Dos enemigos irreconciliables
Italia y Francia dirimen hoy en Berlín el título mundial en un ambiente plagado de referencias y antecedentes El partido supondrá el 'au revoir' de Zinedine Zidane
Actualizado:La tricampeona Italia, la selección menos goleada del campeonato, se mide este domingo a Francia, capitaneada por un crepuscular Zidane que sueña con entonar en Berlín su canto de cisne. El estadio olímpico será el escenario de una final mundialista inédita con un pronóstico más que incierto, ya que ambas selecciones llegan al partido decisivo después de haber tumbado con solvencia a los grandes favoritos.
Italia ha sido fiel a sus virtudes tradicionales. El muro transalpino ha sido infranqueable hasta la final, con la única flaqueza del gol, curiosamente en propia puerta de Cristian Zaccardo, que significó el empate ante Estados Unidos en la primera fase. Ese fue el solitario lunar de un equipo sólidamente formado en la cobertura con el mejor portero, Buffon, y un central en plenitud, Fabio Cannavaro. Los de Lippi, sin embargo, han mostrado sobre el campo que tienen muchos más recursos que el de defender a ultranza. En la semifinal frente a la anfitriona Alemania no necesitó el 'catenaccio' para desactivar a Ballack y sus compañeros con un perfecto control del centro del campo, en el que destacaron la destrucción de Gattuso y la creación de Pirlo.
El lateral izquierdo, Grosso, objeto del penalti ante Australia en octavos y del gol que abrió el triunfo en la prórroga frente a Alemania, ha sido otro de los hallazgos del equipo transalpino, basado como siempre en su inquebrantable espíritu de sufrimiento. El punto débil ha sido la apuesta ofensiva de Marcello Lippi por Toni, máximo goleador europeo del año, y Gilardino. El primero sólo ha anotado dos tantos y el segundo uno, aunque para compensarlo un total de diez jugadores italianos han visto puerta en Alemania, incluidos los ilustres suplentes, como Del Piero y Pippo Inzaghi.
La historia, con Italia
La trayectoria de Francia ha sido el constante 'in crescendo' de un equipo enrabietado porque hasta sus propios compatriotas le daban como jubilado y sin opciones. Con la batuta de un rejuvenecido Zidane, artífice de los mejores momentos individuales del torneo, los galos dejaron en la cuneta a una embalada España, a la gran favorita Brasil y tiraron de oficio en semifinales para doblegar a Portugal. Algo que parecía increíble después de sus discreta primera fase.
Ha sido precisamente el oficio y la veteranía los que han hecho que Zidane, Henry, Thuram, Makelele y Vieira empujaran hacia adelante un equipo por el que nadie daba un euro. El complemento perfecto a los 'abuelos' ha sido el interior derecho Frank Ribery, un jugador que a los 23 años aúna toque, rapidez, garra y hasta gol, pero sobre el que nadie había reparado hasta ahora. Su nombre ya está en todas las listas de los grandes de Europa como aspirante a refuerzo.
La historia está del lado de Italia, que ha ganado tres mundiales y disputará su sexta final. Pero cuidado con Francia, que siempre ha salido victoriosa en las finales importantes. Lo hizo en la Eurocopa de 1984 y en el Mundial de 1998 -en ambas ocasiones con el factor campo a favor-, en la Eurocopa de 2000 y en las Copas de las Confederaciones de 2001 y 2003.