Ardiente y peligroso
Ancianos, bebés y enfermos crónicos son los más susceptibles a los golpes de calor, por lo que hay que extremar las precauciones en los días tórridos de verano, que comienza hoy
Actualizado: GuardarEl verano se asoma hoy oficialmente, aunque ya se han registrado dos olas de calor esta primavera: la primera a mediados de mayo y la segunda a comienzos de junio. Sin llegar a los extremos del verano de 2003, cuando dos semanas tórridas dejaron Europa sembrada de cadáveres, cada año se repite el guión: las subidas del termómetro van acompañadas de colapsos en las Urgencias y de un alarmante incremento en el número de muertes. Las autoridades sanitarias han activado ya sus planes de prevención para evitar los problemas de salud causados por las altas temperaturas. Los ancianos, los enfermos crónicos y los niños pequeños son los grupos más susceptibles. Beber mucho líquido, tomar alimentos frescos y ligeros, ducharse con frecuencia, usar ropa holgada y clara, realizar ejercicio físico con moderación y evitar permanecer al sol en las horas centrales del día son algunos de los consejos básicos para disfrutar sin riesgos de la temporada estival.
De los problemas asociados al calor, el más frecuente es la deshidratación, que, sin embargo, si es severa puede llegar a causar graves lesiones e incluso la muerte. Para comprender este trastorno hay que recordar que el agua representa un 70% del cuerpo. Es decir, el líquido no se encuentra en un depósito al que podemos recurrir en momentos de escasez, sino que, sencillamente, somos agua: ésta es parte fundamental de la sangre, los tejidos, las vísceras, la piel... y, sin ella, no funcionamos.
La deshidratación se produce cuando la proporción de agua en el organismo disminuye por falta de aporte o por pérdidas. En el primer supuesto, la persona no bebe lo suficiente porque no tiene sed o porque alguna enfermedad (náuseas, heridas en la boca, faringitis, fiebre alta...) se lo impide. En el segundo caso, el sujeto pierde líquido a través de vómitos, diarrea, orina y sudoración intensa.
La pérdida del 5% del volumen de agua es una deshidratación leve; del 10%, moderada; y si llega al 15%, se considera severa y puede causar la muerte.
El test del pliegue
Entre los síntomas de la deshidratación se encuentran la orina oscura y concentrada, los ojos hundidos y la boca seca. A veces la persona se muestra confusa y desorientada. Una prueba determinante es el signo del pliegue: al dar un pellizco en el dorso de la mano la piel aparece flácida, no recupera su forma enseguida. En los bebés este test puede hacerse en una nalga o en el abdomen.
La deshidratación puede ocurrir en cualquier momento del año, pero es más frecuente en verano porque con las altas temperaturas aumenta la sudoración, que es un mecanismo del cuerpo para refrescar la piel y mantener estable la temperatura corporal. Además, en esta época son más frecuentes las infecciones -tanto virales como bacterianas- que provocan trastornos digestivos con vómitos y diarreas, con lo que la pérdida de líquidos se acelera.
No obstante, el trastorno que todo el mundo asocia a la canícula es el llamado golpe de calor. La alta temperatura ambiente es uno de los factores clave que lo favorecen. Permanecer al sol demasiado tiempo y hacer deporte o trabajar en las horas más tórridas del día también contribuyen.
Síntomas
Los síntomas del golpe de calor son fiebre, cansancio, sed intensa, cefalea, calambres musculares, mareo, náuseas y adormecimiento. Si no es tratada, la persona puede perder la conciencia, sufrir convulsiones y, finalmente, morir. Un signo inequívoco es la apariencia de la piel: roja, caliente y seca; hay que tener en cuenta que, tras una sudoración profusa causada por una insolación, el organismo ya no puede liberar más líquido para refrescarse, por lo que la transpiración cesa y el cuerpo comienza a ganar temperatura con rapidez.
El especialista en Geriatría y Gerontología José Luis Ojea explica que los ancianos son más proclives a la deshidratación porque sufren una alteración del hipotálamo, la región del cerebro que regula, entre otras cosas, la temperatura corporal y el mecanismo de la sed. A la errónea percepción del clima se debe el «uso inadecuado de la vestimenta» que muchas veces se observa en las personas mayores. «Por eso tienen tanta tendencia a vestirse mucho cuando los demás tenemos calor: nunca se les suele ver con camisa o camiseta», ejemplifica el geriatra.
Si a eso se une el incorrecto funcionamiento del mecanismo de la sed -que impulsa a las personas a beber cuando les hace falta-, se explica que los ancianos sean mucho más propensos a la deshidratación y al golpe de calor. Además, la deshidratación suele ser más grave en los ancianos. «Normalmente a un joven le ponemos en un lugar fresco, le aplicamos unos paños frescos sobre la piel y le damos agua o líquidos isotónicos y se restablece, pero en el anciano la reabsorción de líquidos es muy lenta y habitualmente requiere hospitalización».
El especialista en Geriatría recuerda, por tanto, que los ancianos deben obligarse a beber agua, zumos o bebidas isotónicas aunque no sientan sed.
Pequeños sensibles
Otro grupo muy sensible al calor son los bebés. José Antonio Molina Font, jefe del servicio de Pediatría y catedrático, explica que en los niños pequeños la proporción de agua es mayor que en los adultos -alcanza el 75% o el 80%- y, cuando disminuye, la repercusión orgánica es más importante.
Hay que tener en cuenta, agrega el pediatra, que un lactante puede perder grandes cantidades de líquido a través del vómito, las heces o el sudor (cuando tiene fiebre) y, en muchas ocasiones, cuando está enfermo rechaza el líquido, lo que empeora su estado.
En los bebés hay, junto a los ya descritos, signos muy específicos que permiten detectar una deshidratación. Uno de ellos es el hundimiento de la fontanela, la zona blanda donde el cráneo aún no se ha unido. El otro es la escasez o ausencia de orina, que es fácil de apreciar en los pañales. El doctor Molina recuerda que esto último se debe a que el cuerpo trata de «ahorrar» líquido y puede degenerar en una insuficiencia renal.
Para prevenir esta situación, hay que mantener al bebé suficientemente hidratado cuando aprieta el calor. Si su alimento es la leche materna, no necesita ningún otro líquido, pero hay que ofrecerle el pecho a menudo. Si toma alimentos sólidos, es conveniente darle agua -o alguna infusión, como la manzanilla- entre las comidas.
El pediatra recuerda que durante el primer año de vida no se debe exponer directamente al sol a los niños. Para obtener la suficiente vitamina D es suficiente con unos pocos minutos a primera hora de la mañana o última de la tarde. Siempre es conveniente mantener su cabeza protegida.
El doctor Molina Font recuerda que una de las situaciones en las que más habitualmente los bebés sufren golpes de calor es en el interior de coches cerrados. Hay que tener en cuenta que en días calurosos la temperatura en un vehículo aparcado a la sombra puede superar los 40º y, al sol, los 70º. Por lo tanto, jamás se debe dejar a un niño en un automóvil cerrado, ni siquiera para hacer una gestión muy rápida, porque el habitáculo se convierte en un horno en pocos minutos.
El pediatra también advierte contra la creencia popular de que un niño con diarrea se cura si no se le da nada de beber. «Eso es un error. El agua activa el intestino y si la infección la ha producido un alimento contaminado, el organismo se va limpiando». En cambio, es partidario de un breve ayuno de hasta seis horas con una buena hidratación para facilitar la expulsión de los virus o bacterias causantes de la diarrea.
Patología de base
Un tercer colectivo sobre el que hay que guardar especial vigilancia en estas fechas es el de los enfermos crónicos. Javier Castejón, jefe de guardia del Hospital Médico-Quirúrgico y el Materno-Infantil de la Ciudad Sanitaria Virgen de las Nieves, destaca que los más afectados por el calor son los pacientes sometidos a «tratamientos agresivos» como los oncológicos, así como los enfermos respiratorios y los obesos. Por lo general, en este tipo de enfermos el calor agudiza los síntomas crónicos, resalta el doctor Castejón. Por ejemplo, en los pacientes oncológicos puede empeorar la anemia, la hipotensión y la debilidad y en los respiratorios, la insuficiencia respiratoria.
El responsable del hospital universitario destaca que la deshidratación en algunos enfermos crónicos es «subclínica», es decir, no da síntomas evidentes, por lo que muchas veces cuando son atendidos ya hay un cuadro grave. Otro tanto ocurre a veces con los ancianos. «Cuando llegan al hospital lo hacen bastante deteriorados y es más difícil remontarlos», recalcó. Si el paciente deshidratado tiene una patología de base, hay que tratarla, agrega Castejón. El primer paso es realizar un balance hidroelectrolítico, mediante un análisis de sangre, para detectar qué sustancias le faltan al paciente y administrárselas por vía intravenosa.
Este año, indica el responsable médico, aún no se ha producido un incremento significativo en la demanda de atención en los servicios de Urgencias a causa de las elevadas temperaturas.
Sistema de vigilancia
Javier Castejón apunta que el sistema de vigilancia puesto en marcha en los últimos años por el Servicio Andaluz de Salud -que incluye atención personalizada a los ancianos que viven solos- ha dado «buenos resultados» y reducido la «pandemia de golpes de calor» que cada año se cobra la vida de decenas de personas durante las olas de calor.
Hay otros grupos que han de tener especial cuidado en los días muy calurosos. Uno de ellos son las mujeres embarazadas, que son más proclives a la retención de líquidos y los problemas circulatorios, sobre todo en las piernas. Deben beber mucha agua, mantener los pies en alto y evitar el sol del mediodía.
Otro colectivo susceptible son los trabajadores al aire libre, como los de la construcción o la agricultura. En la medida de lo posible, deben evitar permanecer al sol y realizar grandes esfuerzos en las horas centrales del día. Es importante que se mantengan muy bien hidratados, eviten el alcohol y consuman alimentos frescos, ligeros, con mucha agua, como las hortalizas y las frutas.
En cuanto a los deportistas, la recomendación es que no pierdan el sentido común. Las tres de la tarde de un tórrido día de agosto no es el mejor momento para subir un puerto de montaña en bicicleta o correr al sol. En esas condiciones, el deporte deja de ser una actividad saludable y se convierte en un peligro.