Cultura

De los viajeros románticos a las cajas de bizcotelas, el Castillo como icono

Una exposición hace la radiografía histórica, artística y social de la fortaleza de Alcalá

Una colección de fotos antiguas permite comprobar la transformación del Castillo y su entorno A.M.

ALBERTO MALLADO

El  Castillo de Alcalá es presencia constante en la historia de la ciudad hasta la actualidad . Desde la altura del cerro que preside es icono de la población que se asienta en su falda, motivo de orgullo por su grandeza y de queja por su abandono.  Promesa de generador de riqueza por la vía del turismo y motivo recurrente en la pintura y la fotografía. Una exposición en el Museo de Alcalá realiza un recorrido por la evolución de la imagen del Castillo bajo el título de «Fortaleza, imagen y símbolo».

La muestra está compuesta íntegramente por piezas pertenecientes a la colección artística del museo, con pinturas, grabados, carteles o fotografías que abarcan desde mitad del siglo XIX hasta nuestros días. La exposición, que evidencia la relevancia que siempre ha tenido el Castillo como icono de la ciudad, rinde también un homenaje a la fortaleza con motivo de los diez años, cumplidos en este 2017, desde que Alcalá recibió su propiedad de manos del Ayuntamiento de Sevilla.

El recorrido por las visiones del Castillo comienza con los ejemplares más antiguos del sello de Alcalá, de mediados del siglo  XV. En ellos Alcalá está representada por un Castillo con tres torres y esa imagen se convirtió en escudo de la ciudad, hasta nuestros días, aunque en época reciente se haya desvirtuado el escudo original restándole relevancia al Castillo.

La imagen del Castillo cobra protagonismo propio, individualizado de la población a mediados del siglo XIX. Una fortaleza de su entidad, entonces en ruinas, coronando un cerro era materia perfecta para llamar la atención de los viajeros románticos que buscaban la Andalucía feraz que pervivía frente al avance de la modernidad. Se convirtió entonces en protagonistas de los cuadros que fijaban las estampas de la ensoñación romántica. Encarna esa imagen la obra de David Roberts (1833) en la que aparece un Castillo monumental, enigmático y exótico o de Pérez Villamil (1834) que muestran un Castillo idealizado al gusto de la época , interpretado según la subjetividad del autor.

En las últimas décadas del siglo XIX cambia la manera de representar la fortaleza que pasa a presentarse de forma realista. En los primeros años del siglo XX al Castillo llegan los primeros fotógrafos y dejan una valiosa colección de fotos que ahora permiten conocer como era fortaleza en ese momento, con elementos que luego han sido transformados como la muralla que se abrió para dar acceso a los vehículos o los restos de la iglesia de San Miguel. Una importante colección de esas fotografías se muestra en la exposición. Llama la atención entre otros  elementos la transformación del entorno más cercano, que a lo largo del siglo pasado se fue repoblando hasta dar forma al actual barrio de San Miguel. El Castillo es desde entonces y hasta ahora protagonista reiterado para los fotógrafos, muchos llegados desde Sevilla, buscando la captación de su monumentalidad. Un papel reactivado en la época actual, de la mano de la fotografía digital y las redes sociales que en el ámbito alcalareño están plagadas de imágenes de la fortaleza.

Pero sobre  todo, el Castillo llamó la actuación de los pintores que crearon la «Escuela paisajística de Alcalá». Se convirtió en materia obligada para los artistas del primer tercio del siglo pasado, lo que ha permitido contar  con una esplendida colección de cuadros en la colección municipal del Castillo de autores como Arpa o Contreras. Esta tradición tiene continuidad hasta nuestros días y así puede verse en la muestra. A mediados del siglo pasado con autores como Recacha o Barranco, cuyas obras pueden verse en la exposición. Y en la actualidad con nuevas visiones como la de Luis Caro o la del ilustrador y viñetista Javier García.

Pero el Castillo como icono está presente en elementos diversos. Es el sello de identificación local habitual en carteles como el de Feria que se expone y sirve por ejemplo para ilustrar las cajas de bizcotelas de una afamada confitería local , donde su imagen sin ninguna cartelería añadida identifica a productor y producto, mostrando el valor de sello de autenticidad alcalareña que supone el marchamo de una imagen del Castillo.

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