Un cuento para adultos
Actualizado:En estos días tengo muy presente la historia del rey que encargó un traje majestuoso y de gran estilo, que resultase a la vista de todos algo genial. Éste debía ser confeccionado con pura maestría, ya que el monarca poseía una personalidad inigualable que él, por sí solo, era incapaz de transmitir. Necesitaba un traje a su medida, que elevara su valía y autoestima a lo más alto. En ese mismo instante aparecieron en palacio dos personajes astutos que vieron en la debilidad del rey su modo de alcanzar la riqueza y el poder que su baja estirpe les había negado. Se presentaron ante él como los sastres perfectos, poseedores de un material precioso que sólo los tontos eran incapaces de ver. Vendieron tan bien su obra y urdieron tan bien el plan que encandilaron al rey y a su baja autoestima.
De sobra conoceréis cómo sigue el cuento. Nadie en palacio, incluido el monarca, por temor a parecer bobos, incapaces de ver aquello tan maravilloso que esos prestigiosos sastres estaban confeccionando, se atrevió a confesar lo que sus ojos veían realmente, nadie movió un dedo. Y llegó el gran día en el que el rey apareció desnudo, con postura solemne y mente confusa. ¿Verían todos lo que él percibía? ¿Serían todos tontos? O... ¿seré yo? Hasta que la voz inocente de un niño se lo aclaró ante la gran carcajada de todo un pueblo. ¿A qué viene este cuento? Pues viene a que Zapatero es ese rey ávido de un traje a su medida que le eleve a lo más alto. Y los sastres avispados no son otros que los pretenciosos nacionalistas de Cataluña y del País Vasco, que por sí solos, por lo poco que representan en todo el territorio nacional, han visto en este débil presidente al candidato perfecto para conseguir sus fines. Nadie en su propio partido se ha atrevido a mover un dedo por no parecer un tonto incapaz de ver lo grandioso de este plan. Y ahora estamos ante el pueblo, mostrando el futuro tan maravilloso que nos espera, que nadie ve y que nadie se atreve a confesar que no ve, excepto el Partido Popular, que es la voz de ese niño inocente del cuento. Pero aquí la historia parece que no va a tener un final feliz, esto sólo ocurre en los cuentos.
Mª Carmen Salguero Ganaza. Jerez