Dos Hermanas
Sentido y personal pregón para exaltar la fe en la Virgen de Valme
El nazareno Miguel Ángel López profundizó en la devoción con un discurso sencillo y emotivo
El nazareno Miguel Ángel López pronunció este domingo, en la parroquia de Santa María Magdalena de Dos Hermanas, un pregón de la Romería de Valme en el que destacó su amor hacia la Santísima Virgen, a través de una serie de pasajes que se inician en su infancia y que irán marcando el resto de su vida. Sencillo y muy emotivo , López supo conectar pronto con un público que no dudó en romper en aplausos para alabar las palabras de un pregonero que quiso exaltar la fe hacia la Virgen, «madre de todos los hombres, Reina de la vida eterna».
Presentado por su hermano Rafael López, el pregonero inició su narración con una oración hacia la Santísima Virgen para, a continuación, dedicar las primeras estrofas a sus recuerdos de la niñez en su casa de la calle Aníbal González. «Ocupabas un lugar preferente en mi casa», rememoró López dirigiéndose a la Virgen, mientras hacía alusión a un «azulejo trianero» que había, adornado con dos faroles, y hacia cuya imagen sus padres dirigían las oraciones. « Tu mirada era tan dulce que me parecías un cielo », recordó, «fui encontrándote poco a poco y fui comprendiendo que quizás aquellos dos faroles alumbraban tu eternidad».
Sin perder nunca el hilo de su narración, basada en la fe y el amor hacia la Virgen, el pregonero no olvidó escenificar el que es « el día más importante de Dos Hermanas », cuando se produce cada tercer domingo de octubre, la salida en romería de la imagen fernandina hacia el Cortijo de Cuarto. « Volveremos a soñar despiertos », auguró López, en lo que para él es una «demostración pública de fe y fervor» por una « mezcla de amor, euforia y melancolía », ya que «cuando llega el otoño, los relojes se paran el tercer domingo de octubre, a las ocho de la mañana».
Vivencias con la Virgen
Su familia, a la que presentó como base fundamental de su fe en la Virgen, tuvo también un papel destacado en algunos momentos de su pregón. Especialmente emotivo fue el instante en el que se dirigió a su hermano Alonso , al que dedicó su pregón, por «la magistral lección de fe y coraje que a todos nos estás dando». Junto a ello, López dedicó también unas estrofas a sus padres, Alonso y Maruja, que « delante de la Virgen se juraron amor sincero », al conocerse, precisamente, durante la celebración de la Romería de Valme.
Poco a poco, el pregonero fue descubriendo a los asistentes la historia de toda una familia vinculada a una devoción . Fueron, de hecho, estos pasajes algunos de los más emotivos, pudiéndose incluso vislumbrar entre el público lágrimas de emoción, sobre todo cuando López recordó el nacimiento de sus hijos y su promesa a la Virgen de Valme.
Homenaje a los curas
Sin querer excederse en el tiempo, ocupando tan sólo cuarenta y cinco minutos del reloj, el pregonero quiso rendir un sencillo homenaje a la figura de los sacerdotes, en un momento de « inmerecido desprestigio ». «Son para la Iglesia como la sangre a nuestro cuerpo», sentenció, «en una sociedad acomodada y adormecida, que idolatra el dinero y el placer, los curas son como una especie en peligro extinción», por lo que abogó por «valorar su trabajo» de sacerdotes y religiosos que dejan «la tierra y su familia para servir a los demás».
En este alegato, López quiso acordarse de todos los curas, en especial de los de Dos Hermanas, personalizándolos en la figura de Ruiz Mantero, «Don José» , al que calificó como un «buen cura y mejor persona» para dejar constancia del « homenaje insigne y recuerdo inolvidable » que legó a los nazarenos.
«Sigo siendo aquel niño que te descubrió en un azulejo de mi casa», aseguró el pregonero para ir concluyendo su narración, en la que habló de la Virgen de Valme como la «Madre» a la que se acude en todas las ocasiones. « ¡Viva la Madre de Dios y viva la Virgen de Valme! », acabó exaltando López para terminar su pregón, sólo roto en ese instante por el largo aplauso de un público entregado.
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