IX Congreso Internacional de la Lengua
Bienvenidos a Cádiz, el «parteaguas de la humanidad»
El presidente de la Real Academia de la Lengua, Santiago Muñoz Machado, reivindica la Constitución de 1812 por su creatividad y habilidad para unir tradición y progreso
A Cádiz, a lo largo de su periplo por este camino conjunto de la civilización, le han dedicado muchos piropos, a veces cercanos al requiebro de un poeta, a veces más próximos al exabrupto más machista. Se la ha llamado Cuna de Occidente, Novia del Mar o Salada Claridad, amén del ya clásico Tacita de Plata. Pero pocos podían imaginar que uno de los más creativos se iba a producir en el marco del IX Congreso Internacional de la Lengua Española. Lo ha pronunciado en la mañana de este martes 28 de marzo, en el desarrollo de la segunda de las jornadas de ponencias, Fernando Serrano Migallón, que ha definido a la ciudad como «el parteaguas de la humanidad», amén de serlo del derecho público. Lo ha hecho en el marco de la sesión plenaria titulada 'Una constitución para dos hemisferios. La influencia de la Constitución de Cádiz en América', presidida por el presidente de la Real Academia de la Lengua, Santiago Muñoz Machado.
Muñoz Machado fue el encargado de pronunciar la conferencia inicial ante la mirada del resto de participantes en la mesa (Juan Fernández Trigo, Pablo Ruiz-Tagle, Fernando Serrano Migallón y Allan Randolph Brewer-Carías). El presidente de la RAE comenzó por referir el alto grado de participación de los territorios de ultramar en las Cortes, donde cerca de la mitad de los junteros provenían de América. Eso sí, acto seguido opuso que esa suerte de paridad en número no venía acompañada de una igual trascendencia en la toma de decisiones.
Un aspecto en el que ahondó el académico fue en el reto de enfrentarse a algo inédito como fue crear, de la nada una constitución. Y en ese aspecto, destacó la profunda creatividad que demostraron a la hora de crear un corpus jurídico que a la vez integrara tradición e innovación.
Lo primero que hubieron de decidir fue qué modelo constitucional adoptar. Si el británico (es decir, una ley no escrita basada en las leyes consuetudinaria), el francés (con su revolucionaria lista de derechos y deberes y sus proclamas revolucionarias) o el americano, que habría triunfado unos años antes y que era el modelo preferido por quienes venían de los territorios de ultramar. En lo único en lo que coincidían los defensores de las tres versiones era en la importancia de definir de una manera clara la división de poderes.
El segundo fue cómo conjugar la mencionada tradición con las ideas liberales. Y se hizo, según explicó Muñoz Machado, elaborando «una Constitución mixta y bastante peculiar, modelo para el resto pero que no se ha repetido». Las ideas liberales fueron imbricándose con las más tradicionales. Así, la misma Constitución era mostrada como heredera de las antiguas leyes de los reinos de España, y se evocaba la traidición de la libertad hispana en la promulgación de derechos. «Pese a que gran parte de los diputados eran liberales, también existía un número elevado de realistas que creían ciegamente en la Corona», detallaba el presidente.
Ante de dar paso al resto de la mesa, el presidente remachó la idea de que uno de los restos era definir qué forma de Gobierno y de Estado quedaría tras la Constitución. El que en ese gobierno las provincias americanas no tuvieran el peso esperado fue uno de los gérmenes de que la población criolla, frustrada por esa falta de libertad, iniciara los movimientos que devinieron en la posterior independencia.
La Pepa, más allá de Cádiz
En el resto de ponencias, los conferenciantes fueron explicando cómo la Constitución había terminado por afectar al resto de países del Cono Sur. Así, Allan R. Brewer-Carías, profesor emérito de la Universidad Central de Venezuela y vicepresidente de la Academia Internacional de Derecho Comparado de la Haya, explicó cómo en Venezuela se había producido un movimiento constitucionalista previo al de Cádiz en el que se escribieron más de 200 leyes para la gobernanza de la zona. Eso fue contestado con el envío de soldados a la zona que rotaron ese movimiento revolucionario y que, incluso, les negaron los derechos promulgados en la Constitución de Cádiz «porque decían que ésos eran solo para los pueblos pacificados».
Brewer-Carías indicó que la Constitución de Cádiz estuvo presente en América por dos vías. La primera, la evidente del contacto con los constitucionalistas venidos de la Península. Y la segunda, porque la Pepa «influyó de una manera decisiva en las Constituciones de Sicilia, Lombardía, Austria... y de ahí saltaron de nuevo a América».
De su intervención, en el aspecto más gaditano, cabe resaltar también un concepto jurídico de ida y vuelta como fue el de la provincia. «Antes de la Constitución del Doce, la provincia era un término americano, para definir una parte del territorio de allí; en Cádiz, ese término termina regresando a España para establecer su división territorial».
Cádiz, más allá de repeticiones
Una de las intervenciones más aplaudidas, y donde se pronunció al frase que da el titular de esta noticia, fue la del miembro de número de la Academia Mexicana de la Lengua y corresponsal de la Academia de Historia Fernando Serrano Migallón. Admitió que «cuando tuve noticia qué iba a participar en el Congreso, pensé ¿qué se puede decir de Cádiz? Por fuerza uno tiene que ser repetitivo. Y al investigar un poco uno se da cuenta de que no. Cádiz es un parteaguas de la humanidad, del derecho público. Sólo con eso se puede decir muchísimo».
El académico mexicano revindicó la Constitución de Cádiz como un evento único que marcó la senda del resto de constituciones posteriores en alguna medida. «Fue una constitución ejemplo para el mundo, extraordinariamente bien pensada», aunque le atribuyó tres fallos: no profundizar en la división entre Iglesia y estado; no definir el modelo de gobierno y no definir el modelo de estado.