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Una oreja a la dignidad torera de López Chaves

J. M. NÚÑEZ/ALICANTE
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El Inclusero se ha querido dar el gustazo de desafiar lo imposible. Al hacerse público que torería dijo que había elegido la ganadería de Cebaga Gago porque era lo más digno. Palabras que le honran, aunque su actitud ha sido otra.

Su lote apuntó cosas buenas, pero estuvo a la defensiva, a mantazos con el primero, y dando órdenes al picador para que acabara con el buen cuarto. El toro iba dejando charcos de sangre de los dos tremendos puyazos que casi acabaron con él. Una pena que fueran a parar a manos del Inclusero dos toros que presumiblemente servían.

También dio mucho de sí, el quinto, segundo de López Chaves, quien mostró mucha más capacidad. El salmantino lo toreó bien de capote y con la muleta lo llevó largo y por abajo. Faena muy completa en lo fundamental. La guinda de unas espaldinas dejaron entreabierta la Puerta Grande. Pero no entró la espada hasta el segundo viaje y la cosa quedó en una oreja. En el anterior, un manso sin disimulo, López Chaves puso voluntad sin más.

Luis Vilches cargó también con el primero de los suyos, que, sin embargo, se movió lo suficiente para haberle enjaretado faena al hilo de las tablas. El hombre no acertó en la distancia ni en la velocidad del toro, tropezándose, y no fue posible.

El sexto dio la impresión de ir descoordinado como consecuencia de una posible lesión.