Diálogos en la oscuridad
Actualizado: GuardarNada más reconfortante que presenciar cómo se alegran los políticos, incluso los que sólo están contentos en las fotografías. Se ha observado que un gran número de personas a las que Dios ha llamado por ese camino deben su noble vocación a la penuria en la que vivían o a la úlcera de estómago que no les dejaba vivir. Ahora, salvo el señor Rajoy, que sólo registra disgustos desde que abandonó su profesión, todos parecen felices. Arnaldo Otegi ha saludado la declaración del presidente Zapatero como «un triunfo democrático de Euskal Herría» y está más alegre que cuando esperaba su unilateral cita con mi amigo Gabriel Cisneros. También el señor Imaz se congratula y no pierde la esperanza de que el PP se sume al proyecto. Otro tanto le sucede al lehendakari, que desea «una Batasuna legal».
La gente normal no puede estar al corriente de las negociaciones y por eso no participa en la alegría, esa hermana de la salud, ese tesoro que según el refranero vale mucho más que el oro. ¿Por qué no puede repartirla más o menos equitativamente el señor Zapatero? El Gobierno ha decidido mantener en secreto los nombres de los interlocutores de ETA. Espera que con esta medida se haga más fácil la negociación que se anuncia «dura, larga y difícil». También espera que los negociadores estén libres de presión y, sobre todo, que tengan garantizada su seguridad personal, no sea que alguno caiga antipático a alguien de la banda y le de por suspender momentáneamente el alto el fuego.
Blindar los contactos priva a los contribuyentes de aumentar el exiguo, pero real, caudal de esperanza. Se dialogará en la oscuridad. Nada de luz y taquígrafos o magnetofones: apaga y vámonos, que se trata de un asunto tenebroso.