LA COLUMNA

El agujero negro de los sellos

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Dicen los científicos que un agujero negro es una concentración de masa de tal cohesión que la fuerza de gravedad no permite que nada salga de ella, ni siquiera la luz. Se cree que en el centro de las galaxias, incluida la Vía Láctea, hay agujeros negros que atrapan toda la materia que encuentran a su alrededor. Su existencia empezó a interesar a partir del descubrimiento por Einstein de que la luz era influenciada por la gravedad y que existía una curvatura del espacio-tiempo. Hoy, esa teoría está apoyada por observaciones astronómicas mediante rayos X. Pero mucho antes, en 1783, el geólogo inglés John Michell había publicado un artículo en la revista de la Royal Society en el que demostraba que un cuerpo con un radio 500 veces superior al del sol y con su misma densidad tendría en su superficie una velocidad de escape igual a la de la luz y por tanto sería invisible. En 1930, Chandrasekhar demostró que un cuerpo con una masa crítica que no emitiese radiación, colapsaría por su propia gravedad. Luego, en 1939, Oppenheimer predijo que una estrella tres veces mayor que el Sol colapsaría por completo y que los agujeros negros podrían ser formados en la naturaleza. Finalmente, en 1967, Stephen Hawking sostuvo que en determinados casos no se podía impedir que de un colapso se crease un agujero negro, término acuñado por John Weeler en 1960.

El administrador judicial de Fórum Filatélico cifró ayer entre 2.700 y 3.400 millones de euros el agujero patrimonial de la sociedad a diciembre de 2005 y ha estimado que su patrimonio era únicamente de 410 millones en fondos propios y otros 400 millones en sellos. Por su parte, el auditor confesó que «era una burbuja que tenía que acabar por reventar». Así que no resulta exagerado decir que la presunta estafa de los sellos -que, para entendernos, podría superar la astronómica cifra de medio billón de pesetas- tiene todas las características de un agujero negro. Y todos, hasta ahora, mirando las estrellas.