Muchos, pero menos de los previstos
El repetido anuncio de que Valencia sería invadida por una marea humana y el intenso calor restan afluencia a los actos protagonizados por el Pontífice
Actualizado:Apenas se ha hablado de ello y se han esquivado las polémicas sobre los números, pero en Valencia no había ni mucho menos el millón y medio de peregrinos anunciado por la organización desde hace meses. Unos por razones obvias -no admitir una decepción en las cifras previstas-, y otros, por no hacer sangre en un momento en el que interesa recuperar las buenas relaciones con la Iglesia, el resultado ha sido que a la hora de hacer recuento se ha recurrido a la etérea fórmula de 'cientos de miles de familias'.
Siendo generosos, en el encuentro de la noche del sábado habría medio millón de personas, según los cálculos de espacio planteados por el propio arquitecto del altar. Y ayer, cuando los termómetros de la calle marcaban más de 30 grados a las nueve y media de la mañana, hora del comienzo de la misa, quizá había incluso menos. Se esperaban 2.000 autobuses y llegaron la cuarta parte, según los datos de los encargados de los aparcamientos. Eso supone aproximadamente 25.000 personas trasladadas hasta el lugar por ese medio.
Claro que ayer se había añadido un factor nuevo que para muchos pudo ser disuasorio: mientras en la noche del sábado la temperatura era elevada pero fue refrescando, a medida que ayer avanzaba el encuentro, el calor resultaba sofocante. Sin duda, esa previsión no frenó a los peregrinos, pero sí pudo tener sus efectos en muchos residentes en la ciudad y sus alrededores. Los cientos de personas que hubieron de ser asistidas a causa de lipotimias y golpes de calor son la prueba de que permanecer durante más de dos horas sentado en la antigua vega del Turia, sin poder evitar de manera alguna el sol inclemente, era una verdadera prueba de fortaleza física.
Con todo, la organización eludió dar cifras propias y se limitó a transmitir las de la policía local y el Ayuntamiento, gobernado por el PP, que hablaban de 1,2 millones de personas la noche del sábado y 1,5 en la misa de ayer. Al margen de las discrepancias, el único dato computable de referencia es el número de formas preparadas para la comunión: medio millón de hostias que fueron distribuidas por 500 sacerdotes, según la organización.
La disposición de la explanada en la que tuvo lugar la misa, encajonada a lo largo del antiguo cauce del río Turia y con el altar instalado sobre un puente, aumentó el efecto de dispersión de la multitud: jardines en los que los fieles se colocaron por áreas. No era una muchedumbre compacta y había grandes claros.
En cuanto a la gente dispuesta a lo largo de los desplazamientos del Pontífice, no hizo más que confirmar un hecho sorprendente y difícilmente rebatible: a espaldas de las hileras de los fieles, Valencia estaba absolutamente vacía, quizá porque la machacona publicidad previa de que la ciudad iba a ser invadida ha ahuyentado a sus habitantes.
La tercera ciudad española cuenta con 800.000 habitantes y cualquier día de Fallas dobla su población, pero la gran mayoría de los valencianos había huido. Se vio desde el primer día con el fracaso de la 'ola humana' que pretendía montar la organización en los 11 kilómetros de recorrido del Benedicto XVI desde el aeropuerto al centro de la ciudad.