Una historia pegadita al cuerpo
Ideadas en un principio como ropa interior, las camisetas se han convertido en la prenda de vestir del siglo XXI
Actualizado: GuardarEn 1977, la camiseta más po-pular de los Estados Unidos fue una que tenía estampada la nítida imagen de Fa-rrah Fawcett. De ese mismo año es la película Abismo (The deep), que no sería más que una entretenida cinta de suspense marino si no tuviera una fundamental se-cuencia inicial: Jacqueline Bisset a remojo con la parte de abajo del biquini y una camiseta como única parte de arriba. Una camiseta mojada y pegadita al cuerpo, claro. La primera Miss Camiseta Mo-jada que daría la húmeda idea pa-ra el lúbrico concurso.
Pero antes de que se pudiera llevar un ángel de Charlie en el pecho, de que la camiseta se combinara con agua o de que se convirtiera (seca) en un medio de comunicación para lanzar mensajes, la muy contemporánea pieza no era más que ordinaria ropa interior. Aunque no tan ordinaria. Por centrarnos en el siglo XX, la ropa interior de ligero algodón de los soldados franceses que tanto impresionó a los estadounidenses de la Primera Guerra (ellos cargaban con mangas y patas largas bajo un uniforme de pesada lana), fue el detonante de lo que ha llegado a ser la más versátil prenda de vestir.
En la Segunda Guerra Mundial, tanto el ejército como la marina de EEUU usaban ya camisetas interiores a la manera europea, llamadas T-shirts por la forma en T. A veces las lucían sin camisa en plan obrero-modelo. Y esa empezó a ser una imagen corriente. Es más, el 13 de julio de 1942 la portada de la revista Life mostraba a un soldado marcando músculo bajo una camiseta con el letrero «Air Corps Gunnery School. Las Vegas. Nevada».
En 1951, en Un tranvía llamado deseo, Marlon Brando no sólo la luce sino que además se la rompe a lo Camarón, dejando el pecho al aire. En 1955 es James Dean quien la lleva debajo de la cazadora en Rebelde sin causa. Y para vestir, para salir a la calle. Empieza a ser cool.
Todavía es blanca inmaculada, eso sí. Antes, en 1948, ya se había inaugurado tímidamente lo de utilizar camisetas para campañas electorales: Dew it for Dewey (para la campaña presidencial de Thomas E. Dewey). Y en 1952, para apoyar a Eisenhower (I like Ike). Hay quien se empeña en decir que la más antigua camiseta estampada es la de Dewey, pero es evidente que la de la portada de Life es anterior y mucho más estampada. Aunque sí se puede tomar la del eslogan electoral para discutir lo de ser la primera T-shirt publicitaria a la de Jean Seberg, que en Al final de la escapada (1959) vestía una del New York Herald Tribune.
Sería en los años 60 cuando la escueta y humilde prenda dispararía su éxito y multiplicaría sus formas y colores. Edie Sedgwick, la it girl del momento (y eterna), cuenta con una en su aplaudido look: pantalones pitillo ne-gros, camiseta de rayas y bailarinas.
Yves Saint Laurent plantó su logotipo en una y la hizo desfilar por la pasarela. Los grupos de rock y los equipos deportivos vieron el filón y empezaron a licenciar las suyas. Empieza a ser pieza imprescindible incluso para poner de manifiesto estilos de vida.
La gran producción llegaría en los 80, así como el shock de Corrupción en Miami. Ese Don Johnson vestido de Adolfo Domínguez con camiseta de algodón y traje de lino es difícil de olvidar. Ya en los 90, otro español, Custo Dalmau, consiguió que sus coloristas, pop y mil veces imitadas camisetas fueran llevadas por estrellas de Hollywood y vistas en series de televisión. Todas las firmas de moda tienen las suyas y aunque ya no siempre son baratas, sigue siendo un medio más o menos asequible (como los perfumes) para tener algo de un diseñador estrella.