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Las colas de coches son habituales. / A. VÁZQUEZ
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Paciencia en fila india 47 minutos

J. R. / EL PUERTO
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Pasan unos minutos de las nueve y media de la mañana y el bar La Gaviota de El Puerto, frente al embarcadero, está a rebosar de pescadores almorzando. Partimos en coche en dirección a Cádiz con la esperanza de que el acceso a la ciudad esté despejado. En La Cañita, media docena de clientes da cuenta del desayuno, mientras un cochero saca brillo a los cascos del caballo esperando clientela. Cruzamos El Puerto por la Bajamar hasta la Ribera del Marisco. La aguja de la velocidad no supera los 20 km/h y el pie pisa el freno cada 100 metros por los pasos de peatones. Vamos en procesión hasta la glorieta que conecta con la antigua carretera de Madrid en dirección a Valdelagrana. El acelerador toma pulso y ponemos el coche a 80 pese a que la indicación es de 50. Hay bastante circulación, sobre todo de camiones que van a Sevilla. Rebasamos la glorieta de Las Salinas y aceleramos a 100 hasta alcanzar el cementerio de Puerto Real, donde la circulación de nuevo nos obliga a cambiar de marcha y a reducir a 60. Conectamos con la N-443 y ya se divisa una fila india de vehículos que marcha a paso de tortuga con las grúas de Navantia al fondo. La procesión sigue y superamos a 20 por hora el cruce de La Cabezuela. El reloj nos indica que llevamos 26 minutos de recorrido. La cola se para por inercia en la curva de acceso el puente. Tres minutos de parón y vuelta a acelerar. El puente se cruza a paso lento. El morro del coche entra en Cádiz rumbo a Canalejas. Pero la carretera Industrial está cortada por una protesta y la Policía Local nos envía a San Severiano. Una vuelta por la Avenida, otra por Puerta Tierra y llegada al puerto de Cádiz. Hemos tardado 47 minutos en recorrer 24 kilómetros. Mejor no pensar en la vuelta.