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REALOJO. Manuel Florido lleva 40 años viviendo en la cañada, y se niega en rotundo a abandonar su vivienda.
Jerez

«Sólo me iré con los pies por delante»

Los vecinos de la carretera de El Calvario observan con preocupación cómo avanzan las obras del complejo comercial que albergará Ikea, mientras esperan una oferta para desalojar sus casas

TEXTO: DANIEL PÉREZ / FOTOS: JORGE GARRIDO / JEREZ
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Cuenta atrás angustiosa, a las espaldas de Ikea. Los vecinos de la carretera de El Calvario ven cómo avanzan las obras del que será uno de los mayores complejos comerciales de Andalucía, a la vez que medran sus esperanzas de conservar las viviendas en las que, en muchos casos, han nacido, y por las que han sufrido, durante décadas, toda suerte de privaciones y padecimientos.

La instalación de la multinacional sueca en la ciudad copa titulares, genera un optimismo desatado, es objeto de celebraciones públicas, insistentes, reiteradas, y la noticia se considera signo y síntoma de avance y desarrollo, una perita en dulce por cuya titularidad compiten amargamente los dos socios del Gobierno municipal. Pero el gran evento también tiene su cara oscura, su filo envenenado. Ikea causará «daños colaterales», un contrapunto negro a tanta lucha interesada por los réditos electorales.

«Yo me enfrenté con traficantes para no tener que abandonar mi hogar- cuenta Manuel Florido, que nació en la antigua carretera de Sanlúcar, hace más de medio siglo- pero me temo que contra las máquinas cabe poco por hacer».

Desde la azotea de su casa contempla las excavadoras que allanan el suelo, el trajín de los obreros, las continuas mediciones de los técnicos. «Pero no voy a aceptar cualquier oferta del Ayuntamiento por dejar el sitio en el que han crecido mis hijos y en el que ahora lo hacen mis nietos», añade. «Pelearemos hasta el final por algo justo, y si no lo hay, le aseguro a quien haga falta que de mi casa sólo me sacarán muerto, con los pies por delante».

Ana Raposo, otra vecina, se encuentra con dos metros de tierra en alto cada vez que abre la ventana de su dormitorio: el terraplén que han levantado los ingenieros para instalar Área Sur. «La espera es insoportable -relata-, porque desde el Ayuntamiento se nos dijo que nos harían una oferta para que dejáramos las casas, que podríamos decidir si queríamos pisos para el realojo, pero la verdad es que los que hemos invertido todos nuestros ahorros en hacer casas dignas no deberíamos recibir el mismo trato que los que tienen chabolas a medio derrumbar».

Ana se refiere a las últimas construcciones de la carretera, que alternan viviendas consolidadas con precarias barracas de latón, frecuentadas por camellos y drogadictos durante años, sobre todo a mediados de la pasada década.

Ahora la situación ha cambiado sustantivamente, e incluso hay quien se ha decidido a establecer un negocio. Rosa María Villar es gerente de la Venta Los Rosales, y ha invertido en el restaurante «casi todo lo que tenía, porque pensé que, primero por los obreros y luego por los trabajadores de Ikea, la zona estaba destinada a crecer».

Ahora se pregunta si «no ha servido de nada», y plantea la necesidad de que «el Ayuntamiento, o quien sea, considere también que tendrá que pagarnos daños y perjuicios no sólo por el valor de los inmuebles, sino también en función de lo que perdemos».

Hace unos meses, funcionarios municipales visitaron a los vecinos de la carretera de El Calvario para evaluar el grado de aceptación de los habitantes de la cañada ante una posible oferta para su realojo. «Los que tenemos algo que perder, dijimos que no», explica Manuel Florido, «pero hay gente que no ha hecho arreglos en su casa, o que vive aquí desde hace poco, por lo que no le da la misma importancia».

Desde la Delegación de Planes Especiales de la Zona Norte y Sur se mantuvo que los contactos con los vecinos se habían realizado siempre con la «intención de conseguir el máximo de consenso y diálogo», aunque Antonio Sánchez explicó que «el siguiente paso será ofrecerles un justiprecio, y si no hay remedio, iremos a la expropiación». El responsable del área subrayó que «ya hay varios vecinos que han firmado un acuerdo, porque la regularización se inició mucho antes de que se hablara de la llegada de Ikea».