CRÍTICA DE TV

Divinos

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Sólo dos semanas después de su estreno, Antena 3 ha retirado Divinos, la telecomedia que contaba la vida de una redacción de la prensa rosa. Al margen sobre si es acertada la decisión de suprimir un producto al que no se le ha dado tiempo para que cuaje, Divinos tenía un problema: el espectador advertía pronto que no se contaba nada sustancioso sobre la prensa rosa, sino que todo giraba en torno a los líos y deslíos personales del reparto. La supuesta sátira sobre el telecorazón se reducía a una batería de pinceladas mordaces no siempre acertadas. Y el grueso del argumento descansaba sobre los protagonistas sentimentales. Divinos fracasó en su estreno y esta semana confirmaba las peores previsiones. Con tales cifras de audiencia, no hay más remedio que asentar una conclusión: a la gente le importa un pimiento la vida de los periodistas, al menos en este registro de la comedia satírica. Hemos visto fracasar a Fuera de control, en TVE 1. También vimos sucumbir a Siete días al desnudo, en Cuatro. Ambos productos trataban de explotar la comedia de periodistas, con abundante sal gorda, pimienta y nada más

Desde el ya añejo Periodistas de Telecinco nadie ha vuelto a acertar con este argumento. Quizá porque Periodistas se sostenía sobre tramas narrativas serias, mientras que los productos posteriores han sido sucesiones de chistes. Las series de médicos, abogados, periodistas... necesitan algo más de chicha. Y sobre todo: es muy difícil convencer al espectador si lo que uno ofrece es el habitual guiso de humor costumbrista y «corrección política». A la misma hora en que Antena 3 emitía Divinos, Telecinco ofrecía un episodio de CSI rodado por Tarantino y Cuatro repetía la excelente Roma. Todas las comparaciones son odiosas, pero no es la crítica ni el público quien promueve la comparación, sino los canales. Y, ¿cómo no comparar? En un lado, la caspa cotidiana del costumbrismo travestido de comedia urbana; en el otro, creaciones de enorme nivel que sacan todo el partido al arte audiovisual. Al espectador sin prejuicios sólo le cabe una conclusión: somos muy, pero que muy pequeños.