LA GLORIETA

Píldoras de la felicidad

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Parece que los azares de la vida, sus obstáculos e inconvenientes, están logrando, poco a poco, minar la autoestima y la confianza de más personas. «Aumentan los casos de trastornos depresivos. Aproximadamente, uno de cada cinco pacientes que llegan a la consulta de atención primaria sufre algún tipo de depresión», según los datos que ofrecía el pasado jueves un especialista de familia gaditano. ¿Por qué ocurre esto? ¿Tenemos más problemas que antes o es que ahora los exponemos, hablamos más sobre ellos e intentamos solucionarlos?

No hay una sola respuesta para cada pregunta, más bien se podrían dar miles de ellas para cada una, y con infinitas combinaciones. No voy a entrar a valorar aquí los factores personales que pueden influir en cada individuo y que, por supuesto, son fundamentales para entender por qué una persona llega a padecer un trastorno depresivo. En cambio, me gustaría abordar unos factores sociales o culturales que estimo relevantes y que sí, pienso, que nos afectan a todos. Por ejemplo, creo que se ha perdido la paciencia. Todo lo que anhelamos y ambicionamos tenemos que conseguirlo inmediatamente, a la carrera, y como esto no siempre es posible, el deseo se torna en frustración y nuestra autoestima baja más deprisa que las acciones de Repsol, después de conocerse la nacionalización del petróleo en Bolivia. Han desaparecido también del vocabulario y del día a día, o tienden a ello, palabras y conceptos como esfuerzo, superación, comprensión... No sé por qué me da a mí que se van a necesitar muchas píldoras de la felicidad para compensar estas pérdidas. Ya saben, en la farmacia pueden preguntar...