a seguir siendo Muelle Uno. No vamos a cambiar nada. Solo vamos a hacer una reforma de mejora, renovar un poquito el aspecto y poco más.

-Nada como recoger la cosecha de lo trabajado, pero ¿se atrevería con algo más?

-Ehhhh, sí.

-¿Y qué concepto?

-Yo creo que me decantaría por lo que sé hacer, que son las copas.

-Olé, pues con eso lo vamos a dejar.

-Jajaja. Lo que pasa es que, antes, tengo que pelearme con mi familia. Sobre todo con mi hija, que quiere que disfrute más de la vida. Jajaja.

-La última. Como madre que es de los tres bares que tiene, ¿cuál de ellos es su ojito derecho?

-Muelle Uno, pero que no se ofenda al resto. Los quiero a todos pero Muelle Uno es mi niño preferido.

['¡Te van a matar!', grita desde la barra Bego, queridísima camarera de La Bocatería que se ha unido a la charla final]

-Jajajajajaja

-Aro, por eso la reforma que le va a hacer.

-También pretendo hacer reforma aquí cuando pase el verano, jajaja.

-Jajaja. Vale, vale. Ha sido un placer.

-Lo mismo digo.

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