LA COLUMNA

El calor, la calor y las calores

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Un personaje del juguete cómico de Muñoz Seca Anacleto se divorcia, escrita en 1933, decía que existe un orden jerárquico en las temperaturas que se pueden soportar: «El caló, la caló, los calores y las calores». Y precisaba que, en esa última fase, «uno ya se tenía que quitar hasta el pellejo». Acaba de empezar el verano y ya estamos despellejándonos. No sólo por los Estatutos, las identidades nacionales o las negociaciones con ETA, sino por «las calores». El Instituto Nacional de Meteorología prevé para este fin de semana temperaturas superiores a los 40 grados y la Sociedad Española de Medicina de Familia ha enviado un documento a 2.500 centros de salud en el que aconseja extremar la precaución ante la ola de calor, pese a que Joseph Black demostró en 1760 que calor y temperatura son conceptos diferentes. Puso como ejemplo que la temperatura de un vaso de agua puede ser la misma que la de un cubo de agua, pero que el cubo tiene más calor porque tiene más agua. Aun así, todos seguimos llamando calor a la temperatura. Y puede que no haga más calor, que es un término subjetivo, pero hace más temperatura, que es la cantidad de cinética atómica y energía potencial de un cuerpo, pese a que la Termodinámica nos enseña que cuando el calor es transformado en alguna otra forma de energía, o la energía en calor, la cantidad total de energía en el sistema es constante. Entonces, ¿quién nos explica cómo es posible que la temperatura media de la superficie terrestre se haya incrementado 0,8 grados en los últimos veinte años y los científicos aseguren que puede aumentar otros 3,5 grados en los próximos cincuenta? ¿De dónde sale ese calor? ¿Qué se está enfriando? Y, sobre todo, ¿por qué los científicos se están despellejando a causa del cambio climático y los gobiernos lo han convertido en un fabuloso negocio comprando y vendiendo derechos de emisión de gases a la atmósfera? Si viviera Muñoz Seca estaría escribiendo algo definitivo sobre «las calores».