Nacidas de las estrellas
Actualizado:Aunque casualmente coincidieron alguna vez e incluso jugaron juntas de pequeñas, Rumer Willis y Rainey Qualley se diferencian tanto entre sí como sus celebérrimas mamás: Demi Moore y Andie McDowell. Las dos jovencitas tienen 17 años, pero, mientras la hija de Demi vive en Los Ángeles, la de Andie se ha criado en un bucólico rancho de Carolina del Norte. Y se nota.
Rainey y Rumer han compartido un divertido fin de semana en Barcelona, de la mano de la firma Pronovias, que las contrató como espectadoras de lujo de su desfile, en calidad de jóvenes casaderas. Pero antes de lograr que aceptaran el viaje y compartieran cartel con bellezas nacionales como la hija de Isabel Preysler o las de Bertín Osborne, fueron necesarias muchas gestiones, porque las cosas en Hollywood nunca son fáciles.
Para empezar, Rumer Glenn Willis llegó con la inamovible condición de no hacer declaraciones a la prensa. Y es que, por lo visto, sus famosos papás -Bruce Willis y Demi- le tienen terminantemente prohibido que hable con extraños. Rumer, que se da un aire a la Moore en los ojos, pero ha heredado la inequívoca mandíbula Willis, podía ser fotografiada, pero nunca interrogada. Los estrictos asesores de sus papás no estaban dispuestos a que entre las preguntas se colara una como: ¿Te gusta Ashton Kutcher, el joven marido de tu madre, como novio?
Rainey, sin embargo, sí concedió algunas entrevistas. Es la segunda de los tres hijos que tuvo Andie McDowell con el modelo y actor Paul Qualley, con quien estuvo casada trece años. Y sus papás pueden estar orgullosos de ella, pues siguió el guión al pie de la letra. «Mi madre es un ejemplo de cómo actuar, de cómo ser, de cómo comportarme, de qué presencia tener. Espero haber aprendido algo de todo lo que ella me ha enseñado. Es fantástica». También afirmó que nunca la había echado de menos, «porque, a pesar de su trabajo, siempre ha estado ahí cuando la he necesitado».
Además de la originalidad de sus nombres, Rumer y Rainey comparten su afición por el arte interpretativo y el no dar un paso sin contar con el visto bueno de sus mamás. Se decidió que ambas vistieran de Valentino y calzaran manolos. Pero Demi, que es muy controladora, quiso elegir personalmente el vestido. «No quería -explica una relaciones públicas- que con 17 años a su hija la pusieran de largo, la disfrazaran de mujer y perdiera la frescura».
Bogavante y paella
Así que Demi y Rumer fueron juntas al showroom de Valentino en Los Ángeles y consensuaron un sencillo vestido negro, muy juvenil. Otra condición inapelable de los Willis fue que su hija viajara acompañada por un guardaespaldas de confianza llegado de Londres. A Rumer también la acompañó una mujer de 35 años, que no desveló su cargo o grado de parentesco. Rainey, más familiar y menos técnica, viajó con su tía; una hermana de Andie muy parecida a la actriz, sólo que con más años o menos bótox.
La primera reacción de Rumer al llegar a Barcelona fue encerrarse en su habitación del hotel Casa Fuster, con su iPod y su ordenador portátil, mientras que, por el contrario, su amiga de la infancia recorría la ciudad. Ambas exigieron manicura y pedicura a domicilio. Y disfrutaron mucho del desfile. Pero más aún de la cena posterior, en la que, como no pueden beber alcohol por su corta edad, tuvieron que pasar el bogavante a base de refresco de naranja. «Esto es mejor que una puesta de largo en L. A.», llegó a exclamar entusiasmada la hija de Demi Moore, poco antes de lanzarse a la pista de baile.
Al día siguiente, Rumer y Rainey, que a su edad ya ha convertido a su novio en el mejor amigo de su hermano, hicieron turismo, junto a su pequeño séquito, por la ciudad. Y acabaron devorando una paella de marisco frente a la Barceloneta.
Las jóvenes se prometieron volver algún día juntas.