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VUELTA DE HOJA

La mayor autoridad

MANUEL ALCÁNTARA/
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La humanidad siempre ha sido de armas tomar. Desde el palo y la honda al misil, la historia de este inquieto planeta puede seguirse a través de los ingeniosos artilugios ideados para imponer su autoridad unos hombres a otros. Un día, sólo un día, de gastos militares representa seis veces el presupuesto anual de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), pero a los gastos militares hay que añadir los gastos civiles. Diariamente mueren mil personas por disparos, intencionados o fortuitos, de armas de pequeño calibre.

En el mundo hay más pistolas que cucharas y la ONU intenta reforzar los controles contra el tráfico ilegal de las primeras, ya que las segundas no están ilegalizadas, aunque sí en desuso en algunos países.

Es de suponer que al muerto la traiga sin cuidado ser víctima de un cañonazo o de un arma ligera, de esas que incluso pueden tener las cachas de nácar, como los antiguos libros de primera comunión. Muchos civiles, el 59 por ciento, son propietarios de armas de pequeño calibre. Las han comprado para defenderse de otros propietarios. Nadie con licencia para matar declara que va a hacerlo por gusto, si no en defensa propia.

Se suele asegurar que todo el que tiene un arma acaba usándola, pero lo que no se dice es que todo el que quiere comprarla encuentra un vendedor. El Gobierno español ha pedido que se regule el comercio de armas ligeras para erradicar el tráfico ilegal. Difícil, ya que ese comercio mueve 4.000 millones de dólares, pero por pedir que no quede.

No íbamos a pedir que se dejaran de fabricar los rifles kalashnikov, que es el favorito de los guerrilleros y de los traficantes, y puede hacer 600 disparos por minuto. Ya hay en buen uso 70 millones.

De momento son suficientes.