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Beckham fulmina a Ecuador

Un preciso lanzamiento de falta acabó con los sueños del osado equipo americano, que se mostró superior durante sesenta minutos

IGNACIO TYLKO/
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David Beckham habló en el césped para desmentir a su técnico y demostrar que los especialistas sí son imprescindibles en un fútbol tan parejo como el actual. Como tantas otras veces, su extraordinario golpeo a balón parado rescató a un equipo a la deriva y cercenó las esperanzas de sus encendidos rivales. Los ecuatorianos, mucho mejores que los ingleses durante una hora, pueden irse del Mundial orgullosos, con la cabeza bien alta. Jamás olvidarán, sin embargo, la pintiparada ocasión desperdiciada por Carlos Tenorio al principio. Ahí tuvieron el partido, su cita con la historia.

El Spice Boy se reivindicó y salvó a los británicos, que en absoluto respondieron a la condición de favoritos. Con su técnico a la cabeza, fueron vulgares y conservadores de principio a fin. Tienen un ramillete de jugadores de talla mundial, comparables por la crítica con los que coronaron hace 40 años, pero aún no saben muy bien a lo que juegan.

El resultado dirá que ellos pasaron ronda y la Banana Mecánica se quedó en el camino, pero a corto plazo los elogios deben de ser para el débil.

Si se salvan las diferencias individuales, porque estos ecuatorianos no tienen la talla de los Valderrama, Freddy Rincón, Adolfo Tren Valencia o Asprilla, cuando uno ve jugar a la Tri es inevitable retroceder en el túnel del tiempo y acordarse de los cafeteros que adiestraba Maturana. Se nota, y de qué forma, que el técnico Luis Suárez es un alumno aventajado del Pacho porque su sistema es un calco del de aquél.

Defensa en zona, achique de espacios, presión en banda para robar, un buen trato al balón, a partir del que se organiza el equipo, y cambios de ritmo para sorprender al adversario. Pero sobre todo, lo que ha sabido trasladar a los humildes ecuatorianos es que jueguen con osadía, disfruten de su profesión y sean fieles a su estilo, más allá del rival que tengan enfrente. Como él pregona, «le han ganado al Mundial» y pueden festejar su eliminación en octavos, un récord para esta selección universalmente elogiada.

Con una fidelidad extrema a sus principios innegociables y más allá de la derrota, Suárez impartió una lección magistral al atribulado Sven Goran Eriksson en su planteamiento. Trasladó su valentía a los hinchas ecuatorianos. Muchos comparecieron en Stuttgart con el torso descubierto y el lema sí se puede grabado con tinta. Tenían fe en ellos, en sus ideas, en su organización, en su forma optimista y relajada de tomarse la vida. Y aceptaron la derrota con gallardía.

La ocasión de Tenorio

Les falló que Carlos Tenorio regalara la ocasión de su vida, a los 10 minutos, una de esas jugadas que se pasarán mil veces por televisión y de la que siempre se lamentará.

Un balón largo, un error pueril del gigangón Terry, un gran control y, justo cuando el delantero del Al Sadd qatarí dispara, aparece la pierna milagrosa de Ashley Cole que desvía el balón al travesaño. Tenorio miró al cielo y se persignó. Sabía que ahí se pudo cumplir el sueño de cuartos.

La baja de Owen generó serios problemas al sueco, a quien le dio un ataque de entrenador y modificó todo el equipo. No se la jugó con el gigante Crouch y decidió adelantar a Gerrard, que no se entendió con Rooney y encima dejó huérfano el centro del campo. Las grandes novedades fueron la inclusión de Carrick y Hargreaves en el equipo. Un galimatías que se tradujo en dos tímidas ocasiones.

Aunque Inglaterra aceleró, no tenía pinta de cambiar el curso del duelo en la reanudación. Eriksson ya entendía su error inicial y mandaba calentar a Crouch. Pero en esas, llegó una falta sin aparente peligro y Beckham sacó su pegada de galáctico. El delantero-pívot del Liverpool volvió a sentarse y Eriksson se decantó por los cambios defensivos. El fin de la clasificación justificaba los medios.