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Poder galo

NURIA GACIÑO DÍAZ<br><br>deportes@lavozdigital.es/
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No tengo nada en contra de los brasileños, todo lo contrario. Por suerte, me han educado para que respete a todos por igual y en mi casa nunca se ha echado mano de los estúpidos y ridículos tópicos para referirse a una persona. Nunca he tenido en cuenta la nacionalidad de alguien para decidir si me cae bien o me cae mal. Igual de absurdo sería tratar de distinta forma a un aficionado del Cádiz o del Xerez, por poner un ejemplo de rivalidad cercana. Puestos en situación, les diré que me alegró la derrota del equipo brasileño. Cinco Copas del Mundo me parece un exceso. Ahora entiendo a los que se quejaban de que Miguel Induráin ganaba todos los años. Me aburre ver a los mismos de siempre, aunque sean los mejores. Hasta donde alcanza mi memoria, el Mundial del 94, lo ganó Brasil porque fue el menos malo y, en el de Corea y Japón, por algo más o menos parecido y porque la fortuna se pintó de color amarillo.

Esta vez, Brasil no ha estado a la altura de lo esperado y ellos lo saben. Aburrió en Alemania a las ovejas y eso que los rivales no fueron de peso, salvo cuando llegó Francia. Cierto es que la presión a la que someten a la selección brasileña desde diversos rincones del mundo, no es normal pero la calidad de sus futbolistas, obliga a ello sin poder evitarlo. Son excelentes peloteros pero no lo demostraron, cosa que sí hizo Francia.

Un equipo supuestamente acabado, lleno de buenos jugadores pero ya veteranos, y cuyos ex compañeros de hazañas del Mundial de Francia en el año 1998, la propia prensa gala y los políticos de la región, se han dedicado a criticar a su escuadra sin cesar. La juventud avanzada de Zidane y compañía es envidiable, como envidiable ha sido ver cómo fueron capaces de ganarle a Brasil. ¿España hubiese sido capaz? No lo sabremos nunca. Ahora sólo les queda Italia.