Reconciliación
Actualizado:Hay leyes de temporada, como los melones. Porque con esto de la legislación nos pasa como con Santa Bárbara, que nos acordamos de ella cuando truena. Y lleva tronando desde el pasado viernes, sin parar, se lo digo yo. Si no, cuenten la cantidad de abuelos que están dando vueltas con sus nietos desde las nueve de la mañana, sumen las abuelas que tiran por igual del carro de la compra y del niño mientras van a la plaza o al banco, miren la cara de asombro de los chiquillos cuando una desconocida les da el desayuno y los viste para ir a la playa. Es lo que tiene la ley de conciliación familiar, que nos vale durante el invierno, cuando los horarios están bien amarrados, cuando existen las actividades extraescolares, cuando el fin de semana sólo tiene dos días.
Y conste que no me parece mal que los niños anden de vacaciones durante tres meses, pero si sus padres sólo tienen un mes no queda más remedio que estar con papá en julio, con mamá en agosto y el resto con cualquier apaño, y miren, no me cuadra. Así que no me digan que la ley está hecha para conciliar, ¿a quiénes pretende conciliar? No me vale el argumento de los campamentos urbanos -que, por cierto sólo funcionan en julio, en horario de mañana y con precios prohibitivos para los que tenemos dos, tres, cuatro niños-, no me vale el argumento de las actividades en la playa si no hay un alma caritativa que acerque a los chiquillos hasta el módulo central, no me vale el argumento de la excedencia por cuidado de hijos que lo único que consigue es apartar a la mujer de su puesto de trabajo -antes eso se llamaba dejar de trabajar, y estaba mal visto- no me vale la excusa de los cien euros mensuales que no llegan para pagar ni cinco días a una canguro, no me vale la reducción de jornada porque ningún jefe permite reducciones durante los meses estivales no me sirve esta ley.
Quizás sería más sensato aprobar una ley de reconciliación, ya que en estos meses no queda más remedio que reconciliarse con la suegra para pedirle el favor de que se quede con los niños, y ponerle al mal tiempo buena cara, reconciliarse con la cuñada para que lleve a los niños a la playa, y pedirle a los pequeños que sean cariñosos con ella aunque sólo la vean por Navidad, reconciliarse con el vecino y permitirle la entrada en tu casa para que los niños estén vigilados mientras los padres trabajan, reconciliarse con el compañero de trabajo para que haga la vista gorda si algún día hay que llegar más tarde o salir antes, o que te cambie el turno si no hay más remedio Sí, definitivamente esa va a ser la solución. Reconciliación ya, o por lo menos, hasta que llegue septiembre.
No seamos pesimistas, cada día que pasa, falta menos.