TOROS

La Feria pacense cierra con cartel de cuatro toreros y resultado gris

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La corrida que cerró en Badajoz feria fue de ocho toros y cuatro matadores, duró casi tres horas y se derrumbó a la hora y media. Los toros, de los dos hierros de José Luis Pereda, dieron en la foto: caras afiladas, fibra, hechuras, tipo. Eso fue casi todo. Mucho se blandearon en varas y sólo al relance tragaron con el caballo de pica.

Al deslumbrarse, se distrajeron hasta límites ya peligrosos. El quinto, molido en dos varas, se echó antes de que Rivera Ordóñez (palmas y bronca) montara la espada, parecía incapaz de ponerse en pie pero al sentir encima al puntillero, volvió a erguirse. Se echó de nuevo y ya no se levantó. La gente se echó encima de Rivera con muy ruidosa protesta.

El quinto, que tuvo en los medios alborotadas embestidas por la mano derecha, entró en el cómputo de los toros de nulo lucimiento. El Fandi (ovación en los dos) no le consintió con la muleta apenas nada. En ese toro pudo haber cobrado un poco de vuelo el espectáculo.

El Fandi lo había calentado con tres pares de muchas facultades, a cabeza pesada pero en terrenos de compromiso: de poder a poder el primer par, en los medios el segundo y por los adentros el tercero. La faena fue un querer y no querer.

El séptimo fue protestado por ceguera. No había tal. Sí se deslumbró más que ninguno. De mal estilo. Tardo, topón, cortó por las dos manos, se puso por delante, se defendió. Castella (oreja y palmas) lo macheteó con criterio, poder y hasta calidad. Buen trabajo, pero sorda faena. No de masas. El octavo se descompuso en arreones y apretones, escarbó, se movía sesgado o de costado, se acostó por las dos manos.

Eduardo Gallo (palmas y silencio) tiró por la calle de en medio. Se atascó con la espada. Seis pinchazos sin pasar.

Tan desdichada segunda parte de corrida tuvo un prólogo de noventa minutos bastante más feliz. En él Castella demostró su valor, su arranque, su poder de convicción y su seguridad.

Castella apostó por un toro que no fue fácil, se lo sacó en idea brillante a los medios y ahí lo toreó con importancia, temple, ajuste, autoridad y severo dominio. Traído por delante y suavemente tratado, el toro pareció hasta entregarse.

Se embarcó en faena larga a pesar de que, después de tres tandas, todos los síntomas del toro fueron de renuncio.