Valencia

Los ángeles gaditanos que salvaron diez vidas de las garras de la DANA

Raúl Ares y Julio Roa participan en el rescate de una decena de personas en Valencia durante el temporal; su helicóptero fue el único que voló sobre el cielo levantino en aquella primera noche de la tragedia

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Julio Roa y Raúl Ares, gaditanos afincados en Valencia, participaron en el rescate de diez personas durante la primera noche de la DANA de Valencia. L. V.
José María Aguilera

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«Y allí arriba vimos la luz». Como una súbita epifanía, una de las víctimas de Valencia que pudo salvarse de la tragedia mortal describe el descenso de un ángel desde los cielos, entre la negrura y el embate del viento. Esa noche, esa primera noche del martes, sólo voló un helicóptero que se atrevió a desafiar la tormenta y la oscuridad para rescatar a cuantas personas pudieran de los efectos devastadores de la DANA. En total fueron diez, quizás pocas ante la magnitud del desastre, pero una inmensidad porque 'aquel que salva una vida es como si salvara un universo entero'.

Bajo las hélices de aquella aeronave de Salvamento Marítimo (gestionado por la compañía Avincis Global) cabalgan dos gaditanos que resultaron fundamentales en las labores de emergencia durante esos momentos máximos de incertidumbre. Raúl Ares y Julio Roa participaron del operativo. De la capital gaditana y afincados en tierra levantina, vivieron una experiencia límite que todavía tienen que digerir mientras se enfrentan cada día a las consecuencias dramáticas de la catástrofe.

Raúl además estaba libre, pero por la ausencia de un compañero que no podía acudir al trabajo debido a que habían cortado la carretera, se acercaba al aeropuerto de Manises, donde tienen la base. Llovía, ya menos, pero para entonces se habían desbordado cauces y barrancos como el Bonaire, a menos de diez minutos en coche de esa zona. Entonces comprendían que había que salir al rescate.

El hombre de 85 años se abraza a Raúl Ares tras el rescate. L. V.

Para despegar faltaba el piloto, que por supuesto también había quedado bloqueado, precisamente en el reconocido centro comercial de Bonaire. Hasta allí marchaba Julio, que junto a un compañero (Diego) lograban introducirse en los grandes almacenes, con el agua a la altura del pecho, sacaban al joven conductor y en el vehículo de la Guardia Civil alcanzaban la base aérea sobre las tres de la madrugada. Ya tenían todo listo para partir.

En su recorrido, en la noche oscura y con el riesgo de chocar con alguna antena o instalaciones eléctricas de alta tensión, el helicóptero conseguía rescatar hasta una decena de personas. En primer lugar, Raúl bajaba a por una familia que entre alaridos de auxilio y terror pedían auxilio, pues el agua estaba a centímetros de llegar a la tercera planta del edificio desde el que gritaban sobre el techo. Tras sacar a padre e hijo, hacían lo mismo con otra pareja de vecinos. Ascendían a un chico que estaba agarrado a un muro, y posteriormente evacuaban a dos guardias civiles y tres chicas más que se habían quedado atrapados en una zona de naranjos.

Al final, el propio Raúl Ares conseguía agarrar y subir a un hombre de 85 años que, con evidentes síntomas de hipotermia, se quedaba abrazado durante varios segundos a su salvador, temblando, antes de ser trasladado al hospital.

Raul Ares, el rescatador, a la izquierda. Rodrigo, el copiloto, Javier, el Comandante, y Guillermo, el operador de grúa LA VOZ

Raúl, Rodrigo, Chuky y Guillermo (Julio Roa y Diego Fontao, los rescatadores del centro comercial, tuvieron que permanecer en tierra al haber superado el limite de horas en la jornada) fueron los únicos que volaron aquella noche. Una noche que se guardaba lo peor para cuando la luz del amanecer alumbrara la imagen desoladora, descorazonadora, apocalíptica, que terminó por romper a estos ángeles del cielo.

Esas imágenes que se mantienen en la retina y ya nunca desaparecen por más que se cierren los ojos. Envueltas además en una bruma de terrible espesor que les impidió seguir realizando esas labores primeras y fundamentales. Su sensación es que pudieron hacer más. La realidad es que sin su presencia, sin su ánimo y sin su valentía, las vidas de otras muchas familias se habrían resquebrajado por completo. Que la esperanza alumbró bajando desde el cielo.

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