España pone a su banquillo en el escaparate mundial
Los suplentes de la selección española, que ya piensa en el cruce de octavos, se examinan hoy ante Arabia Saudí
Actualizado: GuardarCon todas las miradas puestas en los octavos de final y en los posibles rivales para ese cruce a vida o muerte, España juega esta tarde en el estadio Fritz Walter de Kaiserslautern (16 horas, La Sexta y Cuatro) un partido que sería un puro trámite carente de interés si los Mundiales no fueran lo que son y la propia grandeza del torneo no evitara la existencia de encuentros intrascendentes. Cuando a uno le observa todo el planeta, siempre se juega algo. En este caso, se podría decir que la selección española, cuya portería será defendida hoy por Cañizares en una decisión de Luis Aragonés que ha generado bastante controversia, se juega el orgullo, mientras que los jugadores que saltarán al campo, suplentes todos ellos en los dos partidos anteriores, se jugarán su prestigio.
El gran aliciente del choque, de hecho, no es otro que comprobar la verdadera profundidad del banquillo español: cuantos jugadores están en disposición de ponerle las cosas difíciles al seleccionador, como él mismo reclamó ayer en la rueda de prensa que ofreció al llegar a Mannheim, y cuantos están condenados a interpretar un papel secundario. Y todo ello, por supuesto, pensando en el partido de octavos; en un duelo crucial para el cual el seleccionador, según confesó, ya tiene elegido el traje pero todavía no la corbata. Ésta dependerá del rival que toque en suerte (Suiza, Francia o Corea) y, desde luego, del rendimiento que ofrezcan hoy una serie de futbolistas a los que Luis Aragonés examinará con lupa.
La ocasión de Raúl
Uno de ellos será Raúl, que jugará los primeros 45 minutos y dejará su sitio a Villa tras el descanso. Animado tras su decisivo gol ante Túnez, el capitán de la selección quiere recuperar su sitio en el once. Sabe que el puesto de Luis García, un futbolista impredecible que pasa de repente del protagonismo más absoluto a un preocupante estado gaseoso, está en entredicho y se ha conjurado para aprovecharse de ello con una actuación convincente. Raúl va a exprimirse a conciencia durante la primera parte. De lo que demuestre dependerá que recupere los galones que añora. Y es que muy pocos dudan de que, si el madridista se luce, Luis Aragonés tirará de su experiencia, su instinto competitivo y su olfato goleador para el partido de octavos.
Otros internacionales con posibilidades de reivindicarse son Cesc, Joaquín y Reyes. El primero estuvo espléndido ante Túnez. Tanto que son muchos los que se preguntan si el sabio de Hortaleza no asume un riesgo innecesario al alinearlo hoy, habida cuenta de que el centrocampista del Arsenal arrastra una tarjeta amarilla y, si viera otra, se perdería el siguiente encuentro. En cuanto a Joaquín y Reyes, su objetivo es el mismo: convencer al seleccionador de que el juego por las bandas continúa siendo un arma potente que España debe explotar. Y no sólo en situaciones de emergencia, cuando el rival se atrinchera y es necesario un abrelatas, como ocurrió ante los tunecinos.
La entrada en el equipo de estos dos jugadores y de David Albelda como medio centro en lugar de Xabi Alonso obliga a pensar en una España diferente. Se trata de algo inevitable, pura ley del fútbol, por mucho que Luis Aragonés asegurara ayer que la selección jugará igual que en los dos partidos anteriores. Sencillamente, no es posible. Podrá jugar mejor o peor, pero no de la misma manera. ¿O no es muy diferente jugar con Xabi Alonso, Xavi y Senna en la medular y Villa, Luis García y Torres arriba que hacerlo con Albelda, Cesc e Iniesta y un trío ofensivo formado por Joaquín, Reyes y Raúl? Lo quiera o no el seleccionador, aunque Albelda se esmere como nunca tocando el balón y los extremos hayan aprendido a tirar diagonales, no es lo mismo.
En cualquier caso, juegue como juegue, la selección española es clara favorita. Nadie se imagina un borrón ante los saudíes y menos Luis Aragonés, que quiere cerrar el círculo de los 9 puntos. Otra cosa es que la corrección política (o deportiva, como se quiera) obligue a ensalzar al rival y a ahondar en el discurso de que la igualdad es máxima y de que, en el fútbol actual, no hay enemigos pequeños. Pero la diferencia de calidad es evidente. Y un buen ejemplo es que Arabia Saudí fue goleada en el segundo partido por la misma selección a la que España había goleado en el primero.
De hecho, si alguien reconoce la superioridad de España, a la que ve como una de las favoritas del torneo, es Marcos Paquetá, el técnico brasileño que dirige a 'los hijos del desierto'. «Nos enfrentamos a una candidata al título. Un empate ya sería un buen resultado para nosotros, pero vamos a salir en busca del mejor resultado posible porque todavía tenemos alguna posibilidad de ser segundos», dijo ayer, refiriéndose a lo que se antoja una quimera: que Túnez gane a Ucrania y que ellos ganen a España por dos goles más de la diferencia que consigan a su favor los tunecinos.
Arabia Saudí, que disputa su cuarto mundial consecutivo, lucirá sus mejores galas. Se trata de un equipo con calidad pero con una falta de contundencia que le mata fuera de su continente. Al Kahtani y Sami Al Jaber son sus dos mejores argumentos. El primero es un central con clase que fue elegido mejor jugador asiático en 2005. El segundo es un mito. A sus 33 años, ha sido 162 veces internacional y, tras el gol que logró contra Túnez, se convirtió en el único jugador asiático que ha marcado en tres mundiales distintos.