Operación Atalanta

El adiestramiento de la fragata Reina Sofía en Rota: «Todo lo que os podáis imaginar, lo hemos entrenado»

Fragata Reina Sofía

El buque de la Armada ultima en la Base Naval su puesta a punto antes de zarpar en febrero hacia el Cuerno de África en el marco de la Operación Atalanta

Tras intensas semanas de prueba, ha recibido todas las certificaciones necesarias para poder participar en acciones como la lucha contra la piratería en Somalia

La piratería en Somalia se combate desde Cádiz

Imágenes de la Operación Atalanta en la base de Rota

El comandante Salvador Moreno explica el funcionamiento del barco. Antonio VáZQUEZ
Álvaro Mogollo

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La Operación Atalanta da a España una notable autoridad en la seguridad marítima, especialmente en la protección de buques en aguas del Océano Índico y el Mar Rojo, donde los piratas de Somalia o los hutíes de Yemén dan más de un quebradero de cabeza.

Todo este dispositivo está coordinado desde la Base Naval de Rota, donde se asienta el cuartel general de esta estrategia militar en la que participan dos decenas de países. Precisamente allí está también, en el muelle 2 de la infraestructura roteña, la fragata Reina Sofía de la Armada, que se pondrá en febrero bajo las órdenes comunitarias del vicealmirante Villanueva Serrano.

El comandante de la nave es Salvador Moreno Regil, que en una visita por el interior del buque junto a un grupo de periodistas, afirma que «la gente está preparada e ilusionada» tras meses de adiestramiento, con ganas de volver a una zona de operaciones. El barco, «veterano, que no viejo», está «certificado por todos los estándares».

Para ello, acaba de ser sometido a un duro examen de cinco semanas en el que se han recreado todas las situaciones imaginables: eventualidades de combate, incendios, inundaciones, averías, impactos de misiles e incluso bajas personales: «Todo lo que os queráis imaginar, lo hemos practicado». «Ahora mismo estamos con el cuchillo en la boca, el barco está a tope», asegura.

El objetivo, recuerda Moreno Regil, es detener a quien pueda estar ejerciendo la piratería o el tráfico de armas o drogas, para que sea juzgado por ello, ya sea en el país de origen, en otro que acepte recibirlo o en España: «Tenemos que cumplir la legislación, que todo esté muy unido temporalmente, bien secuenciado a la hora de hacer un atestado para que las pruebas tengan consistencia».

La dotación ahora es de 230 personas, un número algo superior al que correspondería en circunstancias normales, pero la Armada prefiere contar con más profesionales para facilitar que se cumpla la legislación en materias como la conciliación familiar. Están a bordo unos 180 hombres y 50 mujeres.

Precisamente 50 son también las personas externas, unidades de fuerzas especiales como boinas verdes, los encargados del helicóptero y los drones navales, así como el personal médico. Pocos días antes de zarpar, en una travesía que durará cinco meses, y algunas jornadas antes de volver, se embarcará un psicólogo militar que servirá de apoyo al pasaje.

Y no pueden faltar dos lingüistas, indispensables para mantener contacto con la población local: «Para poder comunicarnos con los pescadores de la zona, con los propios piratas y por si tenemos interacción con las autoridades de Somalia, que es un país muy complicado».

La maquinaria dentro del Reina Sofía está en funcionamiento las 24 horas, con diferentes turnos y guardias para cubrir el día completo: «También hay labores de papeleo. No hay que olvidar que esto es también una oficina del Estado».

La armonía, cuestión esencial

El buen ambiente es fundamental para hacer llevadero ese casi medio año en altamar, siendo necesario el respeto y cierta camaradería: «No podemos pasarnos cinco meses conviviendo allí y que haya deslealtades dentro de la jerarquía. Es impensable». Para ello hay dos factores que marcan la diferencia y reman a favor de corriente: uno tradicional y otro más novedoso.

El primero es la comida: «Es uno de los auténticos momentos de relax a bordo». «No sé cómo comerán en el Palacio de la Zarzuela, pero aquí se come de lujo. Con cariño, con una logística que nos aprovisiona de suficiente calidad».

La práctica deportiva es otra de las claves: «Yo no me había puesto zapatillas para hacer deporte en un barco en la vida», expresa el comandante. En el buque se duerme poco, por lo que la gestión mental y el balance es esencial. Y lo aporta el deporte: «Tenemos a bordo muy buenos gimnasios. Eso relaja muchísimo el barco».

Si las circunstancias lo permiten, cambian algunas dinámicas para lograr la distensión y hacer grupo, por lo que el fútbol o las películas hacen acto de presencia, además de un almuerzo diferente: «Algunas veces hacemos barbacoas en cubierta de vuelo», indica.

El paso del tiempo trae la modernización a la fragata y permite que la tripulación esté mucho más conectada con su familia y sus amigos gracias a las nuevas tecnologías y las aplicaciones sociales ya habituales: «Tenemos un ancho de banda suficiente para que mantengamos un contacto con casa, siempre que la seguridad de la información lo permita».

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