con 'c' de cádiz
«Abrí en junio del 98 y no me cogí un día libre hasta diciembre»
ramón gómez domínguez. hostelero
Ramón se ha hecho fuerte en mitad de la concurrida y complicada calle Brasil, un foco de animación continua que ha dado a la noche gaditana épocas doradas
![Ramón lleva más de veinte años detrás de la emblemática barra de su negocio](https://s2.abcstatics.com/lavozdigital/www/multimedia/provincia/2022/11/03/ramon-iguana-RJKqi3TWvcK9At0Ye4LOtPL-1240x768@abc.jpg)
Ramón Gómez Domínguez (Cádiz, 1972) puede ser tranquilamente el guardián de la calle Brasil, un foco de animación de la fiesta gaditana que ha pasado por años dorados y otros más oscuros. Y en todos ellos ha estado él. Unas veces al frente de un barco con viento de popa y otras agarrándose al timón para no encallar en los avatares de la vida. De su padre, «fallecido el 11 del 11 del 2011», este hostelero ha sacado la educación y el talante de un tipo que se hace querer por su forma de ser, sencilla y amable. Para qué mas.
Creció en la calle Sociedad, frente al colegio San Felipe, donde hizo amigos y algún curso que más que luego le valdría para amasar clientes y más clientes. Estudió Turismo en Jerez, donde siguió haciendo clientela de cara a un futuro que le dio una mujer y dos hijos a los que no ha parado de robarles tiempo dada su querencia al trabajo.
La entrevista, Cádiz es muy chico, comienza poniéndonos al día con hermanos con los que hemos compartido vivencias en el colegio. La charla se detiene por momentos para que Ramón, como buen pagador, se ponga al día con proveedores y salude a un cliente que entra u otro que sale. Y es que compartir una conversación con esta leyenda ya del ocio gaditano es recordar los mejores tiempos de Muñoz Arenillas sin olvidar repasar las consecuencias de varios contratiempos en forma de leyes, pandemias o modas que vienen para quedarse. Como él, que no se ha movido de su sitio desde el primer día en que llegó. Y va ya para 25 años. Que se dice pronto, oiga.
-¿Cómo fue su primer contacto con la hostelería?
-Desde los catorce años trabajaba en el bar con mi padre. Estudiaba y trabajaba a la vez.
-¿Qué bares tenía su padre?
-El Cántabro y La Primera de Cádiz, que se puso Casa Ponciano; los dos estaban el uno al lado del otro en la calle Lázaro Dou. Lo que ahora son el Provenzal y una cafetería en plan americana que da desayunos. Eso sería el 87, 88 que yo empecé a trabajar con 16 años.
-¿Le gustaba?
-La verdad es que no, pero con el tiempo, cuando me hice de la situación, ya sí. Pero mientras tanto no me gustaba. En aquellos tiempos San Juan de Dios tenía un trago...
-Uff, cierto. Plocia y el barrio no es hoy lo que era. Mucha droga, ¿no? Por haber, había hasta sitio de lucecitas como El Molino blanco creo recordar.
-Así era. Había mucha heroína, prostitución. El bar de mi padre era de comidas pero todo ese ambiente salpicaba mucho. Mi padre abría a las cuatro de la mañana para dar de comer a los de portuario y astilleros.
-Ahí está hasta que hace Turismo y se independiza. ¿Fecha?
-En el 97 me voy a Londres a perfeccionar el idioma. Allí estuve de camarero de piso, haciendo habitaciones. Y no, no me gustó la experiencia y me vine para Cádiz en diciembre porque tenía un precontrato para el verano del 98 para trabajar en EuroDisney, en París, y aprender francés. Pero no me fui al final.
-¿Por qué no?
-Porque me salió esto, que lo abrí en el 98, el 24 de junio de 1998.
-Olé. ¿Y cómo surgió y qué era esto antes de ser la Iguana?
-Esto fue Windsurfing Cádiz y El Búcaro, que tenía una mesa de billar y ponía copas y algo de comida pero no duró mucho. Entre la oportunidad que me salió de alquilar el local y que a mi madre le daba miedo que me fuera a vivir fuera pues me quedé. Además, yo ya entonces decía que quería abrir un bar de copas y salió esto. Mi padre me prestó el dinero y se lo devolví en cinco meses.
-¿Qué edad tendría?
-26 años.
-Devolvió rápido el préstamo. ¿Tan bien fue la cosa en los inicios?
-Eran tiempos que se salía mucho por Muñoz Arenillas. Además, yo conocía a mucha gente porque repetí dos veces en San Felipe y también en Turismo. A esas amistades, también les unía la del boxeo, que daba clases en la calle Santiago y en donde ahora es el 360. Yo estaba más en forma que ahora (risas). Cuando abrí el bar yo pesaba 90 kilos y he llegado a estar en 190. Ahora estoy en 160.
-¿Y eso cómo se lleva ahí detrás de la barra?
-Regular, sobre todo por la circulación venosa. Eso sí, las analíticas me salen perfectas, pero las piernas sufren mucho la presión del peso.
-Coincidió la apertura del Iguana con los mejores años de Cádiz, no como ahora que da hasta pena muchas noches. ¿Cómo vivió esos años?
-Ya ves. Yo estudiaba en Jerez y me decían los compañeros 'qué bien vivís en Cádiz con el ambiente que tenéis'. Y mira, a los pocos años mucha gente de Cádiz se iba a salir por Jerez en invierno y a la costa en verano.
-¿Cuál cree que fue la época dorada de Muñoz Arenillas?
-La de Muñoz Arenillas creo que el punto álgido sería por ahí, en el 98. En cuanto a la mía fue del 2001 hacia delante. Es verdad que nunca me ha ido mal; solo cuando he abierto más cosas
-¿Cuáles fueron y por qué no funcionaron?
-Me equivoqué y no supe gestionarlas. Uno era Iguana Moon (hoy Dolcevita), que no me iba mal del todo, pero me metí también en la restauración con Belvedere, lo que ahora es el Provenzal del Paseo. Que parece que me van persiguiendo por lo que veo porque han cogido el bar de mi padre donde empecé a trabajar y después el otro mío (risas). Y lo que decía, no supe gestionarlo todo. Yo creo que es porque no se me da bien ser jefe; me intento portar bien con todo el mundo y después no funciona como creo.
-¿Y aquí no es jefe?
-Aquí es distinto porque tengo a mi hermano y a dos chavales de confianza. Y también viene de vez en cuando mi hijo, que tiene 19 años y aunque no le gusta mucho es bueno trabajando. Ya sabe cómo son los niños de hoy en día. No les gusta nada (risas). Pero la verdad es que me está sorprendiendo. Lo que pasa es que los niños de ahora te lo dicen directamente, que no les gusta estudiar ni trabajar. No como antes, que pensábamos igual solo que no lo decíamos.
-Jajajajaja Además es verdad. ¡Cualquierilla' le decía a su padre que no le gustaba estudiar ni trabajar!
-Así es. Todo ha cambiado jajaja
-El nombre. ¿Cómo surge bautizar al bar como el Iguana?
-Era el 98 y lo soñé. En aquel entonces no había internet como ahora y yo iba con una libreta preguntando a los colegas por nombres que le pareciesen y demás. Pues bien, una noche soñé que se llamaba Iguana y que estaba lleno de gente y me levanté por la mañana con el nombre decidido. Y a mí ni me gustaban las iguanas ni estaba apuntado en la libreta ni nada de nada. Ahora ya sí que tengo mi colección de cositas inspiradas en el animal.
-¿Y el logo?
-Ese mismo día, cuando me desperté y decidí el nombre llamé a mi amigo Domingo Pozanco, que dibuja muy bien, y me hizo el logo en cinco minutos. El original era vestido de hawaiano con un tanguita y un marlboro.
![El logo ha sufrido algún cambio respecto al original que cuenta Ramón.](https://s3.abcstatics.com/lavozdigital/www/multimedia/provincia/2022/11/03/download-U30556861022xUM-624x385@abc.jpg)
-¿Cómo es la clientela del Iguana?
-Puede decirse que es una clientela que ha ido creciendo conmigo. Yo abrí con 26 años y ahora tengo 50. Y todo eso conlleva un paso del tiempo en el que la gente se casa, tiene hijos, se divorcia… Igual te pasas mucho tiempo sin ver a gente hasta que sus hijos ya son mayores y vuelven; o se separan y regresan. O gente que se ha ido a vivir fuera y viene de visita o vuelve para quedarse. Ya no vienen con la asiduidad de antes pero no pierden el contacto. Y eso se agradece. El cliente del Iguana es gente de todo tipo. Cuando abrí el Iguana Moon el slogan era: 'Un lugar para todo tipo de fauna'. Y si echas un vistazo a la clientela creo que también se puede aplicar (risas). Aquí viene desde Rafael Polanco, el socio número uno del Cádiz CF, o gente con 70 años hasta chavales de 20. Aquí entra todo el mundo y de eso se trata.
-A lo largo de tantos años, supongo que habrá tenido problemas con los vecinos. ¿Cómo lo lleva?
-Cada vez que ha habido alguno siempre he tratado de solucionarlo. A veces, era muy difícil. No tengo otra que decirles lo que hago. 'Mire, yo mando callar a la gente pero si hay un cumpleaños a la una de la mañana y la gente canta se me va de las manos ese momento'.
-Ahora los horarios ya son los que son, pero ¿hasta qué hora solía permanecer abierto el bar en esos años dorados?
-Pfff.. Al principio no había horario de cierre y me daban las siete, ocho de la mañana poniendo copas. Cuando abrí el local, mi madre le dijo a mi padre que 'el niño se va a aburrir y va a dejar el bar en cuanto pase el verano'. Pues abrí el 24 de junio del 98 y no me cogí un día libre hasta el día 10 u 11 de diciembre. Todos los días abriendo y cerrando desde las tres de la tarde a la madrugada. De hecho, yo fui de los primeros en abrir por las tardes para el copeo porque en el 98 los bares de Muñoz Arenillas solo abrían por la noche. Entonces no había tardeo.
-Tras probar suerte con la discoteca (Iguana Moon) y la restauración (Belvedere), ahora mismo solo tiene la Iguana. ¿Es lo mejor que está haciendo?
-Sí. Además, cuando abrí esos dos negocios me cogió una época muy mala. En 2010 cerré el Belvedere con un amigo y me metí en un boquete de deudas. A eso se unió que esta calle (Brasil) se llevó un año entero levantada por obras y se desplazó la movida de aquí a la zona del Pavoni, Tobba, Irlandés…Y para más inri, entró la ley del tabaco. Fueron dos años muy jodidos y cuadró con que murió mi padre. Pagaba un dineral en los alquileres de tres locales, tenía mucho personal y yo, como siempre fui para arriba, no me esperaba pegarme el batacazo que me pegué, la verdad. Y me lo pegué por derecho.
-Jajajajajajaja Me rio por no llorar, Ramón.
-Jajaja No, no, si ya ha pasado. Pero claro, es que como siempre fui hacia arriba...; lo raro ha sido que haya podido salir.
-¿Y cómo lo ha conseguido?
-He tenido mucha tenacidad y mi mujer me ha ayudado mucho. Tuve que ofrecer al banco mi casa en dación de pago, problemas con la Seguridad Social…Me di cuenta de que iba saliendo cuando el banco me dijo que ya no me podía coger a casa en dación de pago porque me habían visto ya capacidad de reacción. Poquito a poco fui saliendo.
-Ha vivido por y para el negocio. ¿Cómo lleva su familia esas ausencias?
-Al principio de todo empecé soltero. A mi mujer la conocí después. Y sí, cuando cerré el Iguana Moon en 2012 y me quedé con este solo me pegué otra vez seis meses yo solo y sin librar porque no podía pagarle a nadie. Ella aguanta y está acostumbrada. También quiso la mala suerte que en aquellos años ella estuviese en el paro, pero hizo un curso, le vieron actitud y lleva ocho trabajando en el equipo de cocina del Parador.
-¿Qué le decía su padre sobre su modelo de negocio?
-Mi padre era de los antiguos. Se ganó la vida con el pescado, el marisco. Él siempre fue muy buscavidas y en el muelle siempre fue un máquina ganando dinero Y cuando me vio decidido a abrir más cosas ya me decía que 'a dónde iba corriendo tanto'. Me advertía, 'Ramón, que el personal es muy complicado saber llevarlo…'. Esto se está viendo ahora, pero viene de antes. Hace tiempo quizás había más mano de obra y ahora es más selectivo.
-¿Y por qué le dio por abrir esos dos negocios más?
-Siempre he sido muy inquieto; hasta tengo aún una carta hecha por mí con la idea de un futuro restaurante con recetas elaboradas, nuevas ideas…
-O sea, que no descarta una nueva aventura empresarial.
-No, no, ya sí lo he desestimado. Con 50 años lo que quiero ya es asentarme y tranquilidad.
-¿Son los hosteleros los primeros en darse cuenta que el país está en crisis?
-Puede ser. Te vas dando cuenta cuando los días entre semana sale menos gente o en cuanto hace un poquito de mal tiempo la gente se queda en casa.
-Ahora que dice lo de los días entre semana. ¿Se han perdido los jueves definitivamente?
-Sí que se han perdido. Y eso que no hace mucho tiempo los jueves eran una locura. Pero sí, el jueves desapareció. Ahora es más el tardeo o ahora en diciembre que es todos los días.
-¿Cuál es la peor época?
-Lo peor aquí, entre comillas porque siempre solemos tener clientes, es del 7 de enero hasta Semana Santa. Esa es la época más tranquila.
-Hablemos de la cerveza. ¿Siempre ha estado con San Miguel en una ciudad de Cruzcampo?
-Yo tuve Cruzcampo en su día, pero llevaré ya como unos 18 años con San Miguel. Y muy contento que estoy.
-Y el cliente, ¿se le queja, le demanda otra?
-A ver, yo tengo mucha variedad de tercios, pero procuro ser fiel con San Miguel porque se portan muy bien conmigo. Hice un acuerdo con ellos porque también iba de la mano con otro negocio más grande que iba a abrir otro compañero y me dieron las mismas condiciones. Y al tiempo, el otro ya no está con ellos y a mí me las mantienen.
-Tema botellón. A favor o en contra de esos años.
-Eran tantas las personas que se aglomeraba en la puerta de la Iguana que hasta había gente que decía que yo vendía botellas a la calle, cosa que no he hecho en mi vida. Pero es que la gente quedaba aquí, en la puerta. Y claro, el que venía a esperar a los amigos del botellón pues mientras se tomaba una cerveza o una copa. Y los que acababan antes, también venían. Como yo siempre tenía la copa barata no eran pocos los que venían antes o después del botellón porque siempre había ambiente. Lo que es verdad es que el botellón movía a mucha gente. Lo que pasa es que nos terminó quemando porque parecía que lo fomentábamos nosotros cuando no era así. Sacaron la ley antibotellón para, entre comillas, ahorrarse ellos la seguridad y éramos nosotros los que acabamos pagando a porteros para que la gente no sacase los vasos. Encima que ganábamos menos, tenías un gasto más.
-¿Cuántas multas le han caído a lo largo de tantos años?
-Pues la verdad es que pocas. Yo siempre he tenido, y te lo puede corroborar cualquier policía local, fama de colaborador. No he sido de discutir con ellos; primero porque es una tontería y segundo porque no es mi forma de ser. Nunca discuto.
-¿Cómo ve la noche de Cádiz en la actualidad?
-Ha perdido mucho; ahora es más de tarde o primera hora de la noche.
-Bueno, eso también es mejor para su salud.
-La verdad que sí. Los fines de semana podemos cerrar a las cuatro y es muy raro que yo cierre a las cuatro. Cierro a las dos, a las tres a lo sumo. Además, ahora no es como antes porque al personal hay que pagarle las horas extras. Así que cuando veo la cosa tranquilita voy echando el cierre porque no voy ganar en ese tiempo más de lo que tengo que pagar. Por no hablar que a esas horas estás a riesgo de más problemas porque la gente está más bebida. Yo creo que la pandemia nos ha abierto los ojos a muchos.
-¿En qué sentido?
-Pues en eso de no apurar las horas del cierre y cerrar con más calma antes.
-Ya que estamos. ¿Cómo pasó la pandemia?
-Pues mira, muy bien. Yo pensaba que iba a estar peor, pero la gente salía por la tarde y se ponía como si fueran las cinco de la mañana (risas). A las seis de la tarde estaba todo el mundo ya…
-Sí, sí, doy fe. ¡Vaya ritmitos nos marcamos! (risas)
-Es que fue así. Yo me decía, 'si vendo esto todos los días y cerrando a las seis de la tarde…'. Eso no lo he conocido en mi vida. Estaba en mi casa a las siete de la tarde, con la caja hecha y tranquilo. Una maravilla.
-Jajaja No, si al final es verdad que los horarios impuestos nos organizaron la vida a todos. Bueno, ¿cómo ve el futuro, su futuro?
-A mí me gustaría siempre estar ligado al bar. Venir menos con la edad, pero siempre estar cerca. Ahora, por ejemplo, voy a meter a una persona porque llevo sin cogerme vacaciones desde hace tres o cuatro años. El problema de este negocio es que es muy personal y al final tengo que estar. Por un lado está bien porque viene la gente a verme y eso me gusta, pero por otro no tengo mucho más vida. Los viernes salgo a las ocho de la tarde, me voy con mi mujer y mis hijos si están libres a tomarme una tapita y las doce de la noche me vuelvo para acá. Ellos se quedan en casa y yo me vengo. El domingo, igual. Salgo a comer con ellos y a las seis de la tarde estoy aquí otra vez.
-Sarna con gusto, ¿no? Porque no le veo arrepentido.
-No, no. Yo estoy muy contento con lo realizado. Es más, sigo teniendo inquietudes pero después lo pienso y me digo '¿para qué?'. Y me freno al pensar todo lo que he pasado.
-Entiendo que las inquietudes son relacionadas con la hostelería. ¿Es así?
-Sí, sí. Aunque la gente no se lo crea por mi físico, yo tengo diagnosticado un TDH de adulto. Y es verdad que no paro de darle a la cabeza. Siempre le estoy dando vueltas a las cosas.
-¿Y qué sueño se va a quedar sin hacer?
-En realidad lo he cumplido. Abrí una semidiscoteca y un restaurante que iba bien pero donde hubo problemas de gestión. Y mira, soñé con que un bar que se llamaba la Iguana estaba lleno y lo he cumplido estando más lleno que en el sueño. Yo ya tengo 50 años y ahora lo que busco es tranquilidad. Mejor estar como estoy, cumpliendo todos los meses y tranquilo. Eso sí, las cosas que han pasado ahí dentro me dan para escribir varios tomos.
-Dígame una.
-Jejeje Mejor, no. O sí, quien sabe si un día me da por escribir mis memorias.