Cádiz 2012 ELEMENTOS PARA UN DEBATE

Los doscientos años de la Constitución de 1812

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Desde hace una década, cuando por diversos menesteres académicos debo pasar anualmente temporadas en Sevilla, en las charlas con amigos andaluces es tema recurrente analizar la historia en común y la historia de adversidad entre España y América. Historia en común que estos días pasados ha sido objeto de reflexión en Argentina, donde se han celebrado los festejos de la Semana de Mayo, evocadora de la semana que en 1810 inauguró las reclamaciones de soberanía popular en el Río de la Plata. Quizás, por ello, he rememorado también mis visitas a Cádiz y el recorrido por los recuerdos objetivados que en sus calles nos interpelan constantemente acerca de 1812. Una asociación histórica de la que surgió mi necesidad de redactar estas líneas, pensando que los gaditanos se preparan para celebrar el Bicentenario Constitucional.

¿Por qué la del 2012 no es una celebración más? Doscientos años no pueden -no deben-, ser iguales a otros aniversarios y la explicación la encontramos en el plano simbólico. A los centenarios le adjudicamos la facultad de incitar a la reflexión colectiva: las construcciones culturales que damos a la división del tiempo histórico sirven para organizar y también para pensar. Valga como ejemplo el V Centenario del Descubrimiento de América, que permitió refutar los modos en que se fueron construyendo las legitimaciones históricas.

Si 1812 fue un tañido que repicó en toda América Latina, ¿cuál será la repercusión de los festejos de estos doscientos años? ¿Qué tipo de ponderaciones se harán y cual será su aportación a la historia común? Pues bien, cabe recordar que fue el Cádiz de 1812 el que da lugar -por primera vez entre los pueblos de habla hispana-, a las originarias significaciones sociales del constitucionalismo, formalizando de ese modo la visión moderna del mundo. Con el fundamento de la liberación de los pueblos y la necesidad de la liberación de los individuos, se incorpora a la historia otro acuerdo: la libertad individual era indisoluble de la liberación nacional. La primera influencia que ejerció la Constitución de Cádiz fue, precisamente, la de abrir a los territorios de Ultramar el camino de los aprendizajes constitucionales. Baste recordar, en este sentido, que cuando Fernando VII deroga esta Constitución en España, sus artículos estaban en vigor en la mayoría de las nuevas cartas magnas de los pueblos de América Latina.

También por primera vez en el mundo hispano, en 1812 se formaliza una extraña pareja en una Constitución donde se aúnan dos tradiciones intelectuales: la vieja idea escolástica de reasunción de la soberanía y el aporte de los derechos individuales del liberalismo político. Por un lado, aparece el ideario liberal constituido por el Imperio de la ley, la defensa de los derechos humanos y el respeto a la libertad individual. Por otro lado, reaparece la tradición popular, cuyos ejes centrales giran alrededor de los principios igualdad, identidad entre gobernantes y gobernados y la soberanía popular. ¿Cuál ha sido el devenir de esta extraña pareja en América Latina? La conjunción entre derechos individuales y soberanía popular no pudo -y todavía le cuesta-, desprenderse de una cultura política heredada de la época colonial que, junto a las normas que protegían al nativo, había desarrollado una economía de bajos fondos asociada a la explotación del indígena, la exacción y el contrabando. La historia iberoamericana quedó tildada en los orígenes por la incongruencia entre discurso y prácticas, entre la razón intelectual -y su objetivación en la ley-, y la cultura parroquial -y sus rutinas feudales-, lo que llevó a naturalizar la incoherencia entre norma y hechos, entre institucionalidad formal e informal, entre sistema republicano y populismo.

El otro miembro de la pareja, el principio de la soberanía popular también se fraguó de modo especial: mientras en la Península el mito de la soberanía se construyó en torno al restablecimiento de una Monarquía que representaba la unidad nacional, por su parte, en América el pasado mítico estuvo representado por el gobierno indígena y por el objetivo de la independencia, es decir, la situación previa a la conquista española. En la actualidad, aunque existen importantes avances que reconocen la legitimidad democrática y la erradicación de la violencia armada, sin embargo, el aumento de la desigualdad hace que la estructura social se haya vuelto compleja, generando, a la par de los pobres históricos, nuevas formas de pobreza que generan un cuadro dramático en la región y, consecuentemente, ponen en peligro sus instituciones. Incluso, a veces, la soberanía popular suele vestirse con nostalgias populistas y aparecen conviviendo los caudillismos mesiánicos con las prácticas clientelares, dificultando seriamente las posibilidades de construcción de ciudadanía política. La extraña pareja ha tenido muchos retoños americanos, algunos más felices que otros y, aunque hay bastante acuerdo en que La Pepa pudo ser el nombre de su partera, también lo hay en que no fue ella la responsable del destino de las criaturas; de eso, debemos hacernos cargo los iberoamericanos, los mismos que encontramos en la preparación de los festejos de Cádiz 2012, juntos los pueblos de este y aquel lado del Atlántico, un motivo para proyectar retos comunes y, por qué no, para verter algunas lágrimas por lo que no se pudo lograr.