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La Pasión, según cádiz

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En la ciudad de Cádiz, como decía Juan Laluz cuando era secretario del jurado del concurso del Falla, estamos viviendo un episodio muy particular de la Pasión. Al bueno de Laluz lo han mandado crucificar. Igual que a su Cristo de la Columna dos sayones lo han flagelado sin compasión en las últimas semanas. Uno, el vicario general de la diócesis, Guillermo Domínguez, que ateniéndose al informe del sanedrín de turno, el párroco de San Antonio, ha dictado un castigo ejemplar. El otro sayón, Sebastián Llanes, una persona que tiene el honor de haber protagonizado en persona los dos incidentes más lamentables que se recuerdan en el Palillero, el último por tratar de obligar al hermano mayor del Caído a sentarse en la tribuna. Que se aplique el cuento.

En esta singular pasión gaditana, Juan Laluz ha encontrado en su particular calle de la Amargura a un Simón de Cirene en La Palma y a otro en San Lorenzo. Hasta entonces había algunos que se habían ofrecido a ayudarle pero a la hora de la verdad parece que sólo ellos dos han tenido arrojo para arrimar el hombro a la cruz. A uno de ellos, Miguel Ángel Novo, incluso le han llamado la atención y casi lo echan del templo, porque su caridad no ha gustado a algunos de los sayones. Sin embargo ha contado con la ayuda y mediación de otro párroco, José Araujo, que, para lo malo y para lo bueno, siempre es capaz de plantarle cara a quien se ponga por delante.

En esta singular pasión gaditana, Corbacho preguntó hace poco en la calle Cobos quién era inocente y recibió una respuesta clara. Sin embargo ahora se lava las manos. Como Pilatos.