La soledad de Cesc
El jugador del Arsenal tuvo que asumir el liderazgo de la selección por la invisibilidad de Xavi y el cambio de papeles de Xabi Alonso, más centrado en destruir que en crear
Actualizado:El centro del campo de España, la línea exquisita de la selección integrada por Xavi, Xabi Alonso y Cesc, vivió anoche un auténtico tormento. Bien por la colocación de los franceses o por la desesperante ausencia de desmarques de sus compañeros, los futbolistas del Barça, Liverpool y Arsenal se movieron como elefantes en una cacharrería.
En la primera parte nunca encontraron la llave del partido. Tenían el balón, sí -la posesión a los treinta minutos era de un 62%-, pero sus desplazamientos eran siempre cortos y horizontales, sin ningún tipo de mordiente. Fue una pena porque su trabajo en la destrucción, tan poco habitual en ellos, fue impecable. Asumieron a la perfección el papel de 'ladrones', pero suspendieron en el concurso de ideas, todas ellas previsibles y sin ninguna verticalidad.
La pelota rodaba lenta y nunca llegaba con peligro a la portería de Barthez, pero al menos su propiedad era clara y servía para 'matar' el encuentro con el marcador a favor. El empate de Francia desquició a los dueños del medio campo español, que llegaron a perder la posición e incluso empezaron también a fallar en las tareas defensivas. A los minutos de la reanudación, Luis Aragonés retiró a un desacertado Raúl y metió a Luis García con la esperanza de que ayudara a sus compañeros en la conducción del balón.
Funcionó durante unos minutos, hasta que Xavi se transformó en el hombre invisible y desapareció del mapa casi de forma espontánea. El azulgrana es un futbolista 'silencioso' cuando le salen bien las cosas pero, cuando no está, el juego chirría hasta provocar dentera.
Cesc, un veterano en esto de fútbol con sólo 19 años, no sólo no se escondió, sino que dio un paso al frente, empezó a mirar hacia arriba y se dejó ver sin descanso. Su liderazgo, sin embargo, fue efímero. El 'gunner' vivió siempre en soledad y no logró encontrar a ese compañero que le asistiera en los momentos difíciles. Y cargar solo con la responsabilidad en unos octavos de final y con gente tan experimentada delante como Vieira y Makelele es una misión imposible. Senna, que sustituyó al desdibujado Xavi, no le ayudó demasiado. Y Xabi Alonso, el llamado a explotar su imaginación para generar peligro, tampoco. Y es que el tolosarra firmó una segunda parte netamente defensiva. Cumplió esta función con oficio, pero su brega con las torres galas hipotecó la creación hasta que ésta desapareció.
En muchas fases del choque tuvo que ser Sergio Ramos el que arriesgara para atravesar la férrea muralla francesa. Nadie puede discutir su pundonor, pero esta fórmula de urgencia tampoco funcionó. Cesc estaba fundido en los últimos minutos, cuando España atacaba sin sentido para buscar el empate.
La selección pagó su cansancio, porque perdió el último balón que tuvo el equipo y permitió el contragolpe que acabó en el gol de Zidane. Cesc, el hombre solitario en Hannover, se sintió entonces más solo que nunca.