José Ramón García Ortiz Un pionero en la élite del baloncesto
Actualizado:Catorce temporadas en la liga ACB, diez participaciones en la fase final de la Copa y más de cien internacionalidades alumbran el palmarés del mejor embajador del baloncesto gaditano. No es un jugador, es un árbitro, pero como si lo fuera. Y es que José Ramón García Ortiz (San Fernando, 17-1-1965) ha vivido el baloncesto en todas sus vertientes. Ha sentido el parqué desde todos los puntos de vista -como jugador, entrenador y árbitro-, algo que le ha ayudado a comprender la reacción de los protagonistas, a cultivar las virtudes necesarias para convertirse en el pionero del arbitraje baloncestístico andaluz (co-menzó en la ACB en 1992) y en una de las referencias para aquellos que están empezando en el mundillo de la canasta. Fue a los trece años cuando decidió cambiar el fútbol por el baloncesto. Por entonces, no alcanzaba a imaginar el brillante futuro que le deparaba el destino. Se limitaba a hacer lo que ahora: disfrutar de cada partido.
La magia de la canasta le enganchó en el patio del colegio de La Salle y le ha llevado hasta santuarios como el Centar Drazen Petrovic de Zagreb, donde vivió con intensidad la pasión del baloncesto del Este en un Cibona-Partizan o el Martín Carpena, donde, sin ir más lejos, arbitró el se-gundo partido de la última final de la ACB.
Significa su séptima presencia en una finalísima de la máxima competición del baloncesto nacional y el signo inequívoco de que se encuentra entre los elegidos, entre aquellos colegiados que saben combatir con mayor aplomo los elementos de presión.
El dominio de las normas es una obligación para ellos; la concentración, su mejor arma; y el conocimiento de las tácticas del juego, ese elemento diferenciador entre los buenos árbitros y los geniales. Como Pedro Hernández Cabrera, Chuchi León Arencibia o Miguelo Betancort, los espejos en que se mira García Ortiz para seguir progresando.
Bases sólidas
Las bases tácticas las adquirió el isleño en su etapa como jugador -desde los 14 hasta los 19 años-. Por entonces ya compatibilizaba sus lanzamientos a canasta -llegó a integrar la plantilla del CB San Fernando que alcanzó hasta Segunda División- ma-tando el gusanillo del arbitraje en ligas locales. Su carrera en pantalón corto se truncó rápido porque no le compensaba ajustarla con el trabajo, pero fue entonces cuando su trayectoria como árbitro creció a pasos agigantados. De Primera Andaluza pasó a Segunda Nacional, y de ahí a un grupo especial de diez o doce colegiados designados para partidos que requerían la máxima imparcialidad posible. En 1991 ya ocupaba un puesto en Primera Nacional y al año si-guiente culminó el sueño de la ACB. Su debut, en un Barcelona-Breogán, y con Mitjana de compañero de faena, fue especial.
Tan especial como sería culminar su otra ilusión. Utilizar en un futuro su título de entrenador para transmitir a los más pequeños los conocimientos que está adquiriendo durante todo este tiempo.