Entrevista | Cádiz

Antonio Anasagasti: «Disfruto con el relato, es un género que me gusta y en el que me siento cómodo»

El escritor gaditano culmina su trilogía sobre el amor con su nuevo libro 'Años de amores diferentes' por Universo de Letras

El escritor Antonio Anasagasti con su último libro 'Años de Amores Diferentes' F. Jiménez

M.Landeta

Cádiz

Antonio Anasagasti es muchas cosas pero sobre todo es contador de historias. El escritor gaditano, que ha publicado más de 300 relatos sobre amor en la trilogía compuesta por 'Algunos amores no duelen tanto', 'Algunos amores son diferentes' y 'Años de amores diferentes', repasa su azarosa trayectoria vital mientras desgrana alguna de las claves de su último trabajo publicado por la editorial Universo de Letras, un libro donde los tópicos sobre el amor se transforman reflejando los cambios sociales recientes y la diversidad en las relaciones humanas. Así, cuando se habla de amor salvaje, la trama se sitúa en medio de la selva; en amor limpio, el personaje principal sufre un trastorno compulsivo por la limpieza o en amor picante la trama gira en torno a un comerciante de especias.

El futuro laboral de Antonio Anasagasti Valderrama (Cádiz, 1958) estaba encaminado a continuar con la tradición familiar hostelera que lo espoleaba a tomar el testigo en la dirección del restaurante Atxuri, una institución gastronómica fundada por su padre en la calle Plocia. Sin embargo, la palabra, el verso y la emoción siempre han habitado en el escritor gaditano y nada ni nadie ha logrado silenciar esta pulsión por las letras. «Empecé a trabajar ayudando en el restaurante con diez años porque mi padre estaba enfermo con un problema en la sangre que le impedía producir glóbulos blancos suficientes y yo tenía que ir conociendo el oficio para cuando me tocara darle el relevo».

El gaditano rememora aquel tiempo en el que siendo un niño que estudiaba en San Felipe «envidiaba» la suerte de sus dos hermanas mayores que por su condición de mujeres esquivaban las duras jornadas en el bar en aquellos tempranos años setenta antes de la llegada de la Transición, cuando los gaditanos pagaban por atravesar un recién inaugurado Puente Carranza, cuando la ciudad aún contaba con plaza de toros y el muelle rebosaba con la actividad centenares de barcos pesqueros y una nutrida flota mercante tenía su base en Cádiz. «Fíjate cómo hemos cambiado, en ese tiempo yo me sentía discriminado porque me obligaban a trabajar en el bar porque se consideraba que ese ambiente no era lugar para las mujeres de bien. En parte, eso fue lo que me determinó terminar mi carrera de Derecho y enfocar la vida por otro lado». Y es que la sociedad española transitaba aún por el franquismo y el código moral tenía unos estrictos estándares de conducta para las mujeres que no regían para los hombres. Las  mujeres contaban con pocas posibilidades para realizar una carrera profesional porque se potenció su papel de esposas y madres. El divorcio, la anticoncepción y el aborto estaban prohibidos.

«Cuando ya me hice cargo del negocio aprovechaba cada momento que tenía libre para escribir poesía en el bar: a veces me sentaba en una mesa libre con mi cuaderno, otras apuntaba un verso en una pizarra o hacía anotaciones con tiza en los frigoríficos o en una servilleta. Entonces formaba parte del Grupo Jaramago, en el que también estaban Juan José Téllez y Rafa Marín como cabezas más visibles, y publiqué en la revista que llegó hasta el número 6. Cuando desapareció me sentí un poco huérfano hasta que al cabo de unos años me encontré con Téllez en el desaparecido «Café del Correo» donde se organizaban unos encuentros  culturales. Y eso fue determinante».

El veneno de la tinta fluía por sus venas y contactó con Antonio Pastor de la editorial Ópera Prima para participar en 'Aldea Poética', una antología donde poetas de 32 países unen sus voces para presentar una libro de poemas inéditos que contaba con la introducción de Gloria Fuertes. 

«Entonces me decidí a presentar mi primer libro. Quería que fuera algo totalmente distinto, rompedor, con un estilo propio y me fijé en el recurso de la aliteración para publicar 'Sobre Aliteradas' (Niebla, Madrid, 1999)«. Después llegaron 'Arrítmico amor' (Devenir, Madrid, 2003) y 'En el interior de la ciudad encerrada' (Ayuntamiento de Salobreña, 2004). 

Anasagasti fue comprobando cuán acertadas eran las palabras de Juan Ramón Jiménez cuando hablaba de «una literatura para una inmensa minoría» y cambió de tercio. «Me rompí el menisco y tuve que hacer reposo obligado así que por las tarde me aficioné a la SER para escuchar el programa de La Ventana con Juan José Millán y a partir de ahí empecé con los micro-relatos. Pasé de la poesía a la narrativa y me convertí en un colaborador habitual de la cadena«. El escritor cuenta que fue una época de aprendizaje, donde pulió su estilo y exploró los finales sorpresivos al estilo del autor americano O. Henry. 'Marte entra en la casa octava' (Alhulia, Salobreña, Granada, 2006), 'El fin del poder Absoluto' (Diputación Provincial de Cádiz, 2007), 'Hijos del Mayo del 68' (Alhulia, Salobreña, Granada, 2008) y 'Un recetario de muerte' (Alhulia, Salobreña, Granada, 2016), son algunas de las colecciones de micro-relatos que ha publicado.

«Siempre me ha gustado mucho utilizar el recurso de la paradoja para confrontar y crear narraciones que entremezclan elementos e ideas que aparentemente son contradictorios«, asegura antes de reflexionar sobre el disparatado y pervertido panorama político español. 

Hombre polifacético, trabajador incansable, Anasagasti parece tener impregnado en su ADN esa seriedad que se le supone al vasco. «Alguna vez he intentado componer alguna letra para las chirigotas pero no es lo mío. Ten en cuenta que el sector de la hostelería es muy esclavo y como tenía que trabajar en el bar me he perdido todas las fiestas y  todos los cachondeos. Y eso, también es un hándicap«. 

El gaditano reconoce que se siente más cómodo utilizando el humor cuando escribe sobre género negro, en novelas de crímenes con personajes ambiguos porque «no me gusta ser gore y huyo de violencia gratuita, de la crueldad. Entonces para suavizar esos finales trágicos de muerte, a veces he utilizado el humor negro».

Charlar con Anasagasti supone adentrarse en un universo lleno de historias fascinantes. El escritor engarza anécdotas y rememora episodios vividos en el Atxuri, (un Consulado vasco en Cádiz donde se reunían militares, familiares de presos de ETA,  gente de astilleros...) mientras que el oyente embelesado se deja conducir por los recovecos de la prodigiosa memoria del gaditano: «he hecho de casi todo porque es una manera de ir aprendiendo en la vida«. Dueño de un restaurante con 16 años, licenciado en Derecho y abogado de UGT, Anasagasti también ha hecho carrera en la Armada Española, ha sido árbitro de fútbol y policía en una película... pero esa, ya es otra historia.

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