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El código genético

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En estos días en los que todos andamos como locos con la fiebre de buscar códigos secretos hasta debajo de las piedras y observando nuestros cuadros caseros por si, por casualidad, el artista dejó impregnado bajo su pincel algún misterioso código, alguna puerta secreta o alguna marca que pudiéramos descifrar, en mi pueblo, en mi villa natal, mi alcalde acaba de descubrir el código genético. Paso a explicar: resulta que hace unos días asistí a una charla sobre el futuro de Puerto Real, Puerto Real ¿Ciudad de Futuro?. Así se definían las jornadas exactamente. La primera de ellas versaba sobre las perspectivas de los astilleros, una situación previsible, con un futuro que si existe es negro o por lo pronto gris marengo hasta la próxima reconversión, en el que prácticamente se cerrarán debido a la inexistente presión de los pocos trabajadores que quedan y a una cada vez más denostada empresa auxiliar. A lo que voy, debatiéndose sobre el futuro, alguien planteó la posibilidad de mirar hacia otros sectores y rápidamente se cerró esa puerta, debido al código genético. Según su postulante, existe en mi pueblo un código genético que hemos mamado desde hace casi 500 años, de relación con la construcción naval y por esa razón no nos hable usted de otra cosa.

No hablemos de polígonos, de medianas empresas, de logística, de creación de empresas, de aprender a emprender, que a mi modesto entender hubieran sido soluciones al problema. Es tan simple como barajar otras opciones. Cuando una empresa tiene un problema de creación de clientes, la primera opción que se plantea es la creación de otros caminos, otras rutas e incluso de vender otros productos o servicios, diversificar. Según la teoría del código genético, en Puerto Real sólo servimos para la construcción naval y sólo esperamos que se nos traigan ese tipo de trabajos y de inversiones. Fue paradójico cuando un trabajador que asistía a la charla -de unos 55 años-, decía que él era tubero y que no le hablaran de otro tipo de labores. ¿Estábamos hablando de futuro de Puerto Real en un presente inmediato? Como siempre, más interesados en su trabajo que en el futuro de sus hijos, como casi todos los que admitiendo ser prejubilados terminaron firmando el despido de éstos, y así está mi pueblo. Mi padre era agricultor, y mi abuelo, y mi bisabuelo y hasta donde me he puesto a investigar ha resultado que mi familia al completo hemos vivido del campo y yo soy informático. Me gustaría que el defensor del código genético me explicara dónde puñetas ha ido a parar el código de mi familia. Yo se lo diré: mi padre vendió el campo porque ya no era rentable. Y yo me busqué otros caminos, otro oficio y aunque la cabra tire al monte y cuando veo una vaca y un campo de papas se me pongan los pelos de punta, tuve que buscarme el trabajo de otra cosa, diversificar. Pero hay que emprender y no estar siempre llorando y pidiendo.

Ángel Gómez de la Torre. Cádiz