Una tarde mágica
Un millón de alemanes se echan de nuevo a la calle tras la victoria ante Suecia y aumenta la creencia general de que el equipo ganará el Mundial
Actualizado: GuardarFue una tarde mágica. Casi un millón de personas abarrotaron la famosa 'milla del aficionado' en Berlín, el escenario perfecto para medir la temperatura de los hinchas alemanes que, desde ayer, ya creen que el mundo les pertenece. «Somos invencibles», gritó Sabine, una hermosa joven de 17 años, cuando el árbitro puso fin al partido que llevó a su selección a los cuartos de final.
«Seremos campeones», añadieron un grupo de amigas que presenciaron el partido en las inmediaciones de la puerta de Brandeburgo, felices del triunfo obtenido por los anfitriones y convencidas de que nadie ni nada puede impedir que su selección se convierta por cuarta vez en campeona del mundo. Cuando finalizó el partido, un grito de alivio retumbó en la avenida 17 de junio, los concentrados saltaron, se abrazaron y muchos no pudieron impedir que lágrimas de felicidad mojarán sus mejillas.
«Es casi como un sueño», dijo Horst Schneider un médico, que ayer había cambiado su túnica blanca por una camiseta de la selección que llevaba impresa una frase adecuada a la fiesta; 'Alemania campeón 2006'. «Hace dos meses nadie creía en el éxito de este equipo y ahora ya estamos en cuartos de final».
La tarde mágica que vivió la capital alemana se inició poco después del mediodía, cuando una caravana de hinchas, abrigados con banderas y vestidos con la camiseta de la selección comenzaron a llenar la famosa avenida.
Procedían de todas partes y todos tenían una convicción absoluta. «Berlín nos espera», coreaban sin conocer el desenlace del partido. «Nadie nos puede detener y conquistaremos el mundo», gritaba un grupo de jóvenes que había llegado desde Leipzig para festejar los goles que aún no se producían. «Alemania, Alemania, qué linda es Alemania», cantaba un grupo de muchachas que lucían orgullosas la vestimenta de la selección.
Poco después de las 15.00 horas, Berlín se convirtió en una ciudad desierta. Casi ningún coche transitaba por sus calles. Las tiendas estaban vacías. El ambiente en la 'milla del aficionado' era diferente. Alentados por la cerveza, el calor de la tarde y por un extraordinario ambiente de fiesta, los hinchas no cesaron de cantar y bailar hasta que las pantallas gigantes mostraron la ceremonia oficial de los himnos.
De pronto, la multitud guardó silencio y cuando sonaron los primeros los acordes, un coro gigantesco comenzó a cantar con un orgullo inédito las famosas frases; '¿Unidad, ley y libertad, para la patria alemana. Tendamos todos a ella fraternalmente con el corazón y la mano. Unidad, ley y libertad, prenda de felicidad!'.
La emoción de la ceremonia se convirtió en un delirio colectivo cuando Lukas Podolski, en menos de diez minutos, anotó los dos goles de la victoria. «Klinsmann es un mago», dijo el médico Horst Schenider durante la pausa. Con el pitido final, la multitud alzo las banderas alemanas, gritó con emoción. «¿Seremos campeones!» y comenzaron a abandonar la 'milla', con la felicidad marcada en el rostro. «Es hermoso ser alemán», señaló Sabine, cuando se alejaba.
La euforia colectiva que vivió la nación contagió a la canciller, Angela Merkel, quien se olvidó para siempre de la solemnidad de su cargo y se convirtió definitivamente en la hincha más famosa del país. «Cuando los muniqueses dicen: 'vamos a Berlín', esto es magnífico», dijo la canciller. «Se han cumplido de manera increíble mis esperanzas. Este equipo cree en él mismo. Yo también creo en él», sentencio.