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Los girasoles pierden brillo en Cádiz

agricultura

Pese a que la invasión de Ucrania derivó en mayores plantaciones, la producción ha sido mínima por diversos factores

La sequía y el calor han impedido que muchos girasoles alcancen su madurez. francis jiménez

Álvaro Mogollo

Cádiz

La invasión rusa de Ucrania, entre otras muchas cosas, puso en jaque el equilibrio alimentario debido a que el país del este es un peso pesado de los cereales y las semillas. Ante la delicada situación, las exportaciones empezaban a quedar en suspenso y se hizo necesario un reajuste en el resto de territorios productores.

En el caso del girasol, Ucrania es de largo el mayor exportador mundial y eso obligó a los productores de otros países a asumir la responsabilidad de aumentar sus cosechas para cubrir la demanda. En el caso de España, que precisa de importaciones para satisfacer el consumo propio, se aumentaron las cosechas tras un permiso comunitario.

Sin embargo, una serie de dificultades han provocado que la temporada no haya cumplido en absoluto las previsiones esperadas y la cosecha se ha quedado prácticamente en la mitad de lo que los agricultores gaditanos sembraron.

Pedro Gallardo, presidente en Cádiz de ASAJA, la Asociación Andaluza de Jóvenes Agrarias, desgrana las vicisitudes a las que han tenido que hacer frente, que van desde las complicaciones para llevar a cabo la siembra por los altos costes de producción hasta olas de calor muy perjudiciales para el girasol.

«El invierno ha sido muy seco, no llovió nada en enero y febrero, lo que hizo que la siembra se retrasara hasta mediados de marzo y abril, muy tarde. Sí que llovió bastante en los primeros días de marzo pero posteriormente hemos vuelto a tener meses muy secos y mucho calor, que han provocado que las plantas no se desarrollen en todo su esplendor», afirma.

La invasión de Ucrania no hizo sino empeorar la situación, porque generó gran incertidumbre a todos los niveles puesto no se sabía la cantidad que podrían sembrar los agricultores ucranianos, de los que dependen en gran medida el mercado del girasol.

Eso se generó mucha volatilidad en los precios: «En ese momento se empezaron a hacer contratos a 850 euros la tonelada, cuando la campaña comenzó el año pasado a un precio de 360 euros por la misma cantidad».

Ante la incertidumbre de posible desabastecimiento en el continente, a finales de marzo la Comisión Europea propuso que los agricultores pudieran sembrar las superficies de barbecho, que son aquellas zonas en las que no se permite la plantación.

Sin embargo, entre las plantaciones aceptadas por el organismo comunitario no figuraba el girasol, lo que suponía un problema debido a que ya era una fecha tardía para sembrar otros cultivos como el trigo, el garbanzo o la lenteja.

Fue ahí donde apareció la mediación del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, de la Junta de Andalucía y de las propias cooperativas de la provincia, que informaron puntualmente de este perjuicio para los agricultores y consiguieron que la Comisión Europea autorizara la siembra del girasol: «Hay que agradecer esa mediación que nos permitió que sembrásemos en unas extensiones en las que teóricamente no está permitido».

«Hay que reconocer que se invirtió mucho dinero para acondicionar esas tierras de barbecho y que no quedaron perfectas porque no estaban preparadas para ello ya que los trabajos en la tierra en la que se siembra el girasol se inician en noviembre», explica Gallardo.

A nivel nacional, de las 630.000 hectáreas del año pasado se han pasado a las 800.000 de 2022, un aumento considerable. El problema es que en lugar de haber obtenido una previsible mayor cosecha, el resultado ha sido inferior por efecto de la sequía y el calor: «Cuando hemos entrado en el campo, nos hemos encontrado prácticamente con la mitad de lo que cosechamos el año pasado».

«Esa circunstancia, unida a la incertidumbre de Ucrania, ha generado una gran volatilidad en el mercado y los precios se han comportado muy por debajo de lo esperado», expone el representante de ASAJA.

La demanda de girasol se aglutina en muy pocos compradores en el mercado nacional, por lo que considera necesario que los productores se unan a la hora de vender para obtener un mejor precios: «Si hay dos o tres compradores de girasol en España, que no hay más, y existen 40.000 vendedores, es mucho más difícil defender un precio. Para eso están las cooperativas, para tener más peso y ganar capacidad de negociación».

Desincentivos para 2023

La actual coyuntura hace que muchos productores se replanteen en 2023 si sembrar o no girasol ante el temor de cosechar pérdidas: «Con estos rendimientos y los precios que hay actualmente en las lonjas, al girasol se le pierde dinero».

Además, el año que viene entra en funcionamiento la futura Política Agrícola Común, las ayudas europeas a la que los agricultores locales se oponen: «Te condicionan tu forma de producir porque, por ejemplo, el girasol parece que deja de tener la ayuda que actualmente sí tiene. Que no es mucho, pero dejas de percibir ese dinero».

«La mala producción, las pérdidas, la nueva PAC y la limitación de los productos fitosanitarios, que son los que garantizan la seguridad de las plantas y que ahora quieren acotar sin criterio científico por mera presión ambientalista, pues pueden hacer que los agricultores se lo piensen mucho el año que viene», asume Gallardo.

Futuro incierto en Ucrania

Este fin de semana, Gallardo, presidente europeo del Grupo de Trabajo de Plantas Oleaginosas, acude a Rumanía a un congreso sobre la materia y allí analizaran la situación actual en el continente. La situación no es mala en los países con mayor producción como son Rumanía, Bulgaria y Hungría, pero evidentemente es imprevisible en el gigante del girasol como es Ucrania.

«Los agricultores ucranianos nos trasladan que tienen mucho temor de que las tropas rusas se queden con la cosecha en caso de que permanezcan en territorio ucraniano o bien que la quemen si optan por volver a su país», explica.

Además, incide, la región más prolífera de toda Ucrania es la del Dombás, que se encuentra bajo dominio ruso.

Si Rusia opta por apropiarse de las cosechas y llevarlas posteriormente hasta su territorio, la situación del girasol se agrava aún más: «En ese caso no podría entrar en Europa por el veto europeo interpuesto sobre los productos rusos».

Subidas y bajadas en el precio del aceite de girasol

Todo el mundo recordará las escenas de desabastecimiento momentáneo en las estanterías del aceite de girasol en los supermercados en los primeros días de la invasión de Ucrania.

El temor a que el mayor productor de girasol del planeta parase su actividad, generó un temor, infundado a la vista de los acontecimientos, que llevó a algunas personas a comprar de forma irracional gran cantidad de este aceite que incrementó su precio debido a la incertidumbre del mercado, pero también, paradójicamente, por el hecho de que estos usuarios estuviesen adquiriendo este bien de forma desmesurada y cada vez fue más difícil encontrarlo. Además, se daba la circunstancia de que la inmensa mayoría del aceite que se adquiría en esos días era español.

Los supermercados limitaron la compra de las botellas y garrafas de aceite para que cada usuario pudiese adquirir un número determinado diariamente. Incluso muchos empresarios de la hostelería lanzaron una petición a la población solicitando que no comprasen tanto aceite de girasol porque su consumo en los hogares es limitado, pero básico en bares y restaurantes.

El precio se disparó en marzo tras la invasión rusa, casi doblando su valor hasta pocos días antes. Pero con el paso de las semanas, tras tocar techo, ha ido bajando su precio paulatinamente y en junio acumulaba ya tres meses consecutivos de bajada.

Pese a ello, actualmente sigue siendo más caro adquirir aceite de girasol que antes del conflicto bélico en Ucrania. 

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