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¿Para qué pueden servir también unos vaqueros?
Dos emprendedores logran obtener papel de gran calidad a través de las fibras de algodón de los pantalones vaqueros
Sobre un gran cerro desde donde se contempla gran parte del Aljarafe, se encuentra «Papeles para Sentir», un taller dedicado a uno de los oficios más antiguos: la elaboración de papel. Salvador Fernandez Collante y Pilar Rodriguez Ribas se dedican desde hace más de 15 años a este menester, perdido en Andalucía.
Aunque los árabes son los que verdaderamente trajeron el papel a través de los tejidos España, «en aquella época era muy difícil hacer gran cantidad de papel, se fabricaba con fibra de lino, esparto o algodón, todas ellas fibras naturales», cuenta el artesano.
Así, la primera opción para ese tipo de fibra era siempre la ropa y tejidos, mientras que los desechos los utilizaban para hacer papel, que «solían provenir de ropa usada, como camisas, arneses de los pescadores, sacos, o zapatillas, y por ello ha sido la intención de volver a recuperar esta tradición», asegura Salvador. Pilar inició el taller fabricando artesanalmente juguetes de madera, «y posteriormente empezamos con el papel hasta hoy, todo ello de forma autodidacta», comenta Fernández.
Salvador y Pilar, además de dedicarse a la fabricación de papel, también realizan encuadernaciones. Lo curioso de este taller, es que además de elaborar el papel a través de fibras naturales, están innovando en obtenerlo a través de las fibras de algodón de los pantalones vaqueros. «Se elabora el papel reciclando los pantalones vaqueros , ya que de ellos se saca un papel de excelente calidad que puede soportar una impresión «Little Press» (una impresión de gran calidad)», cuenta Salvador.
Además de esta técnica, también utilizan fibras vírgenes y fibras recicladas, y reciclan fibra del tejido o fibra del papel ya usado. «El sistema es más o menos similar, cuando llega a un punto, pero para hacer el papel de una fibra virgen, la materia prima se tiene que sacar de las pantas.
Dependiendo de la planta, la celulosa se encuentra en el tronco, en la corteza, en las hojas o en alguna en las raíces. Es cuestión de investigar qué parte va a ofrecer un mejor producto, ya que depende del tipo y la calidad de la fibra», comenta el artesano del papel.
Para elaborar papel, se ha de extraer la celulosa de las hojas de las plantas, han de trocearse, y se introducen dentro de una olla, cociéndolas en una solución alcalina, con sosa caústica o ceniza, «que es preferible, ya que es lo menos abrasivo», añade.
Con la cocción se separa la celulosa y la hemicelulosa, del resto de componentes que tiene la planta. La sustancia principal es la lignina, que es lo que hace que la planta se mantenga recta, y aporta cohesión al papel. Con el resto que queda tras la cocción, es con lo que se para la Pila Holandesa, una refinadora inventada en el siglo XIX, que va tomando la pulpa.
«En su día, todos los papeleros tenían los talleres cerca de los ríos porque elaboraban el papel con ayuda de los molinos papeleros, que con la fuerza del agua, hacían mover una turbina que iba refinando la pulpa», añade Salvador Fernández.
Con la pulpa ya está refinada, se pasa a un recipiente, y por gravedad, va cayendo al fondo. Eso es lo que se va cogiendo con unos filtros, «dependiendo del gramaje del papel se coge más o menos pulpa», yposteriormente se pasa a la prensa durante varias horas para quitarle el agua sobrante y unir las fibras. De ahí lo pasa al secadero, teniendo en cuenta que «dependiendo del grosor y naturaleza del papel, puede oscilar el tiempo de secado». Después de seco, se vuelve a meter en la prensa para que quede plano, y el producto estaría terminado.