Narcotráfico | Cádiz

Avalancha de 'narcogasolineras' en el caño Sancti Petri y sus esteros: «Es diario»

Las entradas y salidas de los barcos cargados de gasolina en San Fernando y Chiclana para surtir a los traficantes en el mar son continuas

Una lancha sale hacia el exterior del caño Sancti Petri a darle el encuentro a una 'goma' después de haber cargado las petacas en el caño Chanarro. La Voz

M. Almagro

A diario. De día y de noche. No paran. No hay límites. Y tampoco es delito. Solo se enfrentan a sanciones administrativas si les pillan por transportar mercancía peligrosa, así que esa relación entre riesgo y beneficio les sale bastante a cuenta. Aunque todos sepan que son una parte esencial del narcotráfico. Clave en la logística, fundamental para sus modos. Tan importante como surtir de gasolina a las grandes y potentes 'gomas' con las que las redes de narcos transportan la droga desde Marruecos a España.

Ellos son los 'petaqueros', los que van en las 'petaqueras', nombre que tiene en la jerga de este mundo, embarcaciones recreativas o lanchas que van cargadas hasta arriba de garrafas de combustible que han conseguido y almacenado para posteriormente llevárselas a los traficantes que se encuentran fondeados y embarcados en las semirrígidas a varias millas de la costa.

Allí es donde esperan, a menudo al pairo, durante días, incluso durante meses de forma más fija y permanente, a que sus 'puntos' les den el aviso para entrar en las playas o a la orilla elegida a cargar y descargar (alijar) los fardos de hachís. Además, estas 'petaqueras' llevan víveres, e incluso, trasladan a otros miembros de la organización para que puedan hacer los relevos entre los que están en tierra y en alta mar.

Por tanto son clave. Dan apoyo y logística y sin ellos los pases de droga entre las dos fronteras tendría que cambiar esta nueva estrategia de cómo no ser interceptados. Sobre todo desde que entró en vigor el decreto que prohibe el uso y la navegación de las semirrígidas de gran cilindrada, es decir, las grandes, las que utilizan para 'colar' toneladas de paquetes de hachís.

Y desde ese momento y cada vez más, hay zonas de la costa gaditana que se han convertido en un ir y venir continuo de estos barcos y de sus tripulantes que funcionan como auténticas 'narcogasolineras' y ellos como 'collas'.

Un 'punto negro' base

Y una de estas zonas de paso constante es el caño de Sancti Petri y los esteros que le rodean. Desde San Fernando a Chiclana. «Es a diario. Chiclana es un punto base porque siempre hacen la misma ruta», cuenta a este periódico un agente que pelea sin descanso en esta batalla. Y para prueba y sin ir más lejos, la madrugada de este mismo martes la Guardia Civil intervenía setenta de estas garrafas que iban cargadas en una furgoneta de alquiler cuando transitaba por los esteros junto al río Arillo.

Y, ¿por qué por estos puntos? Pues la respuesta está en la propia naturaleza y orografía de este entorno y las posibilidades de pasar desapercibido. «El caño de Sancti Petri es navegable, hay bastante tráfico de otros barcos y tiene una buena localización y profundidad por lo que se aprovechan de todas estas circunstancias».

Nave donde guardaban garrafas llenas y vacías en el extrarradio de Chiclana y un identificado. La Voz

Y así, y sobre todo en los últimos tiempos -desde que, casualmente, corren el riesgo de que las semirrígidas se les puedan intervenir-, es frecuente ver estas otras barcas más modestas cargando, entrando y saliendo de estos lugares en su labor de surtidores. Como en las cercanías del puente Zuazo, o a la espalda del castillo, el Coto de la Isleta o también por los esteros próximos como Gallineras o La Coquina. Todos ellos y otros más recónditos se han convertido en 'puntos negros' de este repostaje.

El puente Zuazo, Coto de la Isleta, espalda del castillo o Gallineras, son algunos de estos 'puntos negros'

Los barcos que utilizan para estos 'trabajos' son normalmente recreativas, de seis a ocho metros de eslora. Muchos de ellos en desuso, o incluso pesqueritos abandonados, a los que les colocan folios (matrículas) duplicadas o falsas. También suelen llevar motores que figuran como robados. Así son muchas de estas embarcaciones que cargan de petacas. Entre setenta y cien garrafas. De 25-30 litros cada una. La cantidad dependerá del espacio que tengan en cubierta (no las esconden), aunque siempre intentan llevar lo máximo posible porque, obviamente, la rentabilidad es mayor y el viaje les merece más la pena. Más dinero.

Y en tierra también operan. Es decir, para cargar los barcos de estas garrafas tiene que haber quien las consiga y quien las lleve hasta el punto acordado para después repostar a los narcos en el mar. En primer lugar, y debido a que no hay un verdadero control o al menos lo esquivan desde hace tiempo, suelen conseguir tales cantidades de combustible en las mismas gasolineras.

Incluso, y según fuentes consultadas, estas redes de 'petaqueros' llegan a subcontratar a jóvenes -algunos de ellos menores- que por unos 20 euros al día les llenan las garrafas en diferentes estaciones de servicio. Pueden ir cada día o varias veces al día a llenarlas. A menudo a las 'low cost' de autoservicio. Y así y sumando van almacenando en 'guarderías' (fincas, naves...) y una vez que tienen las suficientes pues botan el barco y con GPS de navegación y demás métodos habituales llegan hasta la narcolancha o narcolanchas de destino.

Estas 'collas' subcontratan a jóvenes, muchos menores, para que vayan llenando las garrafas en gasolineras

Garrafa de 25 litros a 300 euros

¿Y cuáles son los beneficios? Pues hagan números. Según algunas investigaciones y fuentes expertas en esta materia, los narcos pueden pagar a un 'petaquero' unos 300 euros por garrafa por este 'tele-servicio'. Aunque todo depende de la distancia a la que se encuentren. A mayor distancia, más caro. «Han llegado a pagar unos 400 euros por una petaca a unas 20 millas de Chipiona», explican, «y por varios portes en Sotogrande 20.000». Es decir que esas garrafas de 25 litros se han vendido por más del doble de su precio de mercado, que ya es alto. Si esta ecuación se repite por hasta 70, 80 ó 90 petacas que son las que suelen llevar y por 30 litros cada una, ese margen de beneficios aumenta y puede superar los 6.000 euros a una media distancia de la costa.

Y es que esta materia prima para poder manejar las grandes 'gomas' es imprescindible. Tanto para alcanzar los puntos acordados como para asegurarse de que no se quedarán sin combustible si tienen que permanecer más tiempo en el agua, cambiar la ruta o escapar de los agentes.

Y este transporte no es precisamente barato. Las grandes semirrígidas -las que tienen tres motores- alcanzan un consumo de entre 90 y 100 litros por motor y hora a unas 5.500 revoluciones por minuto, que es el régimen de empleo habitual para el trayecto a velocidad de crucero desde el norte de África a costas españolas, a unos 60 nudos (110 kilómetros por hora aproximadamente). Un consumo que se dispara si ponen la 'goma' a toda potencia en momentos por ejemplo de darse la fuga, con mala mar, o en las entradas y salidas de costa.

Por lo que por ejemplo para viajar desde el punto de la carga de hachís en Marruecos hasta la desembocadura del Guadalquivir en Sanlúcar, por donde se dirigen hacia el interior de la península, pueden recorrer unos 150 kilómetros lo que en las condiciones explicadas supondría nada menos que un consumo de unos 800 litros de gasolina.

Por todas estas cuestiones se explica la necesidad y dependencia que tienen los traficantes sobre que se les surta en alta mar. Y de ahí que los agentes de la Guardia Civil, Policía Nacional o Agencia Tributaria que persiguen de manera permanente el narcotráfico insistan en la necesidad de ordenar y endurecer la norma en cuanto al almacenaje y transporte de estas petacas, considerándolo una cuestión determinante en la logística de estas organizaciones criminales. Y, por supuesto, es un «evidente peligro» en cuanto a que se trata de una mercancía altamente inflamable que trasladan y guardan de cualquier manera y en cualquier sitio.

«Al enfrentarse solo a multas actúan con total impunidad. Saben que no arriesgan y que no se les puede detener. Pero son y funcionan como filiales del narco y el ir contra ellos sería atacar la logística del tráfico de drogas». Y remarcan: «Se daría un gran paso si se les pudiera investigar cuando hay indicios suficientes que les relacionen. Como está pasando, como se está demostrando cada día que sí los hay».

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