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LA CIUDAD DE LAS BOTAS. Varios ciclistas pasan junto a una gran zapatilla en Herzogenaurach. / AP
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La guerra de los tacos

Dos hermanos enemistados levantaron en Herzogenaurach Adidas y Puma, los gigantes fratricidas

FERNANDO ITURRIBARRIA/
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A la salida de Herzogenaurach, una población con 24.000 habitantes de los alrededores de Nuremberg, el pequeño cementerio es el testimonio póstumo de la guerra de los tacos. Las tumbas de Adolf y Rudolf Dassler se encuentran a ambos extremos del camposanto, lo más alejadas posible, para dejar claro que la muerte, como la vida, también les debía dejar separados en la posteridad.

Los hermanos enemistados murieron en los 70 sin reconciliarse tras haber fundado, a ambas orillas del río que atraviesa esta ciudad medieval de calles empedradas, Adidas y Puma, los dos gigantes europeos del equipamiento deportivo. Su rivalidad legendaria se renueva estos días con la batalla de ambas firmas por ganar el Mundial con sus equipos: Adidas tiene seis, la mitad que Puma, pero más cotizados.

En el museo del pueblo se exhibe la máquina de pedales que los hermanos Dassler utilizaban para operar la cortadora de cuero en el lavadero de la casa de su madre allá por los felices años 20.

Aquel rudimentario artilugio fue el inicio artesano de la fundación en 1924 de la Gebrüder Dassler Schuhfabrik (fábrica de zapatos de los hermanos Dassler), embrión de un mercado mundial que sólo en el fútbol mueve hoy 2.500 millones de euros al año.

En los Juegos Olímpicos de 1936, Jesse Owens triunfó en el Berlín nazi calzado con las zapatillas de tacos inventadas por Adolf Dassler para ganar adherencia a la pista. Pero el floreciente negocio fraterno no resistió la caída del Tercer Reich y cerró en 1948.

Causas de la ruptura

Las verdaderas razones son un misterio. Se dice que sus temperamentos eran muy diferentes: afable, el uno; huraño, el otro. También les separaba su actitud hacia el partido nazi. La escritora Barbara Smit cree haber resuelto el enigma en un reciente libro titulado 'Tres rayas versus Puma'. La ruptura definitiva e irreversible data de un incidente de 1943, en plena Segunda Guerra Mundial. Adolf y su esposa entraron en un refugio en el que ya se encontraban Rudolf y su familia durante un ataque aéreo de los países aliados. «Han vuelto los sucios bastardos», se le oyó decir a Adolf entre el ruido de los reactores. Rudolf pensó que se refería a él y los suyos y del equívoco nació el oligopolio alemán de los artículos deportivos.

De regreso de un campo de prisioneros americano, Rudi se encontró con que Adi se había apoderado del negocio familiar y optó por abrir su propia fábrica, la actual Puma, con el personal que le permaneció fiel. Hasta que Adidas, contracción de las primeras sílabas del nombre y apellido de Adi, se mudó a unos antiguos barracones de las afueras, las dos factorías estaban a tiro de piedra en las orilas del río Aurach.

Sin término medio

Por el juego de las lealtades personales, de las afinidades políticas y las necesidades de la posguerra, la población se dividió en dos bandos irreconciliables. Herzogenaurach pasó a ser 'la ciudad de las miradas hacia abajo' donde llevar una u otra marca de calzado revelaba la pertenencia a uno u otro campo. Esta especie de 'appartheid' pedestre creó zaparaterías separadas, por supuesto, pero también carnicerías, escuelas y hasta matrimonios. O eras Puma, o eras Adidas. No había término medio.

También se fundaron dos clubes de fútbol con sendos estadios a unos centenares de metros: el RSV, patrocinado por Adidas, y el FC Herzogenaurach, por Puma. En este último inició su carrera Lothar Mattahäus, capitán de la Alemania campeona mundial en 1990, porque en él trabajaba su padre de conserje. Cuando firmó su primer contrato profesional, optó por el Borussia Moenchengladbach, uno de los socios comerciales de Puma.

En la actualidad, la guerra se ha calmado. Un paseo por la ciudad, adornada con coloristas esculturas de zapatillas deportivas, permite comprobar que en las pandillas cohabitan las dos marcas fratricidas. Incluso algún insensato osa pisotear el patrimonio local con unas provocadoras Nike.

En apariencia, la marca Puma no es profeta en su tierra. Adidas gana por goleada en la ornamentación de calles y comercios. El balón oficial Teamgeist -que en alemán significa espíritu de equipo- preside a escala gigante la rotonda principal.

En los escaparates las tres barras son omnipresentes junto a los motivos de Argentina, que ha fijado aquí su cuartel general a invitación de su patrocinador. En la vitrina de una 'apotheke' se exhibe un balón con esta receta farmacéutica: «La píldora del hombre».

Puma, la firma que más selecciones viste en el presente Mundial de Alemania, apuesta por los mercados emergentes. Entre sus doce equipos están los cinco africanos (Angola, Costa de Marfil, Ghana, Togo y Túnez), dos asiáticos (Arabia Saudí e Irán) y otro par de Europa oriental (Polonia y República Checa), además de Italia, Suiza y Paraguay. Adidas completa sus tres ex campeones mundiales (Alemania, Argentina y Francia) con España, Japón y Trinidad y Tobago.

La multinacional estadounidense Nike rivaliza con ocho selecciones: Australia, Brasil, Corea del Sur, Croacia, Estados Unidos, Holanda, México y Portugal. Dos patrocinios cada uno tienen la inglesa Umbro (Inglaterra y Suecia) y la italiana Lotto (Ucrania y Serbia Montenegro); y una, cada una, Marathon (Ecuador) y la española Joma (Costa Rica).