Explosión de Cádiz 1947
Antonio Verdugo: «Esos pocos segundos de la explosión no se me olvidarán jamás»
El gaditano estaba interno aquel verano en el colegio Salesianos, a punto de salir a dar una vuelta con los demás compañeros, cuando un estruendo les cegó la luz insólita
La explosión de Cádiz cae en el olvido
Un destello de tragedia permanece intacto en el recuerdo. Aunque eso sí, cada vez quedan menos 'supervivientes' de aquel 18 de agosto de 1947. Hoy hace 75 años que la Bahía de Cádiz vivió una de sus mayores catástrofes. Fue una noche de verano cuando estalló el polvorín de la Armada. La onda expansiva arrasó el barrio de San Severiano, la Barriada, los chalets de Bahía Blanca, Casa Cuna, el sanatorio Madre de Dios, los cuarteles y los astilleros de Echevarrieta y Larrinaga.
La explosión dejó una estimación aproximada de 150 víctimas mortales, entre ellos operarios de Astilleros, más de 5.000 heridos y en torno a 500 edificios totalmente destruidos. El lugar que sufrió más daños tanto personales como materiales fue Casa Cuna, en la que murieron muchos niños y hermanas de la Caridad.
Hoy se conmemora aquel estallido en la posguerra que convirtió a la ciudad gaditana en pólvora. Ello provocó un estruendoso ruido que retumbó hasta en la capital hispalense. Dejando, también, un cielo rojo por todas las partes de la Bahía. La triste negligencia atizada por el calor ha pasado a la historia y muchos gaditanos supervivientes de aquella noche de verano relatan la tragedia que, desgraciadamente, vivieron en primera persona.
Hay momentos en la vida que se quedan para siempre en la memoria. El tiempo puede curar, pero no olvidar. Y más para aquellos que les deslumbró la luz resplandeciente muy propia de verano. Justo lo que le pasó a Antonio Verdugo. El gaditano que estaba interno en el colegio Salesianos, cuenta en primera persona -y en el lugar donde lo vivió- qué significó para él la explosión de 1947.
«Ese día fue muy especial dentro del colegio Salesianos. Salimos del comedor sobre las nueve de la noche y el director preguntó cómo estaba la marea -tiene que estar baja porque esta mañana nos bañamos con la marea alta-», comienza Antonio. La idea era salir a dar un paseo todos juntos pero unas palmas fuertes sonaron en el patio de Salesianos y la voz del director gritando «todos quietos». Antonio confiesa que le entró mucho miedo en ese momento, pues la explosión se había escuchado muy fuerte. «Nos pusimos ahí sentados», señala el lugar donde justo él estaba en ese momento. Con todo nostálgico cuenta que todo temblaba y que «los cristales estaban reventados, todo destruido».
El rumor de una segunda explosión no iba descaminado, así que 200 alumnos se fueron a la entrada del colegio donde les recogieron coches de la Guardia Civil. «¡Qué momento!», añade Verdugo, que prefiere dejar la frase ahí y mirar hacia el patio para seguir recordando ese agosto.
La noche se volvía más trágica por segundos. «Cuando llegamos a El Chato pudimos ver camiones cargados de gente muerta que iban para el cementerio», relata. «Era muy fuerte todo, ¿eh?».
A la mañana siguiente, la madre de Antonio fue a recogerlo y 75 años después, sus recuerdos siguen intactos. Con tan solo 16 años ya había vivido una de las mayores catástrofes. «Cogido de la mano de mi madre, podíamos ver todo destruido, casas totalmente siniestras. Cenizas y escombros por todas partes», asevera.
Un amigo de Antonio perdió a toda su familia y solo sobrevivió él. No ha querido dejar atrás esta desgracia junto a alguna que otra lágrima que no se ha podido resistir.
A otro de sus amigos le salvó la muralla de Puerta de Tierra. «La onda expansiva no llegó ahí, fue la muralla la que salvó no solo a uno de mis amigos, también a muchos gaditanos y gaditanas», explica.
Lo que ocurrió fue trágico, claro está. El tiempo ha pasado pero los sentimientos y los recuerdos de esa noche siguen íntegros en las memorias. «Lo recuerdo como si fuera ayer, no se va a olvidar jamás ese color rojo que pintó el cielo de la ciudad», finaliza.
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