Editorial

Huelga suspendida

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La dirección de Iberia y los pilotos de la compañía sindicados en Sepla firmaron ayer la paz pero no resolvieron el problema de fondo que tienen planteado la empresa y sus trabajadores, y que está relacionado con su baja competitividad; debida, en parte, a los elevados sueldos que percibe el personal de vuelo, especialmente sus pilotos. Como es conocido, la pervivencia de un estilo empresarial de los tiempos del monopolio estatal ha permitido a los pilotos mantener unos salarios fuera de mercado gracias al concepto de antigüedad, lo que supone una carga progresivamente onerosa para la productividad de Iberia que ésta trata de equilibrar con la creación de compañías como Catair o la subcontratación de otras como Audeli, que responden a los parámetros de sus competidores más agresivos: las aerolíneas de bajo coste.

Después del pulso de dos días mantenido entre la compañía y los pilotos, con los usuarios como rehenes, la empresa ha ofrecido a sus pilotos una garantía estrictamente profesional, la de estabilidad en el empleo, que los pilotos, que habían planteado la movilización con gran torpeza mediática, finalmente han tenido que aceptar ante la presión de la opinión pública, del Gobierno, del empresario y hasta de parte de los sindicatos de tierra. Los pilotos no han tenido así más remedio que aceptar que la empresa no presente expediente de regulación de empleo ni realice despidos objetivos antes del 31 de diciembre del 2010. Pírrica victoria para tan grande alarde, a cuyo término las cosas siguen como estaban. Y es que mientras Iberia se vea forzada a recurrir a toda clase de estratagemas para abaratar costos -sobre todo, la contratación de aviones y tripulaciones ajenos a la compañía que vuelan engañosamente bajo las señas de identidad y calidad de la empresa-, seguirá manteniendo a sus propios trabajadores en constante pie de guerra. De hecho, los tripulantes de cabina tienen también convocada una huelga la semana que viene, también para defender sus intereses. Los problemas de la antigua compañía de bandera tan sólo se resolverán mediante una negociación profunda en la que todas las partes cedieran lo suficiente para sanear definitivamente la compañía y permitirle afrontar una competencia cada vez más activa. Pero, de momento, no parece que la madurez de las partes sea lo bastante consistente para permitir una negociación de esta naturaleza, por lo que no es aventurado afirmar que el conflicto está cerrado momentáneamente pero no resuelto en absoluto.