LA GLORIETA

Visitantes molestos

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El calor y el agua hacen que cada verano, como por arte de magia, surjan infinidad de visitantes no deseados en nuestras casas. Aparecen en cuanto empiezan a subir las temperaturas y no se marchan hasta que los días comienzan a acortarse y el viento frío nos pone la piel de gallina.

Llegan en tropel, se adueñan de la terraza, el salón, la cocina y hasta del cuarto de baño; no hay lugar que se les resista ni zona que no conquisten a fuerza de tesón e impertinencia. Sabemos que esta lucha está perdida de antemano, pero aún así no podemos evitar empreder de vez en cuando una pequeña batalla contra ellos y nos pertrechamos de todo tipo de instrumentos para alejarlos y que no continúen chupándonos la sangre. Todo es inútil, conseguimos echar a unos cuantos y, poco después, se presentan cuatrocientos para reírse de nosotros en nuestras propias narices.

En ese insufrible batallón de seres minúsculos la pérdida de individuos no representa ningún menoscabo. La mayoría es la que cuenta, la que aplasta, la que triunfa, porque, realmente, no hay diferencias entre unos y otros. Viven con el mismo fin y han mutado durante siglos para lograr aguijonearnos sin que ni siquiera nos demos cuenta. Umm... creo que este modus operandi me resulta muy familiar.

Noches de insomnio, irritación y alergias son algunos de los regalos con los que nos agasajan nuestros molestos visitantes. No obstante, si he de elegir entre estos invitados temporales y esos otros que se instalan de manera indefinida sin previo aviso ni presentación, prefiero a los primeros. Por lo menos, tienes una idea aproximada de cuándo te podrás librar de ellos.