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Faena de aliño de la España B

El segundo equipo de Aragonés gana por la mínima a Arabia Saudí en un partido insulso que no sirvió para que ninguno de los suplentes se reivindicara

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Si se trataba de que los suplentes pusieran en un brete a Luis Aragonés, de que le obligaran a devanarse los sesos de cara al partido de octavos en vista de la abundancia de recursos disponibles, lo cierto es que el partido de ayer ante Arabia Saudí no sirvió entonces de mucho. Nada se vio que no se supiera de antemano y ningún suplente se reivindicó con una actuación sugestiva. No, desde luego, Raúl, voluntarioso pero intrascendente durante los 45 minutos que estuvo en el campo como delantero centro. En fin, que pocas conclusiones que no sean la de confirmar al once titular que ganó a Ucrania y Túnez pudieron extrarse de un encuentro insulso, una especie de amistoso oficial, que España ganó por la mínima sin mayores alardes y a punto estuvo de emborronar en su recta final, cuando los futbolistas españoles desatendieron sus obligaciones y, jugando ya a beneficio de inventario, concedieron a su rival un par de ocasiones para empatar.

Un buen indicativo de los derroteros por los que iba a transcurrir el partido fue que, ya para el minuto cinco, los aficionados españoles estaban haciendo la ola y bailando al son de 'Paquito el chocolatero', ese himno europeo, en las empinadas gradas del Fritz Walter Stadion de Kaiserslautern. Había que animarse y disfrutar de una tarde ideal y de una oportunidad que muy pocas veces se presenta en un Mundial: la de poder vivir el fútbol como una pura fiesta, sin tensiones ni angustias. Y a ello se dedicó la afición rojigualda, que detectó al primer vistazo la debilidad de Arabia Saudí, una selección muy cándida que saltó al campo convencida de su inferioridad y sin otro plan que acabar los noventa minutos lo menos dañada posible. De hecho, si al final los pupilos de Marcos Paqueta se fueron en busca del empate fue porque España se desactivó por completo, cansada de chocar contra Mabrouk Zaid, conforme con su faena de aliño y sólo pendiente de su porvenir en el torneo.

El primer cuarto de hora se jugó a un ritmo de pachanga veraniega que sólo se reavivó cuando los jugadores de Luis Aragonés, empujados desde la grada, se decidieron a subir las revoluciones y a buscar a Joaquín y a Reyes por las bandas. A ambos les gustan este tipo de partidos de verbena, sin rival. Sobre todo al bético, que crece cuatro palmos en las situaciones ventajosas. De sus botas nació la primera ocasión de España, allá por el minuto 14, en un chutazo desde la frontal que se fue arriba por centímetros. Luego, con Cesc e Iniesta metidos ya en el carrusel de toques tras un inicio bastante gaseoso, vinieron otras tres o cuatro oportunidades que Mabrouk Zaid se encargó de desbaratar. Lo cierto es que el portero saudí no venía precedido de muy buena fama. Con su delgadez y su chándal negro, tiene ese aire de portero exótico que, por regla general, suele ser sinónimo de poco fiable. Pero el caso es que el hombre se esmeró ayer y, durante la primera parte, sacó varios balones muy comprometidos a disparos de Albelda, Joaquín y Reyes.

A dormitar

No pudo hacerlo con un testarazo de Juanito en el minuto 38. Fue un gol que Luis Aragonés celebró sin mover un músculo pero con la satisfacción íntima de ver cómo su trabajo diario en las jugadas de estrategia, una de sus debilidades como técnico, da sus frutos. La jugada salió como en los entrenamientos en el Sportcentrum de Kaiserau. O mejor. Reyes la puso en el área con una rosca perfecta y el central del Betis remató en carrera sin que nadie le molestara. La ventaja animó a los jugadores de la selección, que se fueron arriba a sentenciar el partido y a hacer currículum. Y es que un Mundial sigue siendo un Mundial por mucho que el partido tenga poca chicha. Para las estadísticas, ya se sabe, la entidad del rival es indiferente. Arabia Saudí vale lo mismo que Brasil.

En la reanudación, ya con Villa en lugar de un Raúl sin velocidad para jugar sólo en punta, España echó dos o tres cohetes antes de ponerse a dormitar. Zaid seguía desviando todos los remates y los pupilos de Luis Aragonés se fueron saliendo poco a poco del partido. Los cambios de Xavi por Cesc, que cumplió su misión de no ver tarjeta amarilla, y de Torres por Reyes, tampoco activaron a un equipo en el que, unos por otros, ninguno se quedó a barrer. Así las cosas, Arabia Saudí sacó por fin la cabeza de la madriguera. No vio peligro y se fue a la aventura en busca del empate. Y no le fue mal. La entrada de Al Hawsawi por el clásico Al Jaber dio más mordiente a los saudíes, a los que sólo les faltó un poco de templanza para marcar en dos ocasiones muy claras; la primera de Sulimani y la segunda, a dos minutos del final, de Al Harthi. Al delantero del Al Nasr se lo tragó la tierra cuando la mandó arriba a dos metros del área pequeña.

Un estilo de juego

Tras el pitido final del africano Coffi Codjia, uno de esos impredecibles árbitros de cuota que impone la FIFA en sus torneos, llegó la hora del balance en el Fritz Walter Stadion. España ha terminado con nueve puntos y ha transmitido buenas sensaciones en esta primera fase. Hay un equipo titular que convence y debe ser respetado en su actual estructura. Visto lo visto ayer, poco se le puede tocar. Como mucho, alguna puntada. Por otro lado, hay un estilo de juego consensuado que no admite réplica y un ambiente general de ilusión. Ahora bien, ya lo advirtió el jueves Luis Aragonés: el verdadero Mundial empieza ahora. El martes, en Hannover.