No a la autonomía
Actualizado: GuardarPor una mayoría mucho más holgada que la sugerida por sondeos y por el resultado de las recientes elecciones legislativas, los votantes italianos han rechazado el proyecto de reforma constitucional que presentó y defendió enérgicamente el antiguo presidente del Consejo, Silvio Berlusconi.
El ex primer ministro puso toda su energía en la balanza y se empleó a fondo cuando ya parecía claro, en cambio, que el público sabe distinguir muy bien lo que está en juego cada vez que se le pide su opinión y que en esta ocasión era necesario más tiempo y, sobre todo, más consenso para abordar esta reforma del Estado.
Tan es así, que el rechazo de la reforma constitucional ha sido alto en las regiones del sur (74, 9%) y del centro (68%), pero también mayoritario en el norte de Italia (53%), donde tiene su mayoría de votantes la Liga Norte, el populista aliado de Berlusconi que impulsó el proyecto de reforma.
Paradójicamente, el actual primer ministro era personalmente favorable a una reforma que descentralizase aún más el Gobierno, pero Romano Prodi ha preferido no correr el riesgo político de cambiar a peor la fuerte desigualdad regional o abordar, sin más, una reforma de gran calado de una Constitución que, al fin y al cabo, ha servido muy bien desde 1948.
Aunque quizás el argumento central que ha movido el «no» por encima de las apreciaciones de Il Professore ha sido la convicción generalizada de que, en realidad, Berlusconi cedió a una especie de ultimátum de la Liga Norte, indispensable socio de Gobierno que no vaciló en mostrar sus pulsiones secesionistas y que ha buscado desde siempre romper todo lo que pudiese con su denostada Roma ladrona para afianzarse en su feudo industrial y financiero del norte del país.
En estas circunstancias y con argumentos de autoridad como los expresados por el muy acreditado y solvente Carlo Azeglio Ciampi, el ex presidente de la República, que se expresó contra la reforma, el centro-izquierda se apunta un tanto que es, por la fuerza de las cosas, un activo personal para Romano Prodi, necesitado de autoridad y éxito al frente de su exigua mayoría. La Carta Magna será cambiada, sostiene él, pero de otro modo, con otro acento y con más acuerdo nacional, como conviene en estos trances constitucionales.