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CRÍTICA DE TV

Tour

JOSÉ JAVIER ESPARZA/
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Ayer comenzó en La 2 el Tour de Francia. Hubo una época en que éste era el gran acontecimiento deportivo del televerano, incluso si coincidía con otras grandes citas. Este año, sin embargo, la prueba ciclista más importante del mundo llega envuelta en una atmósfera viscosa y hedionda, con la sombra del dóping oscureciéndolo todo. La Operación Puerto ha dejado al aire toda la porquería acumulada desde hace años en torno a este deporte. Una parte decisiva de la vergüenza, para más inri, corresponde al ciclismo español, que o bien es el más expuesto a la corrupción, o bien es el que más fácilmente se ha dejado pillar.

En estas condiciones, se entenderá que el aficionado español contemple los esfuerzos de TVE con una indiferencia avergonzada. La Pública ha dispuesto para este Tour -nonagésima tercera edición, nada menos- su habitual despliegue técnico y humano: Carlos de Andrés y Perico Delgado en los micrófonos, Juan Carlos García y Amat Carceller como reporteros, conexiones diarias con cada etapa de 15,45 a 17,30 horas y por la tarde, a las ocho y media, resumen. Hay un prólogo -el de ayer- y veinte etapas, con cinco de alta montaña. No habrá contrarreloj por equipos, pero sí individuales. La decimoquinta etapa, el 18 de julio, termina en L' Alpe d' Huez. Vaya todo esto no sólo como información, sino también como estímulo para unos aficionados que tienen todas las razones del mundo para no ver ni una etapa.

Uno de los atrapados en la Operación Puerto ha sido el principal candidato español al título, Mancebo. Éste dijo hace poco algo lamentable: «Si los equipos cumplieran el código ético, sólo saldría Leblanc», en mención al director general del Tour. De momento, los que no van a salir son cincuenta y ocho corredores, incluido el propio Mancebo, junto a otros nombres relevantes como Ullrich o Basso.

El gran Bernard Hinault, tratando de ver la botella medio llena, contemporizaba: «Hay más de quinientos ciclistas profesionales y en ese listado sólo hay cincuenta». Es una forma de verlo. La otra es ésta: el diez por ciento de los ciclistas está bajo investigación judicial y el resto, inevitablemente, bajo sospecha; entre otras cosas, por declaraciones como las de Mancebo.

Ahora habría que acordarse de las denuncias de Manzano, hace dos años, y de cómo aquellas denuncias, lejos de abrir un debate serio en el ciclismo -español e internacional-, sirvieron sobre todo para linchar al denunciante. Aquí hace falta una limpieza a fondo. Normalmente, la fuerza del espectáculo siempre es superior a las consideraciones éticas; pero en el ciclismo ya nada es normal. Mientras llega la regeneración, sigamos a Valverde. Es lo único que nos queda. Al menos, en este Tour. En La 2.