HERMANDADES
Una década de travesía tras el lignum crucis para la Vera Cruz
Los custodios franciscanos de Tierra Santa han concedido la reliquia de la Santa Cruz a la hermandad de Valencina de la Conncepción tras años de búsqueda
Era un «sueño de locos», un «exceso». Nadie daba un duro por la cruzada que inició hace diez años un grupo de hermanos de la Vera Cruz de Valencina de la Concepción que se propusieron lograr la concesión de un fragmento de la Santa Cruz. Detrás de esta idea se encontraba Ramón Peña, que en 2007 asumió la responsabilidad de hermano mayor, y cuyo tesón tiene buena culpa de que finalmente esta humilde hermandad vaya a recibir el lignum crucis desde el Santo Sepulcro en Tierra Santa.
La historia tras la concesión está marcada por casualidades del destino o la divina providencia, si se aprecia desde la fe cristiana . La reliquia llegará a Valencina en diciembre acompañada por Fray Manuel Dominguez Lama, el otro protagonista de esta «travesía».
«Cuando conocí a la hermandad esta quería agregarse a la orden franciscana. Entonces conocí a Ramón», relata el fraile vía telefónica. «La humildad de esta orden, sus valores y el tesón están seguro detrás de que el Señor la haya elegido para este custodio» , afirma este monje residente de Beit Sahour, en territorio palestino. Que allí lo destinaran es uno de los hitos que hilan la llegada a Valencina del lignum crucis.
En el camino las negativas se sucedieron. Algo normal debido a la importancia de esta reliquia, muy demandada, y cuyo último fragmento fue concedido en 2005 a Caravaca por su año jubilar. ¿Por qué iban a entregársela a una hermandad como la de Valencina? ¿Qué habían hecho para merecerla?, vinieron a decirle a Ramón Peña en un viaje a Cantabria en 2014 para hacer la solicitud de forma presencial en Santo Toribio de Líebana.
En los siete años anteriores había recopilado cartas y documentación que envió al mismo santuario, a Roma y también a Jerusalén , los tres enclaves en los que se conservan los últimos fragmentos de la Santa Cruz.
El empeño de este hermano ya era estos años una lucha particular, pero no desfalleció. Que el nuevo Papa, Jorge Mario Bergoglio, mostrase su voluntad de ser conocido como Francisco, en honor al santo de Asís, era un rayo de esperanza. Un año tras el viaje a Cantabria Peña se dirigió a Roma buscando la oportunidad de acercarse al papa. Y en la plaza de San Pedro, entre la multitud, vio cómo Francisco I se acercó y dirigió a él.
«¿Qué me traes, hermano?», preguntó su Santidad.
«Una cruz de mi hermandad» respondió Peña.
«No, no. Traes una carta» la tomó y continuó: «si rezas por mí, yo leo tu carta». Y cuando se alejaba, se volvió y le señaló con el dedo «se lo digo en serio, hermano».
Para Ramón Peña fue otra señal . «No había sentido nada igual con alguna persona nunca, fue como estar junto a un santo en vida», relata. Volvió a mover hilos, esta vez en el Vaticano, pero el momento de Valencina no había llegado.
«Sintiéndolo mucho, no nos quedan fragmentos en Roma que podamos entregar», le comunicaron desde la Santa Sede. Fue un varapalo y para Peña, el proceso entraba en una vía muerta . Pero a los pocos meses una nueva noticia iluminaba el camino: Fray Manuel Domínguez, que por entonces era secretario de las provincias béticas, sería trasladado a Tierra Santa. «Esta es la nuestra», pensó. Así, mes a mes y durante tres años no dejó de escribirle «acuérdese de nosotros, Don Manuel».
El fraile lo intentó por diversas vías a sabiendas de la dificultad hasta que un día, durante una visita del nuevo custodio del Santo Sepulcro, Francesco Patton, recordó la insistencia de Peña y ni corto ni perezoso le lanzó la propuesta: «Hay una hermandad muy franciscana y humilde en un pueblo de Sevilla, que lleva diez años tratando de conseguir el lignum crucis». Esperaba otro «no» directo, pero para su sorpresa, Patton tomó nota para interesarse sobre el asunto.
A las pocas semanas Domínguez Lama pudo entablar conversación con Fray Stephan, responsable del patrimonio histórico del Calvario. De nuevo relató la historia y la respuesta desató los nervios del fraile: «pues tenemos un fragmento» . No se lo comentó a nadie, recopiló toda la documentación.
Mensaje desde el Rocío
El 18 de mayo de este mismo año, Peña se encontraba en el Rocío. Había estado junto a la Virgen hacía una hora cuando recibió un mensaje de Fray Manuel: «busca un fijo, es urgente». Al teléfono, el corazón le dio un vuelco. «Tenemos el lignum crucis», comunicó el fraile . Domínguez Lama recogió la auténtica (documento acreditativo de la reliquia) y una carta del custodio de Tierra Santa que leerá el próximo 6 de diciembre en Valencina.
La condición para la concesión es que sea una reliquia «viva», que sirva para «renovar la fe». Que se lleve a los enfermos, a quienes lo pasan mal, «y no como un elemento que solo se adore en un altar». Para Fray Manuel, una frase resume este episodio: «El tiempo no es nuestro, es de Dios».