LOS PELIGROS

Camiones por la ciudad

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Se manifestaron los vecinos afectados contra el tráfico de camiones pesados por la mal llamada aún Carretera Industrial, en realidad una vía urbana que concentra una gran densidad de población, casi veinte mil personas. Cuando la ciudad creció hacia Extramuros lo hizo también alrededor de esta antigua carretera nacional, con el desorden urbanístico de la época, que consideraba normal las aceras estrechas, la falta de espacios abiertos, la aglomeración de viviendas en altura conviviendo con el paso continuo de camiones que aún surten de suministros al cercano Astillero o llevan mercancías al puerto. Por la propia geografía de Cádiz, el crecimiento de la misma ciudad ha encerrado a sus dos principales industrias, dificultando el acceso a sus proveedores. Como nadie se plantea una solución comarcal para la industria naval y no hay espacio para construir un puerto exterior, los camiones deben seguir circulando por la ciudad porque ese es el coste de nuestra especialización industrial. Lo único que se puede conseguir es minimizar las incomodidades de ese tránsito. Para eso hace falta planificación. Hasta ahora no la ha habido.

Antes del soterramiento y la reurbanización de los llamados terrenos ociosos de Astilleros tampoco había muchas alternativas. Han surgido ahí. Pero sorprende que, existiendo ya entonces el problema, el Ayuntamiento no planteara una solución en el uso de la nueva avenida sobre el tren como vía de transporte de mercancías pesadas. Un trazado lineal que hubiera unido los almacenes e industrias de la Zona Franca con el puerto, mejorando la sinergia entre ambos. No se trataba de hacer una nueva carretera industrial, sino de una moderna avenida pensada en sus usos y necesidades antes de construir. Así como el propio soterramiento del tren es un éxito, el diseño de su cubierta es desastroso: mal impermeabilizada, (¿cuándo se le va a reclamar a la constructora que repare las goteras que anegan con la lluvia las estaciones, como se le ha exigido a la empresa del subterráneo de Telegrafía?), con una avenida mal comunicada en sus extremos y mal trazada, llena de curvas para rodear esas estaciones faraónicas que no sirven para nada. No lo digo yo. La mayoría de los proyectos presentados al concurso de ideas sobre el diseño urbanístico de ese pasillo ferroviario consideran esas estaciones desmesuradas e, incluso, uno de los ganadores, los malagueños que firman Hija de Dios, proponen que se desmantelen y se levanten otros volúmenes más útiles. Pues una de esas mismas curvas, la de Trille, según nos dice ahora el gobierno municipal, impide el paso de camiones de gran tonelaje porque se «provoca la invasión del resto de carriles por parte del camión». Desde que se presentó el proyecto de soterramiento, con su avenida encima, en enero de 1996, hasta que se inauguró la avenida Juan Carlos I, en mayo de 2003, a nadie del Ayuntamiento se le ocurrió que podría ser utilizada alguna vez por camiones. Tampoco su firme está preparado para eso. Esa imprevisión es preocupante. Pero más que no se escuche a los demás. Sólo siete meses después de esa inauguración, en un pleno de diciembre de 2003, el grupo socialista proponía el desvío del tráfico pesado a las nuevas vías construidas, lo que fue aprobado también por la mayoría popular. Se volvió a reclamar en junio de 2004. Hasta ahora.

La manifestación, con el enfado de tantos potenciales votantes detrás, parece que ha surtido efecto y se anuncian medidas para finales de agosto. La sensibilidad del buen gobernante se debería adelantar a las quejas formales porque es evidente que la fuerte molestia del paso de camiones hace tiempo que existe.

No debe olvidarse que la competencia de ordenar el tráfico es municipal. Además de establecer un itinerario, que parece forzado a elegir entre la inadaptada avenida Juan Carlos I o la de la Bahía, hay que hacer cumplir las propias competencias. No decirle al puerto que ponga un horario para los camiones porque fijar eso es asunto del Ayuntamiento, como limitar más la velocidad de paso, declarando la travesía especialmente peligrosa. Y, aprendiendo de errores, planificar ahora lo que ocurrirá cuando funcione el segundo puente.