Dime de qué se trata, que me opongo
Actualizado: GuardarCualquiera pensaría que se trata de un juego infantil y tal vez lo sea. El caso es que se practica por muchos adultos y, sobre todo, por lo que se viene llamando, no sé si con acierto, la clase política. Se puede decir que nace con la democracia en el último tercio del siglo XX. Antes, con la dictadura, no existía porque para practicarlo es imprescindible contar con la oposición y ésta, desde el punto de vista legal, brillaba por su ausencia.
«Dime de qué se trata, que me opongo» tiene un marco preferente de actuación: los órganos deliberantes de las instituciones y se ejerce, con frecuencia, en los plenos municipales y también, con cierta asiduidad en los Parlamentos autonómicos e incluso en el Congreso de los Diputados o en el Senado.
El juego consiste en oponerse, casi por sistema, a propuestas razonables y viables que proceden de la oposición con el argumento, muy manido, de que se encuentran en estudio otras mejores y más completas. Igualmente, con argumentos, más o menos parecidos, responden los partidos de la oposición a los partidos que apoyan al respectivo gobierno local, regional o estatal. Detrás de tan «convincentes» argumentaciones se esconde el miedo, absurdo, a que el adversario político se «apunte el tanto» de su propuesta en caso de prosperar. Mientras tanto, el ciudadano, atónito , perplejo e indignado, no entiende cómo iniciativas encaminadas a satisfacer el interés general quedan en suspenso por el mero hecho de caer en un juego que escapa al sentido común y a su inteligencia.
Un ejemplo, verdaderamente paradigmático, de este comportamiento tan contradictorio lo podemos encontrar en los debates suscitados en torno a la liberación del peaje de la autopista Sevilla-Cádiz. En 1991, la oposición presenta en el Parlamento de Andalucía una propuesta destinada al rescate de la concesión. La propuesta no sólo es rechazada por el partido gobernante sino que además su ejecutiva regional expedienta y sanciona a uno de sus alcaldes por revindicar, desde mucho antes, en sintonía con las aspiraciones de la población, lo que pretendía la propuesta desestimada. Pero hete aquí, que cinco años más tarde el partido mayoritario de la oposición gana las elecciones generales y asume la responsabilidad del Gobierno de la Nación. Es entonces cuando se produce la gran paradoja, el Gobierno que tiene la oportunidad de convertir en realidad lo que su partido demandaba en Sevilla se opone a la pretensión de quienes ahora, sin explicación alguna, cambian de opinión exigiendo lo que en otro tiempo rechazaban, es decir, el rescate, en su totalidad, de la concesión de la autopista.
La falta de coherencia, como la descrita, afecta negativamente a la credibilidad de los políticos, provoca la indiferencia de los ciudadanos hacia la actividad de las Instituciones y, lo que es peor, contribuye a un incremento progresivo de la abstención en los procesos electorales.