El contagio de la educación
Actualizado: GuardarHe de seguir hablando de la relevancia social del magisterio. Para mi sorpresa, desde muchos amigos profesores hasta instancias oficiales de Educación me han celebrado el artículo de la semana pasada que, en realidad, no era más que un pequeño y personal homenaje a cuantos se han desvivido, literalmente, por atender a mis hijos y a los hijos de otros muchos durante el curso que acaba y durante los anteriores. Algo sencillo, un poco en el registro de lo cotidiano, aunque es verdad que las cosas más importantes suelen pasan desapercibidas.
Muy mal andamos si nuestros profesores se sienten tan necesitados de cariño, de reconocimiento y apoyo. Por eso vuelvo sobre el tema, para hacer ver a cuantos estamos de este lado, del lado de las familias, por si sirve de algo, la necesidad de establecer un código compartido, un entendimiento estrecho. No hay nada mejor que un buen maestro, insisto, nadie a quien querer más, agradecer más, respaldar más que a quien ha contribuido a que nuestros hijos superen sus dificultades, aprendan, acepten las reglas, se hagan mejores, porque ese es el empleo de más rango de nuestas vidas, en el que no podemos fallar.
Yo les he visto, por ejemplo, clavar estanterías para hacer sus clases más agradables, dedicar horas extra a aplicar técnicas contra el bullying, pasar recreos consolando a un niño, bromear y dar coba a muchachos algo vagos hasta hacerles sentarse a estudiar, organizar grupos de apoyo para que los aventajados enseñen a los rezagados...
Hay unas palabras de Ángel Gabilondo, el rector de la UAM, perfectas para el caso: «Educar es una forma de vivir contagiosa. No es cierto que sólo se contagien las enfermedades, también se contagia la salud. Quien ha tenido la suerte de conocer a alguien así no lo olvida nunca. Las actitudes y las competencias son compatibles con los conocimientos, como los afectos con los conceptos. Y tal es la generosidad efectiva del educador, enseñar a los demás a poder vivir prescindiendo de uno mismo, autónomamente, a ser artífices de su propia vida».
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